viernes. 29.03.2024

Fracking… Stein

Lo último de lo último, sacar gas de esquisto, un hidrocarburo, de las entrañas de la tierra, de las capas abismales de piedra y pizarra que soportan la biosfera (pues la corteza terráquea es parte fundamental de la banda en la que se desarrolla el conjunto de los seres vivos). Se llama fracking y parece encantar al cogollo de los mandarines del negocio del petróleo y la energía.

Lo último de lo último, sacar gas de esquisto, un hidrocarburo, de las entrañas de la tierra, de las capas abismales de piedra y pizarra que soportan la biosfera (pues la corteza terráquea es parte fundamental de la banda en la que se desarrolla el conjunto de los seres vivos). Se llama fracking y parece encantar al cogollo de los mandarines del negocio del petróleo y la energía.

Si la utilización de hidrocarburos en forma de carbón, petróleo o gas ha sido siempre una cuestión crítica pero soslayada, pues su efecto cataclísmico sobre el ecosistema medioambiental global ha sido siempre minorado por la bondad de su utilización como fuente de energía,  la obtención de gas a través de una forma tan agresiva de expoliar recursos de la naturaleza ya desborda la ecuación que relaciona bienestar derivado del  consumo de energía con riesgo de quiebra de partes del ecosistema, sino de su totalidad.

Si, de manera metafórica, puede entenderse la energía y su utilización para reforzar el ciclo de la vida como un don, su uso indiscriminado por encima de su natural recuperación es el equivalente al reto de Prometeo arrebatando el fuego a los dioses y sufriendo la ira de los mismos por ello. Y Prometeo aún pudo contarlo, pues recibió la ayuda de titanes y otros seres fabulosos. Pero nosotros, pobre mortales, con el fracking estamos llegando a una situación límite. No arrebatamos el fuego del Olimpo, es el Olimpo completo lo que pretendemos llevarnos. Y por cierto ¿Podrá construirse en el Olimpo al amparo de la nueva ley de costas? Habrá que estudiarlo, aunque ahora que lo pienso, quizás podría levantarse un casino, dos… Bueno volvamos al gas de esquisto

El fracking y la apuesta decidida del Ministerio de Industria por esta modalidad de actividad de riesgo para obtener energía, tiene más que ver con la fatuidad y la perpetuación del estado de las cosas que con el reto prometeíco de restarle poder a los dioses para entregárselo a los hombres. Es la soberbia de algunos hombres y la avaricia de otros lo que hace que esta modalidad de extracción actúe como un reflejo de la impotencia dañina de hombres cegados por el poder. Tal y como el doctor Frankenstein forzó una vida artificial, así el fracking puede llegar a convertirse en el frackinstein, una existencia atrofiada, más adecuada para producir dolor incluso sin querer que auxilio o ayuda, y totalmente fuera de control una vez se desaten los acontecimientos imprevistos por la neurosis de sus creadores.

Ya hemos sido advertidos por los epífanos que en otros momentos apuntaron a Irak como el futuro del progreso. Ahora es en la fractura de las capas de pizarra donde subyace  el paraíso prometido y no hallados en los desiertos de Mesopotamia

A qué se debe esta furia irrefrenable por la obtención (si lo hubiere) de gas en las profanidades telúricas de la corteza terrestre. Hay una cierta lógica en la postura de las grandes compañías de energía. Esta modalidad requiere de grandes inversiones, aparataje tecnológico y capacidad de lobby, algo sólo a su alcance. Con ello obtienen un doble premio, actividad  en que invertir los enormes recursos de capital acumulados que no encuentran rentabilidad dado el estado de los mercados financieros. Y sobre todo perpetuar un modelo de negocio de la producción y distribución de energía que dominan desde finales del siglo XIX, pues la obtención de este tipo de gas en nada varía el modelo de negocio monolítica vigente de la energía fungible, no renovable.

Y es que el principal reto de la energía renovable a las grandes y monopolísticas empresas de la energía es sobre todo la posibilidad, al menos teórica, de invertir el modelo de negocio que permiten augurar las nuevas formas de producir y distribuir energía. Porque el oligopolio de la energía no se sostiene sobre su eficacia técnica ni sobre su irremplazabilidad, sino sobre el dominio de un modelo de producción y distribución de tipo uno a todos. Un mecanismo de aspecto embudo en el que los rendimientos de todo el conjunto se dirigen hacia unos pocos. Las reservas de las grandes petroleras y eléctricas sobre la energía renovable no se dirigen a su eficiencia o la rentabilización del esfuerzo para poner en marcha de manera masiva plantas de producción renovables, es que la lógica de la producción de energía renovable, de carácter plural, choca con los principios oligopólícos del uno para todos. A pesar de haberlo estudiado y haber realizado ciertas apuestas, las grandes compañías saben que la producción y distribución de energía renovable es demasiado porosa como para reproducir un monopolio como el basado en la producción de energía en centrales que queman carbón, gas o disuelven núcleos de uranio. Ni usted ni yo podemos tener en casa un reactor nuclear ni una turbina hidroeléctrica, pero si un panel fotovoltaico y/o un aerogenerador

No lo aceptamos, pero entendemos la postura de las grandes compañías oligopólicas, pero ¿quién entiende el fervor del Mº de Industria y de su responsable el sr Soria? ¿A que viene ese capote tendido de manera prematura a las exploraciones prospectivas? ¿Ganas de disponer de energía o ganas de agradar a los señores del petróleo?

Es para ponerse en plan adolescente y decirle al ministro: ¡no seas freaky* con el fracking!

* Freaky (del inglés, como fracking). Extraño, raro, inusual pero también lerdo, asocial inadaptado.    

Fracking… Stein