viernes. 19.04.2024

Hablar de política

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La buena educación también se muestra hablando con mesura y raciocinio de lo que nos es común, de lo que ha de procurar la gestión de los conflictos, de las desavenencias sobre los asuntos públicos

Hay quienes consideran que no es de buena educación hablar de política en reuniones sociales u otros eventos que congregan a personas diversas (todos lo somos) y en varios periódicos he visto que daban consejos sobre el particular, algunos bien irónicos, para las comidas y cenas de estas pasadas fiestas. Al parecer, con el vino y otros espirituosos, los cuñados -señalados singularmente- expresan sus opiniones  y afirman que esto no resulta educado, sobre todo cuando no coinciden con las del otro, añado…

Al contrario de lo que suele considerarse y al margen de cuñados pesados, si los hubiera, la buena educación también se muestra hablando con mesura y raciocinio de lo que nos es común, de lo que ha de procurar la gestión de los conflictos, de las desavenencias sobre los asuntos públicos. Las personas educadas, observo y entiendo, pueden hablar de política, informar e informarse, dar su opinión y atender a las de otros; precisamente en eso creo que estriban las buenas maneras, en saber escuchar al otro, en especial, sobre los asuntos públicos, los que a todos nos conciernen. Las formas educadas permiten y alientan la libre expresión de nuestras ideas, si se tienen, atendiendo a la lógica y la razón. Recuérdense las conversaciones de los ilustrados e ilustradas en los salones desde los que se exponen las ideas que dan lugar a la Revolución francesa, entre otros muchos ejemplos que podrían esgrimirse.

Sin embargo, el tópico afirma lo contrario, no hay que hablar de política, ni de otros asuntos tan o más interesantes, como la religión, la economía o el dinero, entre otros muchos del espacio común. Es como si se prohibiese hablar de lo que a todos interesa; y en efecto, ahora que caigo, he observado también, en algún heterogéneo grupo de wasap que, enseguida que hay una opinión, acaso, discordante con la de otros, estos decretan, sin saber ni explicar porqué, la prohibición de hablar de política. Constituye una pauta muy habitual: no se puede opinar sobre todo si se opina diferente. De esta forma se ataja la cuestión, acallando al divergente y esto verdaderamente sí que no son formas. Pero ahí están con el “aquí no se habla de política” y alguno, en esos casos, además amenaza con levantarse de la mesa, con irse del grupo, si se vuelve a producir; lo que nos coloca en una posición difícil a quienes no queremos que se vayan pero que nos gustaría comentar sobre los asuntos de todos, del común, pues además de expresar nuestras ideas queremos escuchar otras, si las hay.

El  autoritario dictado recuerda a la visión que de la política debía tener Franco quien, sin duda, podía ser muchas cosas, pero educado no era, más bien lo contrario; hasta para desenterrarlo muestra, él y sus descendientes, su insidiosa desconsideración con la gran mayoría de los españoles que le queremos, en todo caso, sepultado en un lugar privado. Recuerden sino la famosa frase que le dirigía a unos de sus Ministros, en razón de pedirle éste consejo para actuar ante un problema (político): “Haga como yo, no se meta en política”. Menuda visión, no había política de veras, libre y respetada, porque toda estaba bajo su dominio y todo debía pasar por sus manos, literalmente, manchadas de sangre. Las perores maneras pueden esta  tras el boato que despliegan ciertos autócratas de medio pelo, permitiéndose tergiversar todo y apelando a una falsa buena educación.

Se trata de una cuestión de cultura política, tenemos tics autoritarios heredados de siglos de gobiernos dictatoriales y para cambiar esa dinámica se precisan años de formación democrática, de educación cívica, precisamente. Materia que podría incluirse (ya se intentó) en los planes de estudio de niñas y niños que con frecuencia, ven noticias, sobre violencia machista, sobre desigualdades, que deben aturdirles, para que también desde el aula pudiesen reflexionar y aprender los valores y principios que den respuesta a tamaños sucesos, desafueros. Valores cívicos, de convivencia, tan alejados del “aquí no se habla de política”.

Hablemos, con educación.

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