viernes. 29.03.2024

El día en que mataron a Couso

Nunca olvidaré aquel día. El primer teletipo urgente en la pantalla del ordenador: Hotel Palestina bombardeado.

Nunca olvidaré aquel día. El primer teletipo urgente en la pantalla del ordenador: Hotel Palestina bombardeado. Su lectura en antena en los programas matinales. El alarmista titular de Fox News: Ataque al Hotel Palestina. Muerto un periodista español. La primera imagen: una fotografía tomada por Jerome Delay, de AP, que nos golpea de lleno cuando la vemos en Internet: Jose en una camilla, con un torniquete en la pierna, envuelto en sábanas ensangrentadas, y Jon Sistiaga acompañándole con un gesto que mezclaba ternura y máxima tensión.

Aquellos momentos se parecían mucho al caos que siguió al accidente de Gerda Taro. Un ser humano con el estómago reventado, una evacuación urgente, una intervención quirúrgica a vida o muerte, ciertas posibilidades de sobrevivir, una vida que va apagándose… Las lágrimas al conocerse la gravedad de su estado, que nos nublaron los ojos cuando estábamos concentrados en la elaboración de informativo del día. Y finalmente, el instante en que Juan Pedro Valentín, director de informativos, nos reunió en el centro de la redacción para confirmarnos su muerte. Nuestro sentimiento no era diferente al de tantos y tantos profesionales que han perdido compañeros mientras desempeñaban su trabajo. Desde las redacciones de Ce soir y Regards, cuando se conoció el accidente mortal de Taro, hasta el equipo de informativos de Antena 3, sacudido en lo más hondo por el fallecimiento en Haití de Ricardo Ortega. Y tantos otros.

Sufrimos en nuestras propias carnes el significado devastador de los conflictos, esos que interpretamos a distancia para el público en textos de treinta segundos. Comprobamos la impunidad con que se mata a los periodistas: nadie paga por su muerte, nadie es juzgado por atentar contra la libertad de expresión. Conocimos de cerca la impresentable actitud de los Gobiernos en estas situaciones, más preocupados por la repercusión en su imagen que por la muerte del reportero. El ejecutivo español se ajustó a esa norma general de funcionamiento destinada a mantener el tipo ante la ciudadanía y eximirse hipócritamente de toda culpa: “No está claro que fuera un tanque americano”, “el hotel era objetivo militar”, “la culpa es de los periodistas por estar en un lugar peligroso”, “la responsabilidad es de los responsables de los medios, que colocan a sus reporteros en situaciones de riesgo”, “lamentamos la muerte de un periodista, pero también las recientes muertes que han tenido lugar en el Congo; no hay muertes de primera y de segunda clase”, “estas cosas ocurren en las guerras” ¿Qué pensó José María Aznar cuando fue rodeado en el Congreso de los Diputados por cámaras y periodistas soliviantados por la muerte de Couso?

El inimaginable trago de identificar su cadáver en el hospital Ibn al Nafis. Como Rafael Alberti y María Teresa León frente al rostro exánime de Gerda en El Goloso. Como Gervasio Sánchez con Miguel Gil en un depósito de cadáveres de Freetown. Como Maruja Torres junto a Juantxu Rodríguez en Ciudad de Panamá. Después, el laborioso trámite de sacarlo del infierno y repatriarlo. Como Eric Hauck, que compró un coche en Sarajevo, le arrancó el asiento del copiloto y condujo toda una noche con el cadáver de Jordi Pujol a su lado.

Por último, la llegada de sus restos al aeródromo de Getafe, una gare d’Austerlitz sin otra militancia que la del corazón. Quienes formábamos entonces la redacción de Informativos Telecinco tendremos siempre en nuestra memoria la imagen de Jon Sistiaga cuando bajó del avión. Llevaba colgado al hombro el chasis destrozado de la cámara con la que trabajaba Jose cuando sufrió el impacto que le llevó a la muerte. Parte de nosotros se fue con él. Nuestra vida nunca ha vuelto a ser igual. 


Fernando Olmeda era editor y presentador en Informativos Telecinco en 2003.

(Texto incluido en el libro Gerda Taro. Fotógrafa de guerra. El periodismo como testigo de la historia (Editorial Debate, 2007)

El día en que mataron a Couso