viernes. 19.04.2024

Europa en decadencia

Desde que empezó la crisis y se empezó a desmoronar la cohesión social en los países del sur de Europa, la cuestión no es ya Bruselas en contraposición...

El pasado 4 y 5 de Junio se celebró en la meca de Europa el noveno Foro de Integración, en la sede del Comité Económico y social europeo. La preocupación del debate: los jóvenes y el empleo. Nuestra mayor constatación es que no falta legislación que promueva y proteja los derechos en Europa a sus ciudadanos, el problema es la falta de voluntad política para poner en marcha reglamentos y políticas coherentes. La interpretación en las trasposiciones en cada país limita muchas veces la voluntad del legislador o de la comisión.

Es lo que sucede ahora con la odiosa propuesta de Inglaterra, paranoica, de los “matrimonios de conveniencia” con menos de 1000 matrimonios por año de sus ciudadanos con personas de terceros países: Alemanía, Austria y Holanda. Ha ganado la idea de cuestionar los pilares de la UE, uno de los más importantes: la libre circulación de personas. El motivo, la xenofobia y racismo que carcome los valores supremos de igualdad y solidaridad, la disculpa de supuestos abusos en atención sanitaria, vivienda y derechos sociales en lo que Europa fue modelo en el pasado reciente, estos ya no tienen preeminencia y se dice sin rodeos.   

Afortunadamente la mayoría de los Estados miembros refutan el argumento. La comisión también rechaza la propuesta y la forma de hacerla. La realidad es que los países ricos quieren excluir a los europeos pobres y sólo los quieren como mano de obra, tal es el caso de venir a buscar jóvenes cualificados a España para afrontar los problemas de su mercado laboral. La extensión del concepto inmigración y toda su carga de discriminación extendida al resto de Europa y la exclusión de derechos sociales de sus pobres demandantes de derechos sociales, eso es ni más ni menos lo que pretende la Europa fuerte. Pisotear un derecho que surge con el tratado de Maastricht.  

El artículo 45 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea desarrollado en el Derecho derivado europeo y la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, establece que los ciudadanos de la UE tienen derecho a la libre circulación plasmada en: poder buscar empleo en otro país de la UE, trabajar en otro país sin exigencia de permiso de trabajo, residir en otro país por motivos de trabajo, permanecer en el mismo cuando hayan dejado de trabajar, recibir el mismo trato que los ciudadanos de ese país en lo que respecta al acceso al empleo, las condiciones de trabajo y las ventajas sociales y fiscales. Los ciudadanos de la UE también pueden transferir al país de nueva residencia derechos como la sanidad y de seguridad social.

Desde que empezó la crisis y se empezó a desmoronar la cohesión social en los países del sur de Europa, la cuestión no es ya Bruselas en contraposición a los gobiernos nacionales, ahora son los países de la rica Europa en contra de los del sur. La insolidaridad y el egoísmo es lo que caracteriza hoy por hoy a Europa, los ciudadanos se sienten desprotegidos por sus Estados, por eso está en decadencia. La ciudadanía ha perdido la confianza, es euroescéptica. Unos y otros quieren las instituciones europeas para defender sus intereses, desdibujando el proyecto común. La Europa de las dos velocidades ya no es un debate es una realidad.

La política nacional pierde peso, las decisiones de Europa son una imposición, pierden las democracias nativas, cada vez los ciudadanos deciden menos y no se ha sustituido esa falta de participación nacional por más democracia en Europa. Los gobiernos sean del signo que sean, imponen las mismas políticas. Europa empieza a representar sometimiento y pérdida de derechos para los ciudadanos, la sensación de que no hay forma de oponerse a ellas, desacredita a la política, a los partidos y las instituciones europeas y nacionales. Todos en el norte y en el sur están inconformes con Europa.

Se necesita una Europa que compense esa pérdida de democracia en los Estados, con partidos a nivel europeo, una que recupere los principios básicos y los valores de solidaridad e igualdad, una que no dé paso a los populismos y a las ideas más retardatarias de la ultraderecha. Una que cambie la tendencia del desanimo y desafecto por el entusiasmo y la confianza. A este ideal no podemos ceder.

Por eso una propuesta como esta de limitar la libre circulación divide más a los ciudadanos del norte y del sur, estos últimos sienten que el norte sólo los quiere como mano de obra, esa instrumentalización del ser humano sólo en su dimensión económica era propia para las personas de terceros países, pero cuando toca directamente a hijos y hermanos de familias necesitadas europeas que buscarán oportunidades en el norte y serán tratados como inmigrantes, será entonces, cuando se vea cuánto daño al ideal de libertad se ha causado con estos mensajes xenófobos, emitidos por responsables políticos de la opulenta Europa.

Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina, los dos partidos mayoritarios a los ojos de los ciudadanos se ven responsables de no tomar medidas para evitar o atenuar la crisis, en el ámbito nacional actúan de la misma forma, con poca democracia interna, hay una sentimiento de castigo. Los nacionalismos y populismos están al acecho. ¿Qué nuevas ideas deben alumbrar o renacer para evitar esta tendencia? ¿Cómo lograr que los esfuerzos se centren en que la solidaridad prime sobre los egoísmos nacionales? ¿Y cómo lograr más participación para sentir que es el proyecto de todos? De nada nos sirve conocer esta realidad, si los partidos europeístas no hacen nada para cambiarla y por cambiar ellos mismos.  

Europa en decadencia