jueves. 28.03.2024

Besos para homófobos

Dice el Ministro de Interior que el matrimonio homosexual no asegura la pervivencia de la especie. La verdad es que la frase en sí dice mucho de quien la pronuncia. Absolutismo creyente. Hacer de su creencia la única moral pública posible a costa de menospreciar y condenar las opciones libres de las personas que no comulgan con esas ruedas de molino. El caso es que al Ministro le ha salido el ramalazo homófobo otra vez.

Dice el Ministro de Interior que el matrimonio homosexual no asegura la pervivencia de la especie. La verdad es que la frase en sí dice mucho de quien la pronuncia.

Absolutismo creyente. Hacer de su creencia la única moral pública posible a costa de menospreciar y condenar las opciones libres de las personas que no comulgan con esas ruedas de molino.

El caso es que al Ministro le ha salido el ramalazo homófobo otra vez. A este hombre las críticas no le vacunan contra su intolerancia. Tampoco las leyes ni vivir en un estado aconfesional.

Hasta tal punto llegan los dislates del señor que hasta el colectivo LGTB de su partido ha pedido su dimisión. Hasta a sus compañeros de partido, heterosexuales hasta las trancas, les han rechinado los dientes escuchándole tal cosa. Y es que no es para menos. Que en el siglo en el que nos hallamos, aún queden mentes pobres de pedir que necesiten meterse en la vida marital de las personas, dice mucho de la catadura moral de quien practica la homofobia como deporte olímpico intentando ser el mejor plusmarquista.

Es la catadura moral de este gobierno alimentada de “hostias con vinagre” que acaba avinagrándonos a todos. Preocuparse por la pervivencia de la gente cuando les importa un pimiento que haya familias pasando hambre, personas que mueren por falta de tratamientos sanitarios de quienes practican la “caridad de luxe y patria”, que la tiemble la tierra cada vez que alguien se arroja por una ventana porque la desesperación y el miedo por quedarse sin nada pudo con el ansia de vivir. Niños que viven bajo el umbral de la pobreza mientras que en casa de su compañera de escaño aparecían coches de lujo y millones de confetis. Mandados que cumplen a rajatabla y mandamientos por los que saltan a la pata coja; el “no dirás falsos testimonios ni mentirás” lo dejaron bajo el arco del triunfo acompañando al “no codiciarás bienes ajenos”. Ni por acción u omisión.

No obstante, respiro tranquila porque lo del Ministro tiene cura. Primero unas dosis de “ajo y agua” que es un remedio muy natural, de esos del gusto de la Ministra de Sanidad. Después unas dosis ingentes de doctrina del Tribunal Constitucional garantizando los derechos de las personas del mismo sexo. Para terminar una corte de mangas de una sociedad harta de quienes necesitan curar su mediocre vida a base de interferencias en las de los demás.

Señor Ministro de Interior, no quiero que piense que hay acritud en mis palabras y quiero despedirme de usted de la forma más cariñosa posible. Le mando millones de besos, de esos que con tanto amor –cristiano o cristalino- se dan las parejas del mismo sexo. Con los labios, con sentimientos y pasión.

Besos para homófobos