jueves. 28.03.2024

La guerra mundial de la deuda

El pasado día 18 de este mes, el Banco Internacional de Pagos (BIP) actualizó unas series históricas sobre la deuda privada de cuarenta países. Los datos se refieren al sector privado no financiero que incluye a las empresas, hogares e instituciones sin ánimo de lucro y están tomados desde diferentes años de partida según los casos y después de haber tratado de homogeneizar las diferentes formas en que se han generado las deudas.

El pasado día 18 de este mes, el Banco Internacional de Pagos (BIP) actualizó unas series históricas sobre la deuda privada de cuarenta países. Los datos se refieren al sector privado no financiero que incluye a las empresas, hogares e instituciones sin ánimo de lucro y están tomados desde diferentes años de partida según los casos y después de haber tratado de homogeneizar las diferentes formas en que se han generado las deudas.

Sorprendentemente, estos datos han pasado muy desapercibidos en los medios de comunicación a pesar de que son sencillamente escalofriantes y que, al menos desde mi punto de vista, llevan a dos grandes conclusiones. La primera, que el énfasis que se pone habitualmente en el peligro que supone la deuda pública (sin despreciarlo) es una cortina de humo para ocultar el principal cáncer que asola a la economía capitalista, y que es la deuda privada. Y la segunda, que este cáncer es tan grande que hace completamente insostenible al sistema porque éste no será capaz ni de amortizarla ni de hacerla desaparecer graciosamente.

De los datos que proporciona el Banco Internacional de Pagos para los diferentes países se pueden extraer resultados como los siguientes:

- La deuda privada de Estados Unidos (cuyo PIB es de unos 16 billones de dólares) era de 24,98 billones de dólares (millones de millones) a 30 de septiembre de 2012. Según los datos del BIP, este volumen de deuda es el doble del que había hace tan solo nueve años.

- La deuda de los países de la Eurozona computados era de 15,70 billones de euros (frente a un PIB de 8,7 billones) en la misma fecha, y también se ha duplicado en los últimos nueve años. El Reino Unido, que tiene una deuda privada total de 3,1 billones de libras (PIB de 1,4 billones), solo ha necesitado 7 años para duplicarla.
Por otro lado, los datos muestran que la evolución de la deuda en la inmensa mayoría de los países presenta algunas características comunes:

- La deuda privada en relación con el PIB ha aumentado extraordinariamente en casi todos los países, de representar alrededor del 50% del PIB en los años 60 o 70 del siglo pasado al 300% o incluso más de la actualidad.

- Aunque el porcentaje que representa el crédito que proporcionan los bancos sobre el total ha disminuido mucho a lo largo de los últimos años sigue teniendo una gran presencia junto al que proporcionan otro tipo de entidades financieras no bancarias.

- Finalmente, los datos del BIP señalan que el crédito a los hogares, que tradicionalmente era mucho más bajo que el que reciben las empresas, aumenta mucho en los últimos años, lo que claramente refleja la pérdida continuada de poder adquisitivo que hace que el recurso al crédito sea cada vez más necesario en mayor número de familias de casi todos los países.

Pero, sin duda, lo que merece una mención especial es la magnitud de la deuda que se está acumulando que ya es materialmente impagable. Así es; no hay posibilidad ninguna de que el sistema la absorba en la cantidad tan inmensa que ha alcanzado. No puede haber ingresos suficientes para pagarla sin que colapse el sistema capitalista.

Seguramente, muchas personas pensarán que no tiene sentido que los bancos y las entidades financieras en general sigan generando constantemente esos volúmenes tan grandes de deuda, que como hemos visto se duplican cada 7 o 9 años, sabiendo que no la van a cobrar nunca. Pero sí lo tiene y es muy importante conocerlo.

El secreto consiste (como hemos explicado Vicenç Navarro y yo en nuestro libro Los años del mundo. Las armas del terrorismo financiero, Espasa 2012) en que los bancos crean la deuda desde la nada, simplemente realizando meras anotaciones contables. Por tanto, no les cuesta nada generarla. Y, sin embargo, esa deuda está asociada a los intereses (es decir, a una retribución que pagamos a los bancos por darnos dinero que crean de la nada), de modo que los bancos siempre tienen un retorno suficiente como para obtener beneficios impresionantes y convertirse en los dueños del mundo sin necesidad de que se devuelva la totalidad de la deuda que han creado. Solo les basta con emitirla sin parar.

Gracias a los intereses, la deuda se autoalimenta: se necesita cada vez más deuda para pagar la deuda anterior. De hecho, la inmensa mayor parte de la deuda gigantesca que registran los datos del BIP (como la de todos los países) es deuda que ha habido que suscribir para hacer frente a la deuda previa que han generado los intereses que ha habido que pagar por una deuda generada por los intereses de deudas anteriores… y así sucesivamente, formándose de ese modo la espiral que condena a la inmensa mayoría de la humanidad al empobrecimiento.

En la antigüedad las deudas eran uno de los orígenes de la esclavitud. Hoy día creemos que ya está abolida pero es mentira porque la deuda sigue convirtiendo en una especie singular de esclavos, esclavos de facto, a cientos de millones de personas y familias en todo el mundo. La deuda les quita la libertad y los condena de por vida, nos ata y convierte a las sociedades en verdaderas prisiones.

La deuda es la forma de la nueva guerra mundial que la banca libra sin haberlo declarado contra la inmensa mayoría de la humanidad.

Hay que acabar con eso. Hay que abolir la esclavitud de la deuda y sabemos lo que hay que hacer para ello: principalmente, terminar con el privilegio irracional e inmoral que permite a los bancos crear dinero de la nada cada vez que dan un crédito. Eso es lo que los lleva, en su búsqueda constante del máximo beneficio, a presionar de mil modos para que el modo de producir y nuestra forma de consumir dependa total y artificialmente del crédito, que es su negocio.

La guerra mundial de la deuda