viernes. 29.03.2024

Profecías y alicates

“… Tampoco se olvidarán del penúltimo acto en Cuatro Vientos, donde una tormenta dejó sin voz y sin cruz a Benedicto. Pasarán días intentando descifrar el significado de dicha embestida divina, del día en que se les mojaron las hostias y tuvieron que deshacerse de ellas.

“… Tampoco se olvidarán del penúltimo acto en Cuatro Vientos, donde una tormenta dejó sin voz y sin cruz a Benedicto. Pasarán días intentando descifrar el significado de dicha embestida divina, del día en que se les mojaron las hostias y tuvieron que deshacerse de ellas. El Papa estará pensando que su evangelización puede interrumpirse en cualquier momento, Esperanza que su cupo de buenas estrellas se ha agotado y Rajoy pensará que no va a ganar las elecciones…”.

Esto es un extracto del último párrafo de un artículo que publiqué en agosto de 2011, en este mismo espacio, coincidiendo con aquella esperpéntica visita a Madrid del ahora

Papa emérito. Mis dotes adivinadoras, como es sabido, son nulas, y si en el caso de Ratzinger y Esperanza rocé la proeza, en el caso de Rajoy fracasé estrepitosamente.

Creo, no obstante, que si Rajoy leyera hoy mi errado presagio desearía que se hubiera cumplido, para no verse en el atolladero en que se ha metido, que no en el que lo han metido, que no es lo mismo.

Os acordáis de “¡Vaya tropa!” pues la tropa sigue existiendo y se amplía. ¿Quién es su cabecilla y quiénes son sus niveles y grados intermedios? Sin querer profetizar, que ya queda dicho que se me da medianamente mal, podemos esbozar una semblanza del más codiciado de todos y cuyo nombre no seré yo quien lo profiera, por si las moscas, porque si no se atreve a pronunciarlo ni el presidente del gobierno, sí ha dejado tartamudeando frases ininteligibles a la propia secretaria general del Partido Popular, la todo poderosa Cospedal y quitó de la palestra mediática a Floriano, digo que ¡No seré yo, el aprendiz de escribiente, quien lo haga!

Recuerdo situaciones en las que uno quisiera ser creyente para implorar a Dios, para pedirle salir de un atolladero, con la promesa de no volver a meterse en líos o en situaciones escabrosas. Este es un caso típico, en el que más de uno y de una están rogando escapar por sus huevos o por sus ovarios, ya que a dicho señor, cuyo nombre, por justificado miedo, ya he dicho que no quiero pronunciar, le supongo unos alicates modelo pulpo con las que agarra y aprieta en sus atribuciones más íntimas, al son de los acontecimientos y las comparecencias.

No sé hasta qué punto van a poderse aguantar unos la respiración entre plegaria y exhortación y el otro manteniendo la mano apretada, pero lo evidente es que lo que está ocurriendo es algo gordo, muy gordo, que puede afectar profundamente las estructuras del Estado y remover hasta los cimientos del país que, hasta hace poco, parecía el modelo a emular. No merecen tanto castigo las maltrechas gentes que ya sufren, y de que modo, las embestidas de la mal llamada crisis, de la que ellos no tienen ninguna culpa. No es lo mismo ser causa de los descalabros que pagarlos, la sociedad no olvidará.

No soy muy dado para los consejos, pero en este caso sí le daría alguno a quien quiera escucharlos porque hasta a mí me han empezado a doler los cataplines: devolver la paga extra a los funcionarios, subir los salarios, bajar el IVA y los precios, hacer caso a los agentes sociales. Simplemente, cumplir lo que se prometió en la campaña electoral, y de paso, si se me permite ¡Destituyan de una vez por todas a Ana Mato! total no se va enterar.

Profecías y alicates