viernes. 29.03.2024

Incendios en Weimar

El acuerdo adoptado por el Pleno del Ayuntamiento de Madrid de retirar los nombres de las calles de Madrid dedicadas a Francisco Largo Cabalero y a Indalecio Prieto, así como (y eso es lo más grave) retirar las estatuas de ambos políticos socialistas que están situadas en las paredes externas de los Nuevos Ministerios de Madrid, es uno de los hechos más graves que en los últimos años se han producido en España, un hecho que además quebranta muy seriamente la convivencia democrática. Por eso llama la atención las reacciones relativamente suaves que ha provocado. Las estatuas, por otra parte, no son cualquier cosa pues se deben, respectivamente, a Pablo Serrano (Indalecio Prieto) y a Pepe Noja (Largo Caballero). Los ataques a estatuas, pinturas, libros, es muy propio de los movimientos fascistas del siglo XX y empezaron a practicarse en las postrimerías de la República de Weimar, cuando las bandas de matones nazis empezaron a dominar la calle en Alemania.

Como apuntamos, el hecho es particularmente grave por las siguientes razones: a) es una ofensa gratuita a los militantes socialistas de toda España y pretende desacreditar a dos muy dignas figuras del socialismo español y, con ello, de la democracia republicana; b) en su fin oculto, pretende equiparar a estas dos figuras con las de la dictadura franquista; c) es muy grave que el Partido Popular se haya prestado a esta operación; d) es todavía más grave que Ciudadanos, un partido sin conexiones con la dictadura (como las tienes el Partido Popular y Vox), se haya prestado igualmente a esa operación; y e) un gesto tan duro y tan simbólico comporta que hay tres partidos de la derecha que están dispuestos a cambiar su obra de oposición por una obra de ruptura cívica, de quebrantamiento de la convivencia y del pluralismo y, en definitiva, de ruptura del consenso constitucional y de la transición.

a) Es una ofensa gratuita a los militantes socialistas de toda España. Largo Caballero y Prieto fueron dos relevantes políticos de la Restauración y de la Segunda República. Ambos fueron Ministros en dos momentos particularmente importantes de la República; en el primer bienio de 1931 a 1933 y durante la Guerra Civil y además Largo Caballero fue Presidente del Consejo de Ministros en plena guerra desde septiembre de 1936 a mayo de 1937. Por esa condición de miembros del Gobierno republicano son, además, no sólo símbolos del socialismo español y de UGT, sino símbolos de la democracia republicana. Agreguemos dos datos más. En primer lugar, ambos fueron derrotados en la guerra acabando en el exilio. Además, Largo Caballero, detenido en las prisiones de la Gestapo en Francia, fue conducido al campo de concentración alemán de Sachsenhausen mientras que su hijo, secuestrado por los militares rebeldes en julio de 1936, pasó cerca de diez años detenido en España sin otra acusación que la de ser hijo de su padre. En segundo lugar, Prieto fue, ocho años antes que el Partido Comunista de España, el primer político del exilio que practicó la reconciliación nacional al suscribir con el Conde de los Andes y con Gil-Robles el llamado Pacto de San Juan de Luz en 1948, pacto propiciado por el Gobierno laborista británico, aunque vergonzantemente repudiado por Juan de Borbón antes de reunirse por primera vez con Franco. Luego, retirar las estatuas y las calles de Largo y de Prieto es una ofensa clara y deliberada a los socialistas, a UGT y a la memoria de la democracia republicana. Y es también una ofensa a la memoria republicana porque Largo Caballero fue el primer Ministro de Trabajo que reguló los fundamentos del Estado social en tanto que Prieto, como Ministro de Obras Públicas completó ese Estado social con un plan de obras públicas extraordinario. Por eso sus estatuas están en los Nuevos Ministerios, edificio que impulsó el propio Prieto

b) En su fin oculto, pretende equiparar a estas dos figuras con las de la dictadura franquista: El fin último de esta operación es una respuesta al futuro proyecto de ley de Memoria Democrática lanzando el mensaje subliminal de que ambos bandos tuvieron sus asesinos. Indigna que el Partido Popular, Ciudadanos y los fascistas de Vox quieran equiparar subliminalmente a las figuras representativas de la República democrática (que también la defendieron desde el Gobierno cuando fue necesario) con los golpistas homicidas como Franco y los restantes figuras militares y civiles del golpe de Estado.

c) Es muy grave que el Partido Popular se haya prestado a esta operación. Es muy, muy preocupante que el Partido Popular, inducido por los fascistas de Vox, haya puesto su mayoría municipal al servicio del odio. Nunca había pasado. Es cierto que el Partido Popular, por el pasado franquista de sus fundadores, nunca ha condenado la dictadura ni el golpe de Estado. Pero la actuación sobre la memoria de Largo Caballero y de Prieto es un cambio cualitativo, porque el partido más representativo de la derecha española hace un juicio universal contra la República y contra el pasado histórico del primer partido del Gobierno y de la izquierda.

d) Es todavía más grave que Ciudadanos, un partido sin conexiones con la dictadura, se haya prestado a esa operación. Es sabido que Ciudadanos ha sido, mientras lo dirigía Rivera, un partido errático y atolondrado. En los últimos meses, con Inés Arrimadas, empezaba a centrarse pero su votación en el Pleno madrileño, junto a los dos partidos que se identifican más o menos, con la dictadura, es muy preocupante. ¿Ciudadanos se identifica con el franquismo? ¿Condena la democracia republicana? Son incógnitas que deben preocuparnos.

e) Un gesto tan duro y tan simbólico comporta que hay tres partidos de la derecha que están dispuestos a cambiar su obra de oposición por una obra de ruptura cívica, de quebrantamiento de la convivencia y del pluralismo y, en definitiva, de ruptura del consenso constitucional y de la transición.

 El consenso de la transición (transición descubierta ahora por el Partido Popular y hasta por los fascistas de Vox) tras la muerte del dictador no sólo se proyectó hacia el futuro. También se proyectó hacia el pasado, en el sentido de reconocer la legitimidad histórica de los partidos y sindicatos derrotados en la Guerra Civil. Aquellos partidos, aquellos sindicatos, dejaron de ser el enemigo que fueron hasta 1975 y pasaron a formar parte de la Historia con la legitimidad de su trayectoria democrática. La votación del Pleno del Ayuntamiento de Madrid ha lanzado al PSOE a las catacumbas de la Historia. Lo hicieron los nazis a partir de 1933 y no es casualidad que esta vez haya sido idea de un partido fascista como Vox.

Partido Popular, Vox y Ciudadanos han roto el consenso constitucional y han ofendido la dignidad histórica de la izquierda. ¿Qué harán después? ¿Asaltar las sedes del PSOE y de UGT? ¿Destruir libros en las plazas? ¿Cortar el pelo a los rojos? El problema es que, al menos en el Partido Popular y en Vox, hay una cultura de la represión contra el rojo que ahora ha vuelto a aflorar.

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