viernes. 29.03.2024

Fata Morgana

No se habrán percatado hasta ahora, pero entre nosotros vive una malvada y astuta agitadora de masas. Ada Colau se llama. Y ha pasado a ser para la prensa más derechista, la equivalencia de Fata Morgana, la bruja seductora que conspiraba contra el orden establecido en el mundo del Rey Arturo. Una mujer de aspecto tranquilo, con un poder extraordinario para impulsar la acción.

No se habrán percatado hasta ahora, pero entre nosotros vive una malvada y astuta agitadora de masas. Ada Colau se llama. Y ha pasado a ser para la prensa más derechista, la equivalencia de Fata Morgana, la bruja seductora que conspiraba contra el orden establecido en el mundo del Rey Arturo. Una mujer de aspecto tranquilo, con un poder extraordinario para impulsar la acción.

Al frente de una plataforma antidesahucios, está ganando el pulso al Gobierno y al complejo financiero al que sirve, que se revuelve desatando una campaña difamatoria de las que tiene por costumbre, acusándola, por boca de la delegada Cifuentes, de filoetarra.

No gusta Ada tampoco en algunos ámbitos domesticados del considerado pensamiento progresista. No les cae bien que les den una lección mientras se enredan en disquisiciones de alto nivel jurídico, cuando los más desesperados se estrellan contra el suelo, delante de los agentes judiciales.

Las plataformas han logrado un triunfo épico en el ámbito de la lucha social en Europa, mediante una fórmula anclada en la tradición del movimiento ciudadano español, combinando la reclamación ante organismos oficiales con la movilización en la calle y una eficaz política de comunicación, con resultados palpables: se están logrando parar cientos de desahucios injustos.

En vez de perderse en debates estériles sobre si son galgos o podencos los que desgarran nuestro Estado del bienestar, han recogido en tiempo record muchas más de las firmas necesarias para que el Congreso acepte a trámite su iniciativa legislativa contra los desahucios, forzando la mano al PP, que ha tenido que aceptar su debate a regañadientes.

Con formas de protesta como el  “escrache”, consistente en afear públicamente su conducta a los responsables del saqueo que estamos sufriendo, están consiguiendo un alto nivel de sensibilización y apoyo a sus demandas, sacando de quicio al mismísimo Rajoy, maestro del tancredismo, que en esto sí se muestra activamente amenazador, con el acompañamiento de todos sus corifeos mediáticos que echan espumarajos de odio, exigiendo mano dura con Colau y los suyos. ¿Qué esperaban? ¿De verdad se creían que la cosa siempre iba a ir de rigodón y pase misí, pase misá por la calle de Alcalá? ¿No ven que mucha gente ya ha llegado al límite?

Y como sus argumentos no cuelan, desde el poder vuelven a echar mano, última ratio, de las teorías conspirativas que todo explican en esta corte de truhanes, llena de ladrones de cuello blanco con cuentas en Suiza, damas simuladoras y trileros de alto copete, capaces de hacer desaparecer cajas de ahorro y resurgir como paladines del desarrollo económico. Aseguran que este es un montaje más del maligno alquimista. El Merlín delgado, calvo y con patillas que mueve los hilos misteriosos que alteran el buen orden de la tabla redonda, en la que se reparten los despojos de los derechos sociales que van arrebatando al pueblo, tras los años de espejismos (algunos también llamados fata Morgana) de una democracia que les pilló a contrapelo.

¡No entienden nada!

Ha habido, antes que Ada, otras mujeres que encabezaron la lucha contra la injusticia, como la que en los años treinta del siglo pasado se plantaba delante de las casas de obreros desahuciados para impedir que los guardias lanzasen a la calle los pocos trastos de quienes ya no les quedaba más que el día y la noche y que fue la pesadilla por decenios de la ultraderecha española: Pasionaria.

Surgirán, señores y señoras oligarcas, mil hadas que entrarán por las ventanas de sus despachos blindados o por las chimeneas de sus mansiones para denunciar que todo lo que está pasando, no es fruto del azar o la fortuna, tiene nombre y apellidos: los suyos.

Fata Morgana