viernes. 19.04.2024

Quien no obra como piensa, termina pensando como obra

Ya sea real o aparente, las actuaciones humanas persiguen la felicidad. Y esa felicidad se concreta en algo que la inteligencia reconoce como valioso, para el sujeto que la realiza o para otro, próximo o no. La Política es, existe y se manifiesta como el sistema capaz de propiciar esa felicidad, pretendiendo articular el bienestar común.

Ya sea real o aparente, las actuaciones humanas persiguen la felicidad. Y esa felicidad se concreta en algo que la inteligencia reconoce como valioso, para el sujeto que la realiza o para otro, próximo o no. La Política es, existe y se manifiesta como el sistema capaz de propiciar esa felicidad, pretendiendo articular el bienestar común. Hunde sus raíces en el comportamiento inteligente de las personas, ese que le permite efectuar un juicio sobre las cosas, al distinguir lo bueno de lo que no lo es. Pero hay circunstancias en las que los humanos otorgamos valor sensitivo o volitivo a una actuación, aún cuando no sea consecuente, por su nocividad, aún cuando su aceptación implique destrozar la fidelidad de cualquiera a sus principios. La tendencia natural, en estas circunstancias, es forzar la justificación, cumplimentando el enunciado de que aquél que no obra como piensa, termina pensando como obra.

Estamos acostumbrados a que exista coherencia entre lo que una persona sabe, cree o siente y lo que realmente hace. La suposición de que las actitudes y la conducta son congruentes resulta bastante intuitiva. Parece evidente que debiera ocurrir que las actitudes de una persona son las que guían su forma de actuar. Al propio tiempo, la convención social califica y considera que la incoherencia denota poca fiabilidad o, al menos, escasa madurez. De hecho, la calificación de incoherente, que es una penalización, provoca usualmente molestia en el calificado. Tan es así que, con frecuencia, reparamos en que algunas personas cambian su discurso en un tiempo relativamente corto, tanto que no parece que pueda ser debido a una reflexión profunda, sino más bien a una especie de imperiosa necesidad de restablecer la coherencia. Todo un espectáculo cambiando de forma de pensar para que no contradiga lo que hemos hecho o defendido, con tal de que deje de percibirse la incoherencia. No importa qué razones haya que buscar y encontrar para autoconvencernos con tal de alcanzar el equilibrio perdido.

Estos días estamos presenciando un escenario descarnado en el que podemos contemplar en toda su extensión el debate coherencia-incoherencia y su evolución buscando equilibrio, real o ficticio. Hay hechos en la barcenada, desvelados y señalados, que debieran ser incontestables: una cifra elevadísima como cantidad de euros, dicen que son 22 millones, depositados en un pre-paraíso consentido, aceptado y mínimamente discutido, denominado banco suizo. Todo parece indicar que no puede proceder de una actividad normalizada. Dado que el presunto ordenante ha ejercido durante un tiempo suficientemente dilatado, como para haber asistido a más de un Presidente del PP, varios Secretarios Generales del PP y a un sinfín de cargos, miembros, próximos y circulantes por los pasillos de las sedes, donde alguien ha denunciado que fluían sobres con contenidos variables, hay que suponer que durante un tiempo pesetas y últimamente euros, todo indica, solamente con estos hechos denunciados, que asistimos a un final de opacidad, esperemos que así sea, por mucho que intenten saldar los del PP esta situación con un episodio que salpique solo al menor número posible de implicados.

Es en esta pretensión de pasar el cáliz de las desdichas en las que los miembros del PP muestran su lado más oscuro e incoherente, intentando lo imposible, como que creamos que es cosa de uno, individual, que sus jefes no sabían nada y no solo eso, sino que nunca han sospechado de nada, que nadie nombró a nadie implicado, que nunca estuvieron por allí y que, en último término, al interpelado se debe el que haya dado el paso para desvelar las malas prácticas. Si alguien no tiene claro que es una incoherencia, aquí dispone de una de categoría especial. Los dirigentes del PP, repiten una y otra vez estos asertos disculpatorios, desde el convencimiento de que las cosas las podemos creer como las cuentan.

Incluso resulta bastante increíble que no haya ramificaciones regionales o provinciales. Seguramente cuanto mayor es la relevancia nacional o regional de alguien, más próximo se sitúa de la llamarada. Según Festinger, que en 1957 formuló la teoría de la disonancia, que implica una falta de compatibilidad o de proporción entre la manera de sentir, de pensar y/o de actuar de una persona, y proporciona una explicación sobre la incoherencia e incluye la que se produce, en todo caso, cuando una persona actúa de manera contradictoria con sus actitudes, disociando el conocer-pensar, del obrar. La teoría trata de predecir los cambios que tendrán lugar en las actitudes de una persona, cuando no se sitúa en una posición coherente en el conocimiento que tiene, sobre ella misma, o sobre su conducta o, incluso, sobre su entorno.

La posición de los dirigentes del PP ante el caso Bárcenas reúne los ingredientes de la incoherencia. Vamos a seguir a Festinger, para tratar de dilucidar cuál puede ser el devenir de los acontecimientos a la luz de la Teoría de la disonancia. Las opciones que se formulan son dos: 1) cambiar de conducta, dejando de lanzar balones fuera o poniendo en marcha el ventilador y, en todo caso, exculpándose de la degradante situación en la que se encuentran y 2) Cambiar la actitud, acabando por hacer la digestión del tsunami y llegando a la conclusión de que tampoco es tan malo lo que han hecho. La primera de las opciones, probablemente, es la más racional y esperable, aunque puede creerse, y en casos es así, que no siempre es factible. La segunda de las opciones responde a lo que anteriormente decíamos de acabar pensando en función de cómo se actúa, tratando de, por esta vía, encontrar la coherencia.

Bien, y de qué depende que se adopte una u otra vía, para restablecer la coherencia. Si nos atenemos a la Teoría de la disonancia, los elementos que se ponen en juego son tres: 1) Creencias consonantes o disonantes; 2) La magnitud de la disonancia y 3) La reducción de la disonancia. Las creencias se integran de sentimientos, conductas o entornos, que las personas entendemos reales. Si dos o más cogniciones no tienen mucha relación entre sí, son irrelevantes; por ejemplo, el conocimiento de que apropiarse de dinero público, perjudica es irrelevante para el conocimiento de que resulta útil el conocimiento de idiomas. En cambio dos cogniciones relevantes pueden ser: a) consonantes, caso de que al tomarlas por separado, una deriva de la otra; por ejemplo, se que apropiarse de dinero público perjudica y no se me ocurre apropiarme de dinero público, de ninguna de las formas imaginables. Y pueden ser b) disonantes, en el caso de que los distintos conocimientos no concuerdan, no comparten armonía; por ejemplo: sé que apropiarse de dinero público es perjudicial y me apropio. Ahora bien las causas de esta última conducta, bastante generalizada, presuntamente, en el PP, dadas las circunstancias en las que parece que se han desarrollado y extensión en el tiempo en que se ha dado y número y variedad de personajes que, presuntamente, pueden estar implicados, como consecuencia de los dos primeros elementos, se puede hablar de inconsistencias lógicas al soportar los dirigentes del PP, creencias contradictorias: saben que apropiarse de dinero público perjudica y saben que se está dando el caso; pero también se puede hablar de una falta de adecuación entre la conducta como partido político y la convención social que no considera normal tales conductas. Pero no se agotan aquí las opciones, por cuanto perfectamente se ha podido dar una actuación contradictoria con actitudes previas, lo que supone actuar de forma diferente a su propia forma de pensar (contemplando las actuaciones del PP, desde que Rajoy se hizo con el poder, contradiciendo todo cuanto había proclamado y prometido, perfectamente podría tratarse de algo bien implantado en el PP, que ahora aflora de forma más descarada). También podría tratarse de una actuación contradictoria, no solo con actitudes previas, sino con actuaciones previas, aunque en este caso ya estarían obligados a demostrar algo más, que hasta ahora se han preocupado muy mucho de ocultar, su pasado, su auténtico pasado, de forma que no sabemos muy bien muchos de los miembros del PP que es lo que hacían antes.

La salida de la incoherencia se puede racionalizar en términos de varios supuestos: 1) Puede deberse a una actuación contradictoria con las opiniones expresadas, dando un giro a las opiniones y reconociendo el problema crudamente, sin paliativos 2) Una actuación en contra de una actitud concreta que está contenida en una actitud más general; por ejemplo: si estoy convencido de lo perjudicial que es apropiarme del dinero público, y me he apropiado, actuó de una vez; 3) Relaciones con otras personas que mantienen actitudes contrarias a la propia, es decir, todos los españoles, salvo los implicados del PP tienen ideas completamente contrarias a las mías, tengo que actuar.

Finalmente, la disonancia se producirá en la medida en que el concepto de sí mismo que tiene sea bueno, en relación al comportamiento en cuestión. La disonancia suele darse tras un comportamiento poco inteligente o inmoral y cuanto más comprometido sea con mayor intensidad. Rajoy, Cospedal y el coro que les secunda no tienen muchas opciones. Tendrán que elegir. La suerte está echada.

Quien no obra como piensa, termina pensando como obra