viernes. 29.03.2024

La izquierda y Europa

En una misma semana, la Unión Europea nos envía señales contradictorias. Una de cal, la sentencia del Tribunal de Luxemburgo que dictamina que la legislación española sobre ejecuciones hipotecarias y desahucios no es respetuosa con los derechos que las directivas de la UE y reconoce los ciudadanos como usuarios.

En una misma semana, la Unión Europea nos envía señales contradictorias. Una de cal, la sentencia del Tribunal de Luxemburgo que dictamina que la legislación española sobre ejecuciones hipotecarias y desahucios no es respetuosa con los derechos que las directivas de la UE y reconoce los ciudadanos como usuarios. Otra de arena, el acuerdo del Eurogrupo de la zona Euro por el que se pretende que los ciudadanos chipriotas paguen vía impuestos el rescate de los bancos de Chipre, o sea de sus acreedores internacionales.

Este hecho me permite reflexionar sobre uno de los grandes retos que tiene la izquierda. Ofrecer a la ciudadanía un proyecto nítido sobre Europa. La crisis, la incapacidad de las instituciones para hacerle frente, las injustas y suicidas políticas de austeridad están debilitando la legitimidad de la política, las instituciones y todos los instrumentos colectivos de nuestra sociedad. Y el proyecto europeo es uno de los primeros damnificados, por errores propios, por la culpabilización que la UE están haciendo los gobiernos de los estados y también por el interés de los poderes económicos de desmantelar cualquier estructura de poder que pueda hacer de contrapeso político una globalización que ellos quieren sin reglas ni contrapoderes sociales.

Durante esta crisis, la institución más genuinamente europea para que se la única elegida directamente por los ciudadanos, el Parlamento Europeo, está siendo despreciada por los gobiernos de los estados miembros. Gran parte de las decisiones se toman en los Consejos Europeos, que son la suma de los 27 estados miembros. Incluso todo cuando, como en el caso de Chipre, la decisión la toman los Ministros de Economía de la zona euro, constituidos en Eurogrupo. Pero ya se encargan los gobiernos europeos de descargar sus responsabilidades en otros. Incluso cuando, como en el caso de Chipre, la decisión la toman por consenso los ministros de Economía de los 27 gobiernos, constituidos en Consejo Europeo, Así, en el imaginario colectivo, Europa aparece como la responsable de las medidas que imponen sacrificios injustos y sufrimientos inútiles. Y los gobiernos de los Estados como sujetos pasivos de estas barbaridades.

Por otra parte, se conoce poco el papel que la legislación europea juega en la defensa de los ciudadanos europeos, en ocasiones desprotegidos por su legislación estatal. En menos de un año el Tribunal de Luxemburgo ha dictado varias sentencias, todas ellas beneficiosas para los ciudadanos. Dos, que reconocen el derecho a disfrutar y no perder las vacaciones cuando éstas coinciden con períodos de baja médica. Otra, que obliga a España a computar las cotizaciones de los contratos a tiempo parcial de forma no discriminatoria para estos trabajadores, mayoritariamente mujeres. Y una última que obliga a España a tener presente las cotizaciones de trabajadores emigrantes de terceros países realizadas en otro país de la UE. En estos momentos la última línea de resistencia legal para evitar el despido libre sin controles que ha impuesto la reforma laboral del PP, la tenemos en la Directiva de la UE sobre este tema. Y espero que pronto podamos disfrutar de jurisprudencia que, interpretando esta normativa europea, ponga límites al poder absoluto que la reforma labora otorga a los empresarios.

En resumen, ni todo lo que viene de Europa es negativo. Ni los muertos que se cargan en Europa son siempre responsabilidad, sino que tienen en las políticas conservadoras los grandes responsables.

Ante esto la izquierda tenemos la responsabilidad de hacer un buen diagnóstico y ofrecer un proyecto europeo a la ciudadanía. Un proyecto que incluya una denuncia nítida de las salvajes políticas intergubernamentales que se toman en el marco de la y una denuncia de las carencias democráticas y sociales del proyecto europeo.

Pero también un proyecto de izquierdas que no se olvide de destacar lo que es lo esencial. Si la ciudadanía europea quiere recuperar su soberanía política frente unos poderes económicos encantados con una globalización sin reglas ni contrapoderes y unos mercados financieros que se han convertido en los reguladores de facto de las relaciones económicas y sociales, Europa es el espacio para hacer ello y el proyecto europeo el mejor, quizá el único, instrumento real a nuestro alcance.

En el siglo XXI la soberanía política de la ciudadanía o se recupera en el escenario europeo o no se recupera. La izquierda sólo es viable en Europa en el siglo XXI con un potente proyecto europeo.

La izquierda y Europa