jueves. 28.03.2024

Erótica

Sabe el ambiente a puñales. Porque los puñales brillan, destilan sangre caliente y salen de la herida dejando atrás el dolor del vientre descerrajado. Y uno, que va camino del amanecer, del primer café de la mañana, del trabajo o la oficina del paro, se topa de frente con ese olor acerado, con ese sabor de doble filo que chorrea por las paredes. Son los puñales colgados, avisos de oscuras tumbas. Fue en otros tiempos la erótica.

Sabe el ambiente a puñales. Porque los puñales brillan, destilan sangre caliente y salen de la herida dejando atrás el dolor del vientre descerrajado. Y uno, que va camino del amanecer, del primer café de la mañana, del trabajo o la oficina del paro, se topa de frente con ese olor acerado, con ese sabor de doble filo que chorrea por las paredes. Son los puñales colgados, avisos de oscuras tumbas.

Fue en otros tiempos la erótica. Cuando Felipe. Pechos y muslos al aire. Dejó de ser pecado la carne rosa de papel satinado, con gramaje de sexo, erección encuadernada, caricia desnuda sobre cuerpos desnudos. Y andábamos los españoles por las últimas filas de los cines, buscando labios y cinturas y blusas desabrochadas.

La erótica se echó a rodar. Hasta las alfombras persas subiendo escalinatas de Moncloa. Presidente traje a medida. Olvidada la pana porque un presidente debe lucir corbata italiana con zapatos a juego. Bajó del coche oficial la erótica. Presentaron armas los guardias de gala. Las manos presidenciales se entrelazaron con ella y caminaron por amplios salones, por dormitorios de lujuria, por bodeguillas embriagadoras. Y se quedó para siempre. Erótica del poder la llamaron.

Esa erótica es un imán omnipotente. Imposible despegarse de esa atracción ciega que ejerce. Se cuela como un torrente de vino, se instala en los cerebros del alma, inunda los caminos neuronales y se pierde por los vericuetos interiores.

Uno creyó en la vocación política como servicio brotado y repartido en la voluntad de entrega, de construcción de la ciudad terrenal, de mano tendida a los débiles, de interés en allanar caminos para achicar distancias y conseguir que la sociedad fuera humana y humanizante. Pero sabe a puñales el ambiente, a sangre caliente, a tumbas oscuras entreabiertas.

Se va arrastrando el país por las aceras. Docentes, enfermos, ancianos, funcionarios, sanitarios. No queda un estamento en pié. España repta sobre su propio vientre, sin verticalidad. Sólo horizontalidad humillada. El déficit, la deuda, los mercados, el ibex no sé cuántos aplastan. Y nuestros teóricos representantes dicen que a veces gobernar es infligir dolor, que es muy duro hacer frente a situaciones de crisis y luchar contra corriente. Pero ahí están. Sacrificados, en continuo holocausto, en inmolación perpetua, con la incomodidad de la incomprensión. Soportando la calumnia de que se financiaron ilegalmente porque todo lo que se dice es falso menos lo que no es falso, con viejos colegas muy queridos armados hasta los dientes, con contabilidades traicioneras, llenas las manos de favores antiguos que ahora son pólvora caliente.

Mariano Rajoy anda oculto, huyendo por los garajes, escondido en el bunker de sí mismo, convertido en plasma para que no le roce el grito del asfalto. No soporta la mirada de Europa, de Merkel. Menos aún la de los ciudadanos exigiendo escuelas, sanidad, justicia social. Pero ahí permanece sin ganar dinero (nos la ha echado en cara) abrazado por erótica al poder, acariciado por saludos marciales, por halagadores rodilla en tierra, por salvas de ordenanza porque es presidente-presidente.

Rajoy sabe de Esperanza. Conoce su habilidad con los puñales. Siente las espuelas en los ijares. Dejó la política para subirse al monte y romper el mar con la cabeza. Destierra a Mato, empuja a Bárcenas y los tira encima del Rajoy aplastado. Está punto de mostrar la cabeza presidencial cortada como un triunfo de caza. Rajoy ha divisado a Gallardón apostado desde hace mucho tiempo en el coto de aspiraciones. Feijóo al noroeste. Soraya coqueteando con P.J. Aznar ha levantado los ojos de su ombligo y empuja a Ana-alcaldesa a la academia de un foníatra experimentado y a la Real Academia para que le enseñen sujeto, verbo y predicado.

El poder entraña elementos erógenos. Se excitan como ataque y defensa. Son capaces de lealtad y adulterio. Consiguen la simultaneidad del amor y el odio. Esperanza es amante de una contabilidad custodiada en el portafolios de piel de Bárcenas, en el motor de un jaguar, en la primera comunión de un niño vestido de marinero-en-tierra. Regeneración, dice ella. Contra gürtel, dice ella. A lo mejor hay que eliminar hasta el tamayazo, dice ella. No se hizo antes, pero ahora hay que hacerlo porque lo dice ella.

Me da miedo que no sea vocación de entrega, de servicio, de ayuda a nadie. Me da miedo que todo se resuma en una actitud ovárico-testicular. Me estremece que simplemente sea erótica de poder.

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