jueves. 18.04.2024

Cooperación política y política de cooperación

Comentaba recientemente en estas páginas Ines Sabanés la postura de Equo respecto de la apertura de las instituciones políticas, particularmente los partidos, respecto de los mecanismos de oxigenación de los mimos y las formas y vehículos de colaboración de los partidos con la sociedad general.

Comentaba recientemente en estas páginas Ines Sabanés la postura de Equo respecto de la apertura de las instituciones políticas, particularmente los partidos, respecto de los mecanismos de oxigenación de los mimos y las formas y vehículos de colaboración de los partidos con la sociedad general. Loable y orientada su posición y la de Equo con promoción de primarias, aunque ya ella misma reconoce ser ésta una cuestión necesaria pero no suficiente.

Cierto y me sumo a la decepción de que sean unas insípidas primarias el único instrumento para permear la acción política de los partidos en su loca búsqueda de la complicidad de las sociedades que dicen representar y quieren liderar. Con toda la buena disposición del mundo, eso se nota, Ines Sabanés habla de someter a escrutinio y veredicto general la constitución de todos los estamentos que conforman la estructura de los partidos y disponer de mecanismos de fiscalización de su proceder en lo referido a cuentas, intervenciones, promociones y todo aquello que pueda o sea susceptible, cono ha ocurrido, de convertirse en sujeto de corrupción.

Insito una vez más que aplaudo esta postura y que la defendería como opción irrenunciable de transparencia y de signo inequívoco de autocontrol por parte de los partidos. Pero me parece que la insuficiencia de la que habla Inés Sabanés va más allá de lo que fija como enfoque para la regeneración de la vida de los partidos políticos.

Estoy convencido de que éstos, los partidos, sólo saldrán de la órbita del desprestigio y la ignominia general cuando salten de un escenario dominado por la formalización en torno a un línea determinada de acción política cerrada, el programa, para entrar en la generación de escenarios de acción abiertos e indeterminados, surgidos de su relación con distintos colectivos sociales y fruto de la disparidad de intereses y enfoques que nuestro mundo social acoge.

Una transformación tal requiere reorientar la actitud de los propios partidos políticos, pasar de lo que Richard Sennett ha descrito como Colaboración Política a una Política de la Colaboración. Tras esta especie de trampantojo se encuentra una cuestión esencial para el desarrollo del pensamiento de progreso, para el que la democracia representativa y sus órganos en forma de partido decimonónico ya no da respuestas a las cuestiones sobre la igualdad, la solidaridad y la justicia de manera genérica y desde luego del todo ineficiente para enfrentar los riesgos y retos de las sociedades del siglo XXI, con una agenda inaprensible para una sola organización, por amplia y bien gobernada que esté.

Pareciera que el discurso de Ines, y de otros políticos honestos y obsesionados con limpiar la imagen de los partidos y fomentar prácticas moralizantes, se instalan en clave de cooperación política, de crear un argumentario sano con el que contrastar la vida y praxis de los partidos. Pero creo que las plataformas de acción social por parte de las fuerzas de progreso deberían abordar más bien políticas de cooperación con otras organizaciones, abiertas y sin prerrequisitos. Ni si quiera prerrequisitos organizacionales, representativos o de fijación de posiciones.

Es propio de la cooperación política establecer alianzas y gradar el logro de resultados. En ese impasse es dónde se pierde la virginidad del proyecto original y donde suele tumorarse la acción de partido. Las demandas del progreso exigen fidelidad a los objetivos y estos son irrenunciables, pero las alianzas y los tiempos en su logro son variables dependientes e inestables.

Se otorga a Lord Palmerston (premier británico a mediados del XIX) la cita en la que se dice que Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes, tiene intereses permanentes. Algo así debería plantearse la organización social que desee impulsar el mundo del progreso, los intereses de éste son permanentes en la búsqueda de la justicia, la igualdad y la solidaridad, pero la extracción de la soberanía censital mediante el juego de la representatividad para actuar ya no es el único amigo. Deben buscarse otras plataformas y parecen hallarse en extender y generalizar formas plurales y abiertas de colaboración con todo tipo de actor social.

Hacer depender el programa de acción de los partidos políticos de su capacidad para colaborar, prestar y recibir ayuda de otros agentes sociales garantiza la imposibilidad de la “cosificación” jerarquizante de los partidos, que es el origen del nepotismo en primer lugar, la arrogancia en segundo y la corrupción en tercero.

Cooperación política y política de cooperación