viernes. 19.04.2024

Agárrame esos fantasmas

Un fantasma recorre España, volando. Eso dice el ministro Montoro, y unos maledicentes lo andan buscando con inconfesables propósitos. Total, porque la Agencia Tributaria...

Un fantasma recorre España, volando. Eso dice el ministro Montoro, y unos maledicentes lo andan buscando con inconfesables propósitos. Total, porque la Agencia Tributaria ha enviado al juez Castro, que instruye el caso , un informe con 13 errores sobre propiedades atribuidas a la infanta Cristina. Que dichas propiedades estén desperdigadas por todo el territorio nacional, hayan pasado por distintas notarías para ser inscritas en diferentes registros de la propiedad a nombre de distintas personas y que el presunto error, todavía sin aclarar, se atribuya a una mala transcripción el anotar los números del DNI de los presuntos vendedores confundidos con el DNI de la infanta, que es de dos cifras, raya en el esperpento o directamente en la tomadura de pelo, cuando estamos hablando de un caso de presunta evasión fiscal y blanqueo de capitales, que afecta a la Casa Real.

De momento, ante la archirremotísima probabilidad de reincidir 13 veces en el mismo error sobre la venta de propiedades de una persona que no es una ciudadana cualquiera, de los desmentidos y de las declaraciones previas, hay que señalar que, siguiendo la norma habitual de este Gobierno, el asunto huele chamusquina, a uno de esos platos “precocinados” que sirve el Gobierno cuando se digna dar explicaciones, que no lo son. Por lo tanto, contra lo que afirma Montoro, es lógico sospechar que hay fantasmas volando, señorías, porque la vida de este Gobierno y del partido que lo sostiene es pródiga en misterios, espectros y apariciones, que al final se han transmutado en materia de juzgado de guardia.

Ha habido tesoreros fantasmas o fantasmas tesoreros que tenían cuentas secretas en bancos de Suiza, que es una región de ultratumba, donde depositaban imaginarios dineros de empresas inexistentes por fantasmales adjudicaciones de terrenos para construir fantasmagóricos edificios en el más allá o hacerse con privatizaciones de bienes o servicios públicos del más acá, que han perdido rápidamente consistencia real y se han disuelto en la nada; ya son antimateria.

Ha habido en el partido del Gobierno sueldos doblados, triplicados o cuadruplicados, naturalmente fantasmales; y durante años han circulado espectrales sobres conteniendo un dinero también fantasmal para las arcas de Hacienda, y ha habido cargos públicos imputados en numerosos casos de corrupción, también fantasmales. Ha habido trajes de fantasma, ropa de fantasma y zapatos de fantasma, bolsos de fantasmesa y relojes de fantasma, que marcan la hora del otro mundo. Ha habido un coche “Jaguar”, que, por su espectral apariencia, no podía ser percibido por la esposa del propietario, ni por el radar de la Agencia Tributaria (un Special Event). No ha faltado siquiera el “confetti” fantasma para celebrar cumpleaños infantiles, porque los fantasmas están en todo. Ni tampoco han faltado viajes, no en la barca de Caronte con una moneda en los dientes para cruzar la laguna Estigia, sino en cruceros “gratis total”, pagados por una empresa fantasma, que pertenece a una fantasmagórica red de negocios para quedarse con dinero público, propiedad de un emprendedor fantasma, cuya apariencia corpórea está entre rejas.        

Y ante estos portentos, el señor Montoro, cada día más parecido al “Nosferatu”, de Murnau, y que me perdone Murnau, pide a la oposición que no busque fantasmas, cuando España está llena de fantasmas, no sólo en las playas y en las piscinas, que también los hay, sino en el propio Gobierno. Hasta dicen que hay un poltergeist en la Moncloa, que a veces se aparece en los televisores.

Con todo esto, parece que España se adelanta en el tiempo al resto del mundo y que ya estamos en el Cuarto Milenio, pero en realidad retrocede a aquellos programas de Jiménez del Oso, cuando la televisión era en blanco y negro y gobernaba el Caudillo. Cualquier día se aparece la efigie del Bigotes entre las caras de Bélmez.        

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