jueves. 25.04.2024

Adopciones homófobas

¡No se asusten porque la homofobia se puede tratar! Incluso se puede curar. Su fármaco está compuesto de tres grandes principios: libertad, igualdad y justicia...

¡No se asusten porque la homofobia se puede tratar! Incluso se puede curar. Su fármaco está compuesto de tres grandes principios: libertad, igualdad y justicia. Quienes la sufren, normalmente niegan esta enfermedad. Así que solo pueden optar entre aceptarla, cambiar y abrirse al mundo respetando a los demás, o vivir amargamente con sus penas. En cualquier caso tendrán que acatar las reglas del juego democrático. Nuestra Constitución se impone ante su comportamiento. Su odio no cabe en el Derecho español, ni en el Derecho internacional. No hay excusas.

La Federación Rusa sufre homofobia –y transfobia-. Su “Ley contra la propaganda homosexual” ha destapado una ola de violencia inadmisible contra gais, lesbianas, bisexuales y transexuales. Esa Ley no limita ningún tipo de propaganda, sino derechos muy concretos. Ese título eufemístico, podría sustituirse perfectamente por “Ley de prohibición de la homosexualidad y fomento del odio para combatirla”. Su objetivo es similar al que Franco se propuso en nuestro país durante la dictadura, con la Ley de vagos y maleantes o la Ley de peligrosidad social.

Pero los rusos no se conforman con reprimir a su población y promover que se la machaque. Este verano aprobaron otra Ley que impide adoptar a los homosexuales o solteros de países donde se ha regulado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Además quieren asegurarse de que en ningún supuesto, jamás, una familia homosexual pueda proporcionar una vida mejor a esos niños. Entre todos los posibles escenarios que pueden acontecer, a los rusos les inquietan aquellos casos en que los padres adoptivos fallecieran o perdiesen la tutela sobre el adoptado. Quieren que quede asegurada la imposibilidad de que caigan en brazos de una familia homosexual. Mientras tanto han paralizado los juicios de adopción en Rusia a 500 familias españolas. Todas ellas a expensas de un convenio bilateral que de ninguna manera podrá discriminar a nadie por razón de su orientación sexual. Si existiera esa discriminación, el convenio sería inconstitucional.

Debemos oponernos ante cualquier intento de discriminación. Tenemos que exigir a Rusia que anteponga el interés superior de los menores, a su enfermo y triste odio contra los homosexuales. Eso es lo que establece nuestra Constitución en su artículo 39.4 y los artículos 3 y 21 de la Convención sobre los derechos del niño de la ONU.

Mi temor se basa en la falta de compromiso que demuestra el PP en la defensa de los homosexuales. Con este gobierno estamos desprotegidos. Plantéense lo siguiente: ¿El PP es más próximo a la homofobia de Putin o a la defensa de las libertades y derechos civiles en esta materia? Entre unos y otros nos pueden llevar a una patente involución. Y la causalidad hace que esta problemática se encuentre, ni más ni menos, que en el despacho de la ministra Mato. La ministra que excluyó a las mujeres lesbianas de la reproducción asistida de la sanidad pública. Vamos, que tenemos un Gobierno muy vulnerable ante la enferma y contagiosa homofobia rusa.

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