viernes. 29.03.2024

Un gobierno indolente

He visto muchas veces la pasión que desatan las más absurdas declaraciones públicas, mientras que los debates presupuestarios pasan sin pena ni gloria. 

Algo que me ha enseñado esta actividad sindical en la que me he forjado es, precisamente, que las declaraciones de intenciones son muy importantes, pero sólo adquieren carta de naturaleza, si esas intenciones tienen respaldo presupuestario.

He visto muchas veces la pasión que desatan las más absurdas declaraciones públicas, mientras que los debates presupuestarios pasan sin pena ni gloria. El debate político de cada año, no es el del Estado de la Nación, Región o ayuntamiento, sino el debate del Presupuesto de cada año. Todo lo que no está presupuestado no existe.

Si algo revela el Presupuesto del Reino de España para 2016, es que este Gobierno vuelve a reducir al gasto social en un 5,5% con respecto a 2015 y casi un 26% con respecto a 2011. Aún incorporándole gasto de pensiones, el conjunto del gasto social retrocede un 0'7%.

Sin empacho alguno, el Gobierno del PP nos agradece los sacrificios realizados por el pueblo español. Sacrificios impuestos sin misericordia alguna y con mano de hierro.  Sacrificios que no hemos realizado por igual quienes vivimos de nuestro trabajo y quienes viven de nuestro trabajo.

Sin embargo el Gobierno de Rajoy nos presenta unos presupuestos que no echan ni una paletada para tapar la brecha social, agrandada por la crisis.  Muy al contrario, el gasto social disminuye.  Unos presupuestos que apuestan por el empleo deben poner más acento en la inversión pública y sin embargo las transferencias de recursos para invertir caen en más de 1400 millones de euros. La inversión del Estado cae en más de 1800 millones, con pérdidas en el desarrollo de infraestructuras y perdiendo aún más recursos para la investigación (-0.6%).

Es hora de incorporar a las personas a la política. Y eso no consiste en consultar mucho a las personas por Internet. Sino en convertir a las personas en el centro de la acción política. No sólo regalarles los oídos con promesas, sino regalarles los bolsillos, con dotaciones presupuestarias que incorporen los recursos necesarios para tapar las desigualdades y corregir la profunda brecha de riqueza, que no ha hecho sino aumentar, entre quienes trabajan y quienes utilizan el destrozo de nuestro empleo para obtener beneficios abultados, inclusive en tiempos de crisis.

Obras son amores y no buenas razones. Y las buenas razones hay que explicitarlas en los Presupuestos. Desde el inicio de la crisis han pasado ya  ocho años, en los que la misma ha golpeado a millones de personas en nuestro país en forma de paro, precariedad laboral y social, reducción de las prestaciones sociales, calidad de la sanidad, la educación, los servicios sociales.

Si el Gobierno ha concebido estos presupuestos como sustitutos del Programa Electoral, nos presenta un cuadro de desilusiones, fracturas, desigualdades que no podemos soportar por más tiempo y que no se corrige, ni parecen querer corregir de forma alguna. Lamentable, pero cierto. Indolente Gobierno que nos ha hecho  sufrir en el pasado y nos condena al sufrimiento en el futuro.

Un gobierno indolente