viernes. 19.04.2024

Degradación de la madalena de Proust

La sabiduría popular es ese contenedor donde se recoge el destilado de centenares, sino miles de años, en los que la experiencia ha ido estableciendo referencias...

La sabiduría popular es ese contenedor donde se recoge el destilado de centenares, sino miles de años, en los que la experiencia ha ido estableciendo referencias, para no perderse. En forma de proverbios  (del latín proverbium, tipo de paremia o un enunciado sentencioso) o refranes (dicho popular y anónimo de carácter sentencioso que pertenece al género paremiológico,  especialmente adherido al sentido común), la experiencia, la observación, la reflexión lleva a enunciados de obligado cumplimiento. Las paremias, que engloban proverbios, refranes, dichos, axiomas, etc. incluyen en su definición la cualidad de transmitir una moraleja o un consejo. Es verdad, que no exentos de antónimos, tomada la frase como un todo, no solamente como términos integrantes, de forma que, siempre podemos encontrar que de otras experiencias, la sabiduría popular también dedujo refranes antónimos complementarios, los contrarrefranes, como reflejan estos brillantes ejemplos: “Las apariencias, engañan”, cuyo contrarrefrán nos dice: “la cara es el espejo del alma”, o estos otros dos contrarefranes: “al que madruga Dios le ayuda”, y su contrario “no por mucho madrugar, amanece más temprano”. ¿En qué quedamos? “Todos los excesos son malos” frente a “Lo que abunda no daña” Si aceptamos como incontrovertible alguno de ellos, el contrario nos desarbola el argumento. Así es la vida, rica y diversa, tan diferente como lo son las personas, múltiple, plural, con hechos diferenciales netos.

Esta variedad, no es óbice, sin embargo, para que algunas tengamos cosas comunes. Suficientes, como para justificar la vida en colectividad. Compartimos suficiente cosas como para que sea razonable estar juntos, vivir juntos, trabajar juntos y disfrutar juntos, bueno, claro está, morir, también juntos. Y es, en esta vida colectiva en la que se dan curiosas conductas, con explicaciones complicadas de entender. Todo acontece, como si hubiera una respuesta condicionada, por mucho que nos moleste que nos interprete el conductismo y que se resuciten los perros de Paulov. Probablemente, no es la teoría más fiel de la conducta humana, pero hay que aceptar que en su descripción se incluyen muchos elementos preocupantes y que se pueden constatar en el devenir de acontecimientos colectivos. Así, estableciendo el dicho de que “el comer y el rascar, todo es empezar”, se quiere significar que por mucho que veamos dificultades en algo, “andando se hace el camino”, todo es cuestión de decidirse. Algunos, desgraciadamente, practican esta conducta con demasiada frivolidad, ligereza y desparpajo.

Vistas así las cosas, reparemos en que, conforme nos hemos ido adentrando en la crisis, cada vez hemos sabido menos de ella, por muchos datos que hayamos recopilado sobre la misma. El FMI nos alentó, durante mucho, en una dirección, la austeridad como salida de todos los males. Reconvino, hace bien poco, que se había equivocado, de lo que se deduce que la dirección no era la apropiada. Pero vuelve a la carga reinterpretando nuestros males y prescribiendo más recetas en la misma dirección. El contrarefrán lo instala el mismo FMI, sin ayuda de nadie foráneo. Rajoy dice, cuando hablaba, aquello de que vamos en la buena dirección, aunque no sepamos, ni siquiera, hacia donde vamos, si es que vamos a alguna parte. Su Ministro de exteriores, dice, a las claras, que la austeridad no nos lleva en la dirección adecuada. Seguramente como el vocero de exteriores, pensarán en el PP, “lo oye poca gente”, no se molestaron, ni siquiera en desmentirlo, “a palabras necias, oídos sordos”.

Wert inició el ataque final contra los becarios; ataque que bien pudiera calificarse de exterminio, porque en torno a 3000 que no se han podido matricular, solo en la Complutense, y en torno a 85.000 que han podido perder la beca en España (contados de aquella manera) y un porcentaje que ronda el 50%, ya obliga a hablar de exterminio, y nada de pequeños retoques. Pero Wert confunde el “culo con las témporas” o “las churras con las merinas” o “la gimnasia con la magnesia” y aplica distinto criterio para valorar el acceso a las becas que para aceptar académicamente a un alumno. Aprobar es pasar, superar, evidenciar que se sabe suficiente para considerarse apto. ¿Cómo es posible que para acceder a una beca se pueda pedir una nota superior, como 6.5? Es decir, académicamente se pasa la asignatura, e incluso el curso, con el aprobado y ¿para solicitar la Beca no vale?. Esto solamente tiene una explicación y consiste en encarar el hecho de que el acceso a la beca no es un derecho, no es algo que supone igualdad de oportunidades y que los recursos de la familia son un elemento que discrimina entre las personas en su acceso al conocimiento. De ser ello un derecho, cualquier estudiante que demuestra rendimiento académico, cuyo mínimo está establecido en el aprobado de las asignaturas y el paso de curso, que es el baremo académico, que se sepa, vigente en la actualidad, está en disposición de obtener una beca para proseguir los estudios. ¿Qué tiene que hacer la Administración? Disponer de los recursos suficientes para que todos aquellos alumnos que lo soliciten y cumplan las condiciones, obtengan una beca. No puede interpretarse, esto, de otra forma. El Ministro Wert aplica otro criterio y dice que pedirle un mejor rendimiento a los estudiantes para que mantengan la beca, “no es nada del otro mundo”, es “obligarles a que se dediquen en cuerpo y alma a sus menesteres y que no se distraigan” ¡uff! Pero este hombre era sociólogo, o eso decían, ¿de qué estudios dispone para apoyar sus posiciones?  Si al final son los recursos de las familias las que garantizan el acceso al conocimiento, ¿de qué igualdad de oportunidades hablamos?

No piensen que se ha bajado del burro, simplemente, se ha visto presionado por los dirigentes del PP que, a nivel regional, están sufriendo, los embates de las gentes que protestan, también las del PP, a las que les deben, también, molestar que sus niños no obtengan la beca, es de suponer. A los Rectores, en cambio, el desprecio más absoluto ante sus reclamaciones. Lo cierto y verdad es, que dice que lo va a estudiar. Pero mientras lo estudia o no, cosa que debiera haberlo hecho con antelación, es más, incluso antes de acceder a Ministro debiera haber estudiado algo más de lo que lo hizo e improvisaría menos.

Hay que insistir, una vez más, en la carga ideológica que soporta todas estas medidas a las que nos someten, sin explicarnos nunca ni por qué, ni para qué, ni por cuanto tiempo, ni donde y cómo estamos. Al socaire de la crisis están emergiendo conductas con ribetes autoritarios, que tienen como fijación la disolución de derechos adquiridos, que se ven pulverizados.  No es posible que un estado democrático tenga tal debilidad como la que estamos evidenciando. Nos creíamos los reyes del mundo y todo se está disolviendo como un azucarillo. Introdujimos la madalena de Proust y se ha dedicado a revivir las estampas de la niñez, al tiempo que se sorbe nuestro café (el té para Proust) dejándonos en vacío. ¿Cuántos están en la madalena? ¿Cuanto va a dar de si la madalena? Probablemente aquí radican buena parte de nuestros males, el regreso al pasado, añoranza de tiempos pasados, tiempos perdidos, en el fondo deseados, para algunos. Se supone que con los tiempos, avanzamos, pero nada hay seguro, todo se puede perder en un minuto. ¡Qué poco duró la ley de dependencia!, por ejemplo.

Con qué infulas nos describen unos y otros lo que nos interesa. En Murcia, disfrutamos de una huelga del personal de limpieza de la ciudad Sanitaria Virgen de la Arrixaca (probablemente ya degradada a simple Hospital, es posible). La empresa acude a un concurso con una baja (seguramente temeraria) muy alejada de lo razonable. Las consecuencias no se hacen esperar, pretenden que lo paguen las trabajadoras que, a decenas, van a la calle, para rebajar el coste, aún a costa de un mal servicio, porque no es posible hacerlo bien con las reducciones que plantean. El resultado es que el hospital está hecho un vertedero y nadie parece darse por aludido de que tiene que resolverse la situación. Esto, igual que las demás conductas citadas, suponen una degradación de la sociedad que está asumiendo que aprovecharse de la situación a costa de las personas es un acto que no encierra una componente criminal, porque se está matando la esperanza de familias que siguen en pie a costa de mucho esfuerzo que, unos por otros, se está haciendo para poder comer tan solo. La madalena está chupando más de la cuenta. A costa de derechos de unos, se basan los beneficios de otros, menos, unos pocos. Y el Gobierno, los gobiernos, esperando que escampe, porque lo que es hacer, hacer, bien poco están haciendo. Y en algunos casos, mejor es que no hagan nada, que todavía es peor. Están abducidos por la procastinación, según la cual postergan lo que debieran hacer o atender, sustituyéndolo por otras actuaciones más irrelevantes o que les resultan más agradables. Pero la vida es lo que cuenta, para todos, no solo para algunos.

Degradación de la madalena de Proust