jueves. 18.04.2024

Un discurso de Olof Palme en Harvard

En estos momentos que acabamos de conocer unas cifras dramáticas sobre el paro en España, me ha parecido muy pertinente recurrir a uno de los referentes históricos de la socialdemocracia europea, como fue Olof Palme, el cual siendo primer ministro de Suecia fue asesinado el 28 de febrero de 1986, al salir del cine acompañado por su esposa.

En estos momentos que acabamos de conocer unas cifras dramáticas sobre el paro en España, me ha parecido muy pertinente recurrir a uno de los referentes históricos de la socialdemocracia europea, como fue Olof Palme, el cual siendo primer ministro de Suecia fue asesinado el 28 de febrero de 1986, al salir del cine acompañado por su esposa. Voy a fijarme en el contenido de un discurso suyo titulado Empleo y Bienestar, pronunciado el 3 de abril de 1984 en la Universidad de Harvard, cuyos pensamientos los considero de plena actualidad.

Comenzó haciendo una referencia a otro discurso, el de despedida de Bruno Kreisky como primer ministro y líder del Partido Socialdemócrata austríaco, en el que no habló, como todo el mundo esperaba, de su trayectoria política, lo hizo del futuro, en concreto del problema del desempleo, que según las previsiones iría a más. Expresó su temor de que se convirtiera en endémico, incluso en épocas de crecimiento económico. Kreisky admitió su malestar por un encuentro reciente mantenido en Washington con representantes del Banco Mundial y del FMI. El presidente de este último, Jacques de Laroisiere dijo que para consolidar la expansión económica se debían tomar las siguientes medidas: reducir la inflación, disminuir el déficit público, cambios estructurales en la industria y liberalización económica. En cambio, no dijo nada sobre qué hacer para reducir el desempleo. Ni siquiera lo mencionó. El líder austríaco acabó “que no se había desintegrado la sociedad por el desempleo, como en los años 30, por la existencia del Estado asistencial”.

De estas dos cuestiones habló Palme: el desempleo y de la sociedad del bienestar, y que para él su primer objetivo de su política era corregir el desempleo, ya que este suponía en primer lugar un terrible despilfarro. Los medios de producción están infrautilizados en todo el mundo, cuando existen muchas necesidades humanas insatisfechas. Parece una afirmación muy simple, pero muy importante. Resulta inconcebible que haya hoy en España interminables listas de espera en los hospitales, con personal médico desempleado. Este ejemplo podríamos extenderlo a la educación, a la asistencia social, a la industria, y otros sectores de la economía. Es una prueba incuestionable de que algo está funcionado mal en este sistema capitalista.

Para Palme, en segundo lugar, el desempleo significaba sufrimiento humano, ya que el trabajo está relacionado con valores como la confianza en uno mismo, con la dignidad humana y el sentido de la vida. Por ello, el incremento del desempleo potencia el aumento de los índices de mortalidad, la mala salud, los suicidios, muchas familias rotas, la delincuencia, y la proliferación de la droga y de la prostitución. Ha sido reciente la noticia reciente de que jóvenes universitarias desesperadas se prostituyen para pagar sus estudios, el alquiler, o incluso, para comer.Verdades como puños. Parece que nuestros dirigentes no fueran conscientes de que detrás de un número hay seres humanos que tienen unas necesidades básicas, familiares y sociales, no son una mera fuerza de trabajo que se coge o se tira sin contemplaciones.

En tercer lugar, dijo Palme, debemos combatir el desempleo, porque su expansión masiva suponía una amenaza cierta para la democracia. El desempleo mina el cimiento sobre el que debe levantarse una sociedad democrática. En situación de crisis, los gurús de la economía nos dicen que todos debemos colaborar. Pero cuando la gente abandona los estudios e intenta conseguir un trabajo, cuando quiere integrarse en la comunidad adulta, no hay sitio para ellos. Su contribución a la solución es estar sin trabajo a perpetuidad, o en todo caso en precario. Esto les hace perder la esperanza y la confianza en ellos mismos. Se consideran inútiles. Se vuelven amargados y desesperados, pierden la confianza en nuestra sociedad democrática y en su armazón institucional. Si negamos a la juventud el derecho a ser miembros de la sociedad, es muy factible que se automarginen de ella, con lo que la democracia saldrá fuertemente deteriorada. Nuevamente juicios certeros.

Como acabamos de ver, estas palabras de Palme de hace 20 años no han perdido actualidad. Son muy claras, además de convincentes. El problema estriba en que este tipo de verdades no son expuestas muy a menudo hoy en día. Necesitan ser repetidas, para que no caigan en el olvido. Las entiende cualquier ciudadano dotado de sentido común y de solidaridad, cualidades que desconoce nuestra clase política dirigente. Veámoslo: una Reforma Laboral, que tenía como objetivo “facilitar la flexibilidad interna para frenar la destrucción de empleo”, ha creado en un año más de 800.000 parados, estando ya muy cercanos los 6 millones, un 26,2% de la población activa, una cifra superior a la de la Gran Depresión de los años treinta en EE.UU. Y todo es susceptible de empeorar, a pesar de que nos dicen que las reformas emprendidas por el gobierno actual, no tardarán en producir sus efectos positivos, por lo que el paraíso terrenal está a la vuelta de la esquina.

En un aviso a navegantes, nuestros gobernantes deberían ser conscientes de que la capacidad de aguante de sufrimiento de una sociedad tiene un límite. Por ende, deberían tomar pronto medidas, aunque solo fuera por prudencia, ya que desde la ética es una utopía que provengan.

Un discurso de Olof Palme en Harvard