miércoles. 24.04.2024

Mejores ciudadanos para mejores partidos

El sistema de partidos, mientras no se ponga encima de la mesa, una solución más plausible, sigue siendo el único procedimiento para articular la democracia representativa.

Es harto frecuente, en los complicados momentos que atravesamos, tropezar con escépticos. Si se ojean las manifestaciones incrustadas en los cientos de e-mails, que propulsan por la red los muchos descreídos que existen hoy del entorno político, que hacen de aquélla pasto del descrédito del sistema político, se puede reparar que estamos a milímetros de cuestionar la propia Democracia. Porque, si aceptamos que la política operativa la hacen los políticos, (aunque la POLITICA la hagan todos los ciudadanos, sin excepción, incluidos los que optan por afirmar que no son políticos, pero solo con el hecho de adoptar esa opción, ya la abrazan), hablar, denostar, repudiar a los políticos, sin excepción, generalizando, es situarnos a milímetros de la delicada y sutil frontera que puede despeñar la propia democracia. Y esto son palabras mayores.

En casos, se ha ido más allá de limitarse a hacer patente el descontento y, como ocurre en Italia en estos momentos, se lleva al propio concepto de Estado a la difícil y comprometida tesitura de situarle al borde de la existencia, sin necesariamente remediar ninguno de los males que le aquejaban sino, incluso, pudiendo propiciar una peor solución de la que disfrutaban. Probablemente, el sistema de partidos, mientras no se ponga encima de la mesa, una solución más plausible, sigue siendo el único procedimiento para articular la democracia representativa e, incluso, posibilitar una democracia cada vez más directa, si las voluntades de los dirigentes son lo suficientemente audaces para entender, traducir y disponer los cambios que la ciudadanía exige y los medios tecnológicos actuales posibilitan. Para ello, la primera exigencia para con los dirigentes es que sean demócratas. No es una tautología, por cuanto, en ocasiones, el burocratismo imperante o la propia ideología, desvía los objetivos y las denominaciones pasan a ser nominales, carentes de significado. Y todo esto tiene sentido, siempre y cuando estemos persuadidos de que la democracia, además de abrazarla, hay que practicarla, sentirla y vivirla, haciéndola operativa, extendida, aplicada y perfeccionada. Y los partidos políticos, hoy por hoy, son los únicos acreditados para ello.

Por otro lado, las inquietudes ciudadanas pueden encauzarse para obligar a los Partidos Políticos a reconducir sus estructuras, objetivos y planteamientos para acomodar lo que los ciudadanos requieren en los nuevos tiempos. Porque, los afiliados a los Partidos Políticos, son ciudadanos, algunos de los cuales militan, también, en los movimientos ciudadanos que pretenden la transformación. Y si no militan en ambos frentes, están situados, suficientemente próximos a ellos, como para lograr vencer las inercias de todo grupo humano inscrito en ese complicado entorno que es regirse por la racionalidad. Ello exige sensatez, ideas, decisión y capacidad de materializar un deseo en algo operativo. También esto exige de los ciudadanos la firme convicción de que quieren lograr algo, más que dinamitar otra cosa.

Al final, las reflexiones nos llevan de la mano a enfrentarnos con que, ahora más que nunca, se requiere de unos ciudadanos mejor preparados, dispuestos y convencidos de que su papel activo en el devenir histórico del momento, es decisivo para encontrar soluciones democráticas. El devenir de los acontecimientos ya ha evidenciado, sobradamente, que la soberanía popular y el sistema democrático, hay que defenderlos, que la inercia no necesariamente los mantiene, ni mucho menos mejora las cotas alcanzadas; que la libertad, la igualdad de los seres humanos, independientemente de la raza, sexo o religión o la separación de poderes o la oposición al despotismo religioso o la proclamación de la libertad de conciencia, o la libertad de enseñanza y de pensamiento, ni están asegurados, ni por más leyes que los recojan, resultan intocables.

Los hechos con los que la actualidad nos sorprende con frecuencia, nos enfrentan con la miseria de unos derechos fundamentales socavados, cuando con cualquier excusa se ampara su recorte. La Justicia vuelve a estar en el frontis de la escena cotidiana, al desvirtuarla con arbitrariedades impropias de una sociedad democrática; el derecho de reunión si molesta al gobierno establecido, deja de entenderse como factor de progreso, leyes delicadas como la de Habeas Corpus, llegan a ponerse en entredicho, al menos verbalmente. Pero todo ello tiene en común el delicado desplazamiento del fiel de la balanza, que se aleja de considerar que la libertad es el fundamento del derecho y principio inspirador del mismo, inexcusable, intocable e intangible, solo limitada por el derecho del otro y enriquecida con la solidaridad que la extiende con la voluntad de compartir con los demás las mayores cotas de bienestar posibles. Porque al final, eso es la POLITICA, propiciar bienestar a todos: grandes y pequeños, mujeres y hombres, y un largo etcétera de elementos duales que no solo soslaya, sino que integra y potencia

En suma, los tiempos que vivimos requieren, no solo políticos ejemplares, sino también ciudadanos comprometidos con un trabajo riguroso, progresivo, profundo y constante, es decir mejores ciudadanos, capaces de imponer la fuerza de la razón y la tolerancia y erradicar todo fanatismo, integrismo y racismo o conducta xenofóbica. Si la economía, la sanidad, la educación, etc. se movieran con estos presupuestos, este país, que es grande, no encontraría limitaciones a acrecentar la riqueza pública y el bienestar que supone para los ciudadanos, desde una gestión justa y equitativa, inspirada en la libertad de la persona como eje central que no admite matices.

El progreso de la Ciencia y la Tecnología hace posible hoy lo que la distancia y el tiempo han impedido anteriormente. Hoy las comunicaciones han fulminado las distancias y los tiempos; la producción mundial de alimentos ha desarbolado los problemas de acceso a los mismos, convirtiéndolo en un problema de voluntad lo que hasta ahora era incapacidad; la lucha contra las enfermedades ha logrado ampliar significativamente nuestra esperanza de vida; hoy es posible la producción de energía limpia, es cuestión de voluntad; hoy sabemos, conocemos y podemos plantear una decidida lucha contra la erosión del medio ambiente y favorecer la diversidad, etc. ¿Los ciudadanos y los Partidos Políticos no pueden actualizarse? Claro que si y lo intentan; no todos, claro está; el Partido Socialista está en ello. No es fácil, por supuesto. Es el camino. En todo caso, mejores partidos para mejores ciudadanos y mejores ciudadanos para mejores partidos; esa es la clave de la armonía, esa es la exigencia.  

Mejores ciudadanos para mejores partidos