viernes. 29.03.2024

Pan, rigor y fantasía

Los más talluditos (y las talluditas) recordarán aquellas películas italianas de los años cincuenta, que comenzaron con la que llevaba por título “Pan, amor y fantasía”...

Triste país este, donde demasiados niños se llevan al colegio un bocadillo de pan con fantasía, habiendo sueltos y bien nutridos tantos “chorizos”

Los más talluditos (y las talluditas) recordarán aquellas películas italianas de los años cincuenta, que comenzaron con la que llevaba por título “Pan, amor y fantasía”, dirigida por Luigi Comencini en 1953, y dieron lugar a una pequeña serie, que mostraba la evolución del cine italiano desde el neorrealismo menos crudo o rosa hacia el cine de costumbres y la comedia romántica, a medida que los años más duros de la postguerra iban quedando atrás.

Además de a las intenciones del otoñal brigada del cuerpo de carabineros (Vittorio de Sica) de seducir a bellas mujeres (para casarse), como Gina Lollobrigida, Sofía Loren en “Pan, amor y…” (Dino Risi, 1955), o Carmen Sevilla, en la réplica española “Pan, amor y Andalucía” (1959), la fantasía aludía no al asunto del “amore” sino de “mangiare”: a un bocadillo de pan con nada, de pan con pan; de pan con la fantasía del consumidor, que podía imaginarlo relleno de las viandas más sabrosas. Aún eran años de hambre en Italia, y por supuesto en España, donde a alguna lumbrera del régimen se le ocurrió quitar el hambre con bocadillos de carne de delfín y donde, desterrado ese invento del TBO, las cartillas de racionamiento estuvieron vigentes hasta 1952, aunque hubo que esperar más de una década para empezar a notar lo que luego se llamó “el milagro económico español”, que fue verdaderamente milagroso, dadas las entendederas de quienes entonces nos gobernaban (los parientes de estos que lo hacen hoy) y que se debió sobre todo al esfuerzo de la población asalariada, léase pocos derechos y mucha explotación, porque así se llama el arte de sacar el jugo a los currelantes. 

Pues bien, aquellos días lejanos han vuelto. Tras unos años de portentoso desarrollo económico, que, según los augures, nos habrían de sacar del rincón de la historia y colocarnos entre los países de cabeza de la Unión Europea, hemos alcanzado una situación que parece de postguerra y vuelve otra vez la fantasía para reemplazar las carencias de lo más necesario.

En Cataluña, una madre ingeniosa acaba de inventar el bocadillo mágico, el bocadillo de pan con pan, de pan con aire; el bocata de pan y miga, pero lleno de imaginarias posibilidades; una emprendedora, pensarán en el Gobierno. Pero no es sólo en Cataluña, Andalucía, Extremadura o Canarias donde hay chavales que pasan gazuza, también en Madrid, capital del neoliberalismo hispano, y en otras comunidades, en las cuales han sido las maestras y los profesores quienes han advertido que hay niños que llegan al colegio sin desayunar o habiendo cenado la víspera sólo un vaso de lecho con colacao, y que hay no pocos niños que la única comida del día que merece tal nombre es la que hacen en el comedor del colegio. Y eso cuando aún subsiste tal servicio, porque en muchas escuelas se ha suprimido con los recortes. Hay que preguntarse qué sucederá con la alimentación de estas criaturas cuando lleguen las vacaciones de verano, que están a la vuelta de la esquina.

Con esta dieta obligatoria para pobres, que refuerza las medidas de austeridad para los austeros, el neoliberal gobierno de Rajoy intenta superar a Margaret Thatcher, su musa preferida, que siendo ministra de Educación ordenó suprimir el vaso de leche que se daba a los niños en los colegios públicos británicos, lo cual le valió el popular remoquete de “Maggie Thatcher, milk snatcher” (ladrona de leche).

No puedo adivinar qué apodo popular recibirá el ministro de Educación por esta reinterpretación de la dieta mediterránea, aunque se me ocurren bastantes palabras para calificar su conducta, pero lo cierto es que la idea de fomentar el ayuno y la abstinencia no parece ajena al credo católico, que, por insistencia de la Conferencia Episcopal, quiere introducir el señor Wert en el currículo escolar.

Mientras tanto, unos y otros ministros y el propio Jefe del Gobierno, a falta de un relato coherente y honesto sobre lo que sucede y lo que previsiblemente va a suceder, recurren también a la fantasía de que hemos tocado fondo y de que se atisba el final de la crisis, pero recomiendan más rigor -ya está a la vista la rebaja de las pensiones- y más paciencia, pero “pa’ciencia” no hay, tampoco “pa’cultura”, ni “pa’educación” y “pa’investigación”, como decía una ingeniosa pancarta callejera; pero hay “pa’bancos” y “pa’sobres”, muchos sobres.

Triste país este, donde demasiados niños se llevan al colegio un bocadillo de pan con fantasía, habiendo sueltos y bien nutridos tantos “chorizos”. 

Pan, rigor y fantasía