viernes. 19.04.2024

Vidas paralelas: la derecha española y Lance Armstrong

Sin menospreciar la presunción de inocencia, conviene reflexionar si la derecha española es una fuerza política corrupta o si es simple corrupción disfrazada de política...

Sin menospreciar la presunción de inocencia, conviene reflexionar si la derecha española es una fuerza política corrupta o si es simple corrupción disfrazada de política.

Y en el tema Bárcenas, que burbujea en redes sociales, televisiones, radios y prensa de papel, conviene enmarcar: ¿estamos ante un nuevo caso de delincuente (presunto) de cuello blanco, sin más, o frente a un partido político que adoptó la corrupción como su más eficaz instrumento de crecimiento y trabajo?

Si nos decantamos por la segunda (y nada desdeñable) hipótesis, el caso del Partido Popular se asemejaría mucho al del ciclista tramposo: Lance Armstrong.

Así, el PP habría estado falseando el sistema de partidos y la buena fe de cualquier proceso electoral, pues habría contado con el “doping” del dinero de constructores para ganar. Igual que Lance Armstrong. La diferencia es que el ciclista norteamericano devolvió sus trofeos mientras que el PP no solo no va a restituir nada, sino que a medida que las pruebas se acumulen se tornará más impertinente. Nada sorpresivo. Es la marca de la casa en la derecha española.

Sabemos que María Dolores de Cospedal mintió. Y faltó a la verdad entre balbuceos y respuestas increíbles, en el delirio de “pagos diferidos”. Cualquier político decente habría presentado su dimisión. Pero esperar esa actitud en la derecha española resulta ingenuo y ridículo.

Respecto a Rajoy, sus sms lo acusan con indisimulada veracidad salvo prueba en contrario.

Por otra parte, el volcán comienza a escupir su lava cuando se pronostica un paro de casi el 28% para 2014. Bien entendido que la inmensa mayoría de los afortunados con un trabajo chapotean en la inseguridad merced a una contrarreforma laboral perpetrada al milímetro para que una serie de empresarios consigan unos beneficios que les niega su ausencia de talento.

Y no basta con las pruebas indiciarias, aunque muy sólidas, que aporta Bárcenas desde su retiro forzoso en Soto del Real, para que el presidente del Gobierno ofrezca explicaciones. Sin duda ganar unas elecciones con unas promesas que no se pensaban cumplir (vulgo: estafando a los electores) genera un trabajo adicional. Pero no me parece una buena excusa para eludir explicaciones a la ciudadanía.

Tampoco, en el PP, parecen creer necesario explicar el presunto cobro en negro de 373.000 euros, trajes y corbatas aparte, por parte de Rajoy.

Supongo que muchos se preguntarán sobre la estrategia de este gobierno. Y no pocas cábalas se tejerán acerca de planes, tácticas, etc. Pero las líneas maestras del PP encierran escasos misterios… ellos cuentan con un voto fijo merced a su tupida red clientelar.

Computan, además, el voto ultracatólico, más numeroso de lo que parece. Y, sobre todo, cuentan con gran parte de la llamada “mayoría
silenciosa”.

Para la fauna que nos desgobierna la “mayoría silenciosa” la conforma una mayoría, obviamente, de la población. Son esos ciudadanos despreocupados por la política, que repiten los titulares y tópicos de las tertulias de la derecha (casi todas), y lo más terrible: dispuestos a tragarse cualquier rueda de molino.

De lo anterior dimana una indeleble percepción: el gobierno nos trata como a  niños y nos toma por tontos. Claro, es que el gobierno sabe que la mayoría de la población tiene la mentalidad de un niño y/o un tonto. Políticamente hablando. Y a ellos se dirige.

De ahí que las escasísimas veces que se les escapa alguna explicación, aquella sea pueril, simplona, más allá del límite de la tomadura de pelo.

En este sentido, Rajoy va a aplicar su técnica: cansar al adversario. No dará ningún paso salvo que la presión resulte irresistible. Y desde la inmovilidad esperará que los ciudadanos revestidos de conciencia política se agoten en sus protestas e indignación.

No cabe, por tanto, actitud más inmoral. Valerse de mentiras y corrupción para acceder y acrecentar el poder. Con el inestimable apoyo de una masa “silenciosa”, egoísta y aborregada.

Al menos, Lance Armstrong tuvo decencia. En la derecha española, esta cualidad ni está ni se la espera.

Vidas paralelas: la derecha española y Lance Armstrong