jueves. 28.03.2024

Urge un nuevo acuerdo salarial

Sorprende la incapacidad, cuando no la aparente dificultad, en firmar en estos momentos una renovación de estos acuerdos.

Existe una larga tradición de celebración de acuerdos interconfederales entre las organizaciones sindicales y empresariales más representativas de fijación de las pautas generales de desarrollo de la negociación colectiva en el conjunto de los sectores y empresas. Se trata de una práctica que se inicia con la transición democrática, pero que experimenta un intenso desarrollo y, sobre todo, tiene un notable impacto práctico a partir de la entrada en funcionamiento del euro, hace ya tres lustros. Se trata de una fórmula que, sin la menor duda, ha tenido un destacado éxito y efectos positivos de muy diverso tipo, tanto en el plano de lo económico como desde la perspectiva social. Se trata de acuerdos que especialmente han sido muy influyentes en sus contenidos relativos a la evolución de los salarios a pactar en los convenios colectivos, que se han trasladado con bastante fidelidad en la generalidad de los ámbitos y niveles de la negociación colectiva, atribuyéndole una coherencia y cierta homogeneidad de contenidos, a pesar de la elevada dispersión y desarticulación de la estructura negocial.

Sus orientaciones han ido evolucionando, conforme se ha transformado el escenario económico, adaptándose razonablemente bien a los cambios de coyuntura e introduciendo criterios novedosos en orden a fijar los referentes de la negociación salarial en los convenios colectivos, siempre proporcionando una tendencia razonable hacia la moderación salarial y el mantenimiento del poder adquisitivo en las retribuciones del conjunto de los ocupados.

Han sido acuerdos que han buscado un cierto equilibrio entre los intereses de las partes, con compromisos en materia de flexibilidad laboral y en materia salarial introduciendo con el paso del tiempo criterios diversificados, relacionados con la evolución general de la economía, el incremento de la productividad en las empresas y cada vez más alejados de una automática vinculación de los salarios con la evolución de la inflación; eso sí, sin olvidar nunca su impacto sobre la misma con vistas a contenerla. Sobre todo han proporcionado elementos de tranquilidad en el desarrollo de los procesos negociales, restándole crispación y favoreciendo la fortaleza de los convenios colectivos como instrumentos de gestión de las políticas salariales para el conjunto de la economía.

Incluso en los momentos de mayor dificultad y dureza de la crisis económica y de fuerte destrucción de empleo, sindicatos y empresarios han logrado firmar útiles acuerdos de esta naturaleza. Baste recordar el último de ellos, firmado a principios de 2012 y que ha tenido plena vigencia y efectiva aplicación durante los tres últimos años.

A la vista de ello, sorprende la incapacidad, cuando no la aparente dificultad, en firmar en estos momentos una renovación de estos acuerdos para la negociación colectiva y el empleo, cuando sus negociaciones se vienen desarrollando desde el inicio del otoño del año pasado y no acaban de dar sus frutos. Primero hubo momentos de notable incertidumbre respecto de la posible recuperación económica y de la tendencia hacia la deflación, seguida por el proceso de renovación en la cúspide de la dirección de las organizaciones empresariales que impedía una negociación con interlocutores plenamente legitimados, a lo que después se añadió cierta interferencia por las discrepancias en torno a la reforma del sistema de formación profesional para el empleo que recientemente ha sido aprobada por el Gobierno.

Superados los obstáculos precedentes, no se alcanzan a entender las razones que impiden ahora aproximar posiciones a sus respectivos protagonistas, cuando el escenario económico resulta más tranquilizador y un acuerdo de esta naturaleza podría aportar indiscutibles elementos de seguridad para las opciones de inversión empresarial en el inmediato futuro, al tiempo que puede ofrecer oportunidades de razonables y no desbordados crecimientos de los salarios, particularmente de los niveles más bajos, que proporcionen mayor alegría al consumo privado. El nuevo marco legal en el que se desenvuelve la negociación colectiva, tras la reforma laboral, ha debilitado de forma importante la firma de convenios colectivos en condiciones de igualdad entre las partes, de modo que tiende a reducirse la tasa de cobertura de los convenios colectivos y presiona a la baja en las condiciones de trabajo. En definitiva, un escenario de falta de acuerdo poco recomendable y, sin lugar a dudas, socialmente injusto por acentuar las desigualdades laborales en un nuevo contexto de repunte económico.

En definitiva, parece oportuno que sindicatos y empresarios rompan la situación de impasse en la que se encuentran y asuman las posiciones de pragmatismo que siempre les ha caracterizado, en aras al logro de un necesario y oportuno acuerdo cuando menos en materia salarial.

Urge un nuevo acuerdo salarial