viernes. 29.03.2024

El año de la igualdad

Conceder a los empresarios la capacidad de veto sobre medidas como el incremento del SMI no tiene sentido alguno y supone profundizar en los elementos más dañinos de la reforma laboral del PP
imv

No pasó la pandemia. La pandemia es un proceso que lleva su tiempo. Es un hito más, un desastre anunciado, en la Era del Antropoceno, un producto más de la aceleración depredadora que la especie humana está produciendo en la vida del planeta, en la propia vida de los seres humanos.

El golpe sobre la economía, el empleo, los modelos de convivencia y el conjunto de la sociedad ha sido brutal. Aún no nos habíamos repuesto de la primera oleada y ya teníamos encima la segunda, que parece que no será la última, por mucho que nos intenten convencer de que las vacunas ya están aquí y nos van a salvar, lo cual será cierto, pero tan sólo en el medio plazo, en el mejor de los casos.

Por lo pronto lo más probable es que comencemos el año con nuevas restricciones inevitables, a la vista del aumento de los contagios, las hospitalizaciones y los riesgos evidentes de nuevos colapsos en el sistema sanitario.

Así las cosas habrá que pensar que hay actividades económicas condenadas a casi desaparecer, o verse profundamente reconvertidas. El final del primer confinamiento alimentó falsas expectativas de que algo podríamos recuperar un modelo de crecimiento basado en la baja productividad y los bajos salarios, pero nada va a ser tan sencillo, habrá que exprimirse más el cerebro en lugar de alimentar falsas ilusiones de vuelta a una normalidad profundamente anormal que difícilmente regresará.

Los datos indican que los ERTE han desempeñado un importante papel en el mantenimiento del empleo existente, pero sin actuaciones decididas esos ERTE pueden convertirse en muchos casos en EREs, en pérdida de empleo por desaparición de la empresa.

La recuperación de actividad tras el primer confinamiento ha contribuido a que muchos trabajadores se reincorporen al empleo y los salarios hayan experimentado un leve crecimiento, lo cual va a ser fundamental para el sostenimiento del consumo y del empleo en numerosos sectores.

Esta crisis no es la de 2008, la que sirvió de argumento a la derecha política y a la insaciable clase empresarial española para poner en marcha la injustificable reforma laboral del Partido Popular en 2012, la que dejó a la clase trabajadora a los pies de los caballos de la temporalidad, la pérdida de poder adquisitivo, la precariedad del empleo y de las propias vidas.

Esta crisis es mucho más generalizada y nos pilla con unos servicios públicos debilitados y un empleo de muy baja calidad. Eso puede hacer que nuestra economía entre en una crisis profunda si no somos capaces de defender el empleo y los salarios.

En este marco es esencial mantener la voluntad política de crecimiento moderado del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) hasta alcanzar los 1.000 euros, muy lejos aún de otros salarios mínimos europeos, pero respetando la voluntad política de mejorar los salarios.

No se entendería que un gobierno de progreso se comporte con los trabajadores como lo hizo un gobierno de la derecha que recortó derechos laborales, legisló recortes presupuestarios en los servicios públicos y congeló el Salario Mínimo. Estamos hablando de una subida de 8 euros al mes.

La actitud de los empresarios al respecto es mezquina y demuestra la ceguera ante la realidad de que los bajos salarios son un lastre para el consumo y para un desarrollo económico asentado en el aumento de la productividad y no en la esclavización de la mano de obra.

Conceder a los empresarios la capacidad de veto sobre medidas como el incremento del SMI no tiene sentido alguno y supone profundizar en los elementos más dañinos de la reforma laboral del PP que concedió privilegios al empresariado capaces de condicionar el ejercicio efectivo del derecho a la negociación colectiva.

Los sindicatos anuncian movilizaciones para exigir la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la derogación de la Reforma Laboral y la defensa de las pensiones. El año 2021 va a ser tremendamente complejo. Iremos saliendo de la pandemia, aún con recaídas, pero deberemos aprovechar para reinventar nuestro modelo económico sobre bases más sólidas y sanas, recuperar la calidad de nuestro empleo y  fortalecer los sistemas públicos de empleo, educación, sanidad, seguridad social, cultura, o servicios sociales.

Hemos tenido la suerte de contar con un gobierno de unidad de la izquierda para hacer frente a lo más duro de la crisis y ha sido fundamental para las clases populares. Ahora conviene mantener el tipo, aprender de errores como la deficiente puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital y no defraudar la necesidad de mantenimiento de las rentas que están conteniendo la crisis en muchas familias, ya sean salarios, o pensiones.

De que lo hagamos bien este año dependerá la cohesión y la igualdad de nuestra sociedad en el futuro inmediato. 

El año de la igualdad