jueves. 18.04.2024

¿De qué hablamos hoy?

Todo indica que los temas principales de conversación en los más diversos cenáculos versan, de un tiempo a esta parte, sobre los asuntos internos de las dos principales organizaciones políticas de la llamada izquierda: que si I no le ajunta a E, que M no puede ni ver a T, que si S odia profundamente a D… y ésta conspira contra X que a su vez le hace la cama a A para reajuntarse con Y, quien a su vez urde una artimaña con Z para cargarse a W… Todo ello bien manufacturado con mimbres de la mejor trama negra digna de una Highsmith, una Agatha Christie, un Chandler o un Markaris.

Lo explica con toda claridad el profesor de Economía Carlos Berzosa en su artículo Nadie habla de lo que hay que hablar, publicado en Nueva Tribuna de 10 de febrero de 2017: “Los políticos de izquierdas hablan de los problemas internos de su partido en mayor medida que lo que dedican a realizar proposiciones acerca de los problemas que acucian a las clases sociales desfavorecidas, aunque también afectan a gran parte de las clases medias”

¿Qué hay de asuntos menos suculentos y mediáticos? ¿Qué hay de la dependencia que obliga, por lo común, a madres, hijas o nietas a ocuparse de sus parientes con graves enfermedades crónicas? ¿Qué pasa con los jóvenes graduados o doctorados o máster que deben exiliarse al extranjero en busca de alguna oportunidad laboral por precaria que sea? ¿Y con quienes no pueden estudiar porque carecen de medios? ¿Y de cómo va en estos años la ciencia en España? ¿Quién se preocupa, ya que no nos ocupamos, de los cientos de miles de refugiados, muertos ahora de frío en míseros campamentos en tierra de nadie? ¿En qué tertulia se habla de la represión turca, de las torturas infligidas a sus opositores por el tirano de Siria? Es más, ¿cuántas veces hemos hablado de la cruenta guerra que ha asolado y asuela ese país durante más de un lustro? ¿Qué dicen nuestros sabios líderes? ¿Es Al Assad un héroe o un exterminador? ¿Quién da más?

¿Se habla acaso, salvo quienes de verdad luchan contra ella, de la pobreza endémica que ataca a más de 1/3 de la población y pasa de abuelos a padres, y de éstos a sus hijos, a sus nietos, bisnietos, de generación en generación? Juan A. Gimeno, en zona crítica de diario.es lo expresa con gran acierto en su artículo a propósito del western “Comanchería”: “‘He vivido pobre toda mi vida. Igual que mis padres y los padres de mis padres. La pobreza es una enfermedad que pasa de padres a hijos sin remedio ni curación’. Un puñetazo directo a los cerebros biempensantes, a los estómagos satisfechos. Y una realidad irrefutable.”

Mientras ésos y otros cientos de asuntos no se airean en casi ningún conciliábulo, el mundo gira a velocidad de la luz. Gira en torno a un multimillonario demente sobre el que circulan por las redes chistes a raudales de su flequillo o de sus bravuconadas, y muy poco más; gira en torno a una Europa decadente que pierde segundo a segundo su razón de ser y ha olvidado por ignorancia o por miedo su pasado migratorio; gira alrededor de unos estafadores que han tenido la valiente osadía de reconocer su gran mentira ante el pueblo británico para lograr con todo éxito sus más espurios intereses. O gira vertiginosamente al albur de viejos nacionalismos -antojo ahora de bastantes izquierdas, algunas incluso bajo el prurito de lo antisistema- que tuvieron su esplendor en los años 30, cuyos éxitos parecen haberse pulverizado en el baúl de la ignorancia y de la amnesia que nos domina y que, si algún milagro de esos que no suelen darse en la Historia no lo remedia, podrían repetirse o rimarse, como diría Mark Twain. Historiadores como Kershaw (“Descenso a los infiernos”) o Álvarez Junco (“Dioses útiles”) pueden ilustrarnos muy acertadamente sobre todo ello.

¿De qué habla hoy la llamada izquierda en sus mentideros? ¿Habla acaso de ese giro copernicano a ninguna parte o al horror que puede llevarnos un Trump, un Brexit, cualquiera de los nacionalismos hoy existentes… por no hablar del rechazo inmisericorde a quienes aporrean nuestras puertas huyendo de guerras y hambrunas clamando por un mísero refugio, en un grito estremecedor por su dignidad de seres humanos?

La izquierda, buena parte de nuestra izquierda, ha cambiado de objetivos en su lucha final: ya no son los parias de la tierra lo prioritario de su lucha, y tal vez por eso, éstos han cambiado de bando y se han ido con quienes otrora fuera su enemigo: el fascismo en ciernes a punto de tomar el poder en Francia o en Holanda, como lo ha tomado en Hungría o en Turquía o en EEUU.

Todos somos responsables. No conviene olvidarlo.

¿De qué hablamos hoy?