viernes. 19.04.2024

La política, los políticos, las organizaciones y los movimientos ciudadanos

La Política es el arte de proporcionar a los ciudadanos todo aquello que contribuye a su bienestar. 

La Política es el arte de proporcionar a los ciudadanos todo aquello que contribuye a su bienestar. Con esta premisa que fija el objetivo, ahora podemos analizar los requisitos para que pueda tener lugar y las condiciones que impone para su organización y gestión. Considerar que la política es la gestión de los conflictos entre los grupos que compiten y coexisten en un colectivo que se configura en un territorio es minusvalorar y constreñirla hasta límites insoportables y ceñirla a aspectos prosaicos que pueden tener, estrictamente un carácter técnico.

El perfil del ejercicio de la Política no puede limitarse a los políticos, entendidos estos como los que en un momento dado ostentan la representación que les han otorgado los ciudadanos a través de las urnas, para desarrollar un programa, expuesto y votado en un proceso electoral. La Política la ejecutamos todos los ciudadanos, en mayor o menor grado, en cualquier instante y en cualquiera de los niveles posibles de ejecución. Otra cosa es que, precisando dedicación el ejercicio de la política, tenga que descansar en los profesionales, remunerados ajustadamente por la labor que la sociedad les encomienda, el ejercicio de los procesos políticos que tengan lugar. Pero confiar exclusivamente a los políticos en ejercicio la labor Política, es limitar conocimiento, posibilidades y  alternativas, que tornan el proceso en indeseable para la propia Sociedad. Del mismo modo, la permanencia en el ejercicio del poder durante más tiempo del ajustado a las cualidades que como persona deben configurar el perfil del político, es desaprovechar la corriente de frescura, nuevas aspiraciones y más profundos conocimientos que aportan los relevos.

Los actores de la Política son todos los conjuntos de personas, reunidos por objetivos comunes, que intentan ejercer su influencia en el colectivo para defender sus intereses: sindicatos, empresarios, organizaciones de interés, organizaciones no gubernamentales, asociaciones con fines lucrativos o no, plataformas generales o específicas. Todos ellos pretenden participar de forma activa para lograr los beneficios relativos a su interés asociativo. Y, naturalmente, el terreno común de los intereses se resiente de las tensiones que unos y otros provocan y/o sufren cuando son contrapuestas. Aquí es donde resplandece la Política, por cuanto, no limitándose a resolver los conflictos, debe establecer objetivos de interés general, común y beneficiosos para la sociedad en su conjunto. Ahí está la nobleza de la Política, su naturaleza altruista en particular e interesada en plural, para todos y los fuertes requerimientos que impone como cualidades y capacidades para convencer de que los objetivos a alcanzar en un momento determinado son unos concretos y que esos son los convenientes.

Los recursos no permiten, nunca, satisfacer todas las necesidades de un colectivo y menos de una sociedad en su conjunto. Hay que establecer prioridades. Inteligencia, habilidad y buen hacer son precisos para que las decisiones a adoptar sean las correctas, en tiempo y en forma. Los intereses encontrados pueden pretender hacer valer su influencia en términos cuantitativos de los diversos colectivos. Pero la Política no puede dudar ni un instante que lo prioritario es el interés común. Que la forma de establecer las prioridades responde a una escala de valores que legitima las actuaciones. Que no solamente puede valorarse el interés económico o grupal, por cuantioso que este sea. Que no se puede renunciar a aspectos fundamentales, por más que se vean deterioradas las actuaciones en otras parcelas. Solamente desde el convencimiento de que el orden para ejercer la política viene marcado por las necesidades de las personas, se pueden preservar los derechos fundamentales como tales. Tan importantes resultan ser las ventajas atribuibles a una determinada actuación, como los inconvenientes que soslaya o que ocasiona, según el caso. Un mix al 50% no garantiza la corrección de una decisión, se precisan más argumentos para la consistencia.

Así pues, una cosa es la implicación política y otra bien distinta la dirección política. En la primera todos estamos implicados, todo el tiempo y en todas las actuaciones. Mal hará su trabajo un gobierno, a cualquier nivel que consideremos, de no tener en cuenta a todos los colectivos ciudadanos en relación a cualquier iniciativa que adopte. Por complicado que pudiera resultar la identificación de los actores, bien harían los gobiernos en aclararlo, por ser un ejercicio de transparencia, de responsabilidad y , en suma, de indicador de la calidad democrática de una sociedad. Aquí se evidencia que en las actuaciones políticas intervienen muchos actores y las responsabilidades, con harta frecuencia, están repartidas y se debieran clarificar, con objeto de que la ciudadanía pudiera valorar más ajustadamente las implicaciones de las consecuencias de las iniciativas políticas. Esta política es intrínsecamente humana, cotidiana, usual. Probablemente es un buen indicador de la democracia.

Pero otra bien distinta es la dirección política, que no se limita a la resolución de conflictos o regulación de intereses, que bien pudiera interpretarse como cuestión puramente técnica. La dirección política organiza, propone y compromete en alcanzar unos objetivos, consecuencia de la preparación, conocimiento y disposición de los miembros del colectivo que agrupa, en lo que hemos dado en denominar Partido Político, a las personas que van a llevar a cabo la consecución de los objetivos propuestos. Su forma de hacer, de tomar las iniciativas y de resolver los conflictos implicarán, en consecuencia, a todos los actores democráticos. Solamente de este modo se pueden alcanzar beneficios colectivos.

Los movimientos ciudadanos tienen la limitación de aspirar a lograr aspectos parciales y nunca salvaguardan el interés general en todas sus vertientes. El sistema democrático tiene sus propios resortes para solucionar los conflictos derivados de desviaciones en el cumplimiento de programas y propuestas de los partidos políticos. El voto es la forma de que el sistema se entere, rectifique y replantee objetivos y forma de alcanzarlos. Los movimientos ciudadanos son indicadores que deben servir para reorganizar los partidos políticos que son los que articulan la política y mantienen la opción de que una Sociedad pueda alcanzar el progreso. Italia acaba de dar una lección. No hay que olvidar que fue la cuna de nuestra civilización, heredada de los griegos y asentada con carácter universal. Los italianos son los depositarios. Pepe Grilo pretende, como movimiento de contestación, disolver el sistema. Las palabras mayores, son que el sistema es la democracia, que no podemos olvidar que es el menos imperfecto de los sistemas de gobierno conocidos, hasta el presente. Hay que mejorarla, actualizarla, perfeccionarla, pero su disolución sin alternativa explícita es tan locura como aceptar las situaciones a las que nos han llevado algunas malas prácticas democráticas. Mal harían los movimientos ciudadanos si no reconducen sus energías a mejorar, perfeccionar y refundar, si es preciso, los Partidos Políticos que articulan la vida pública y la Política con mayúsculas, también. Sin olvidar que, como las actuaciones políticas se ejercen desde todas las organizaciones que conforman la Sociedad, deben ser todas ellas objeto de mejora, perfeccionamiento y refundación si es preciso.

La política, los políticos, las organizaciones y los movimientos ciudadanos