viernes. 29.03.2024

Corrupción y poder

El DRAE define corrupción como echar a perder, depravar, dañar, pudrir. Cualquier persona, en un momento determinado puede corromperse o caer en un acto de corrupción. Existe corrupción en todas las profesiones: en la sanidad, en la enseñanza, en el periodismo, en la administración, entre los peluqueros o los mecánicos… Sin embargo, la corrupción tiene los efectos definitivos cuando son las élites las que corrompen.

El DRAE define corrupción como echar a perder, depravar, dañar, pudrir. Cualquier persona, en un momento determinado puede corromperse o caer en un acto de corrupción. Existe corrupción en todas las profesiones: en la sanidad, en la enseñanza, en el periodismo, en la administración, entre los peluqueros o los mecánicos… Sin embargo, la corrupción tiene los efectos definitivos cuando son las élites las que corrompen.

Es habitual en las democracias occidentales encontrar corrupción. De hecho, la crisis actual tiene su origen en la corrupción de las élites cuando los grandes directivos de los bancos decidieron ofertar productos financieros, especulando con ellos, a clientes insolventes o personas que, por su inestabilidad, no podían devolver el dinero prestado. En España, las élites, sin ningún control de las autoridades financieras (el Banco de España) ofrecieron tal volumen de créditos a intereses bajos que el sistema colapsó y la consecuencia está siendo el rescate de los bancos por parte de los ciudadanos. Es decir, por culpa de las elites corruptas, los ciudadanos se están haciendo cargo de la socialización de las pérdidas.

Esta corrupción, que podíamos denominar como la madre de las corrupciones de nuestro tiempo, está desplegada en otras élites que están produciendo un agravamiento de la crisis e incluso, por lo que estamos viendo, una crisis sistémica que no tendrá solución si no se toman medidas radicales de corrección de los vicios del sistema que están generando su propia descomposición. No es difícil darse cuenta que la corrupción económica solo puede ser frenada por la política, pero cuando ésta está contaminada por la primera, el problema de la corrupción se convierte en una disfunción del sistema político siendo su derivada una crisis de poder o del reparto democrático del poder. Cuando los partidos dependen caciquilmente de la financiación de grandes empresas financieras éstos, no podrán sanear el sistema sino que se convertirán en parte del problema. Un sistema político en democracia solo es bueno si resuelve los grandes problemas de los ciudadanos y, en España, el problema político de reparto de poder derivado de la corrupción generada por las redes corruptas de financiación y también en su propio funcionamiento, no vienen necesariamente por el sistema bipartidista, de hecho, existen democracias que tienen un nivel de limpieza política elevado (como el sistema británico) contando solo con tres partidos (siendo solo dos, el laborista y el conservador los que pueden alcanzar el poder); el sistema bipartidista en España, funciona de manera corrupta y produce corrupción por motivo de que el poder que ostentan, su reparto y los mecanismos de control no funcionan de manera adecuada. El descrédito de la política viene producido por el hecho de que los partidos políticos y los políticos son incapaces de resolver gran parte de los problemas económicos puesto que muchos de ellos, son parte de los mismos. La única manera de cambiar estructuralmente la corrupción económica, es arbitrar medidas políticas de reparto de poder. De este modo, medidas como la independencia política de la justicia o instituciones como el Tribunal de Cuentas, dotándolo de medios efectivos para auditar continuamente los partidos, revisando los mecanismos de reparto de poder dentro de los partidos a través de limitación temporal de los cargos orgánicos y su elección a través de la totalidad de los militantes o los simpatizantes, el control efectivo de los electores a los electos a través de listas abiertas-desbloqueadas, son medidas imprescindibles. Pero no solo, hace falta una verdadera independencia de los poderes económicos para que, por ejemplo, un partido de izquierda como el PSOE no tenga ningún problema en arbitrar medidas para parar los desahucios. Sin embargo, los socialistas no arbitraron ninguna medida por no enemistarse con la poderosa banca. Por otro lado, no puede suceder que el partido del gobierno, el PP, con un poder total, imposibilite los mecanismos de transparencia ante los escándalos de corrupción.

El poder ocluye también el reclutamiento de las élites. Ahí están las puertas abiertas en doble sentido que van de la política a la gran empresa y viceversa. Solo tomando medidas de incompatibilidad de la política con la empresa evitaremos problemas corporativos que atacan directamente el correcto funcionamiento de la democracia e impiden democratizar el poder, impiden su distribución ordenada. Es decir, el problema también reside en los mecanismos de incorporación. No puede ser que el Tribunal de Cuentas funcione con administrativos que nombran los propios políticos, como también la televisión española, y no puede ser tolerable que alguien que provenga de una gran empresa entre a formar parte de las listas de un partido político: Deben existir profesiones incompatibles con la actividad política durante y después su ejercicio.

Mientras no se arbitren en serio una serie de medidas de control, mientras no se tomen medidas para acabar con la acaparación del poder y su ejercicio corporativo, la democracia española no funcionará. Mientras no se proponga una democracia constructiva, es decir, que acabe con el estado actual de no ofrecer nada, que no sugiera alguna innovación en el reparto de poder, si no consiste en una continua vigilancia de su funcionamiento, la corrupción seguirá haciendo entre los ciudadanos, su lamentable trabajo definida en el DRAE.

Corrupción y poder