jueves. 28.03.2024

25-A, 'asedia el congreso' y el empleo de la violencia ante la actual situación

Por mucha rabia, indignación y “malas ideas” que se crucen en la mente, los trabajadores no deben recurrir a la violencia sistemática...

Por mucha rabia, indignación y “malas ideas” que se crucen en la mente, los trabajadores no deben recurrir a la violencia sistemática.

Emplear ésta, salvo en caso de legítima defensa, es perjudicial en sumo grado a los intereses de la gente de bien.

Además, fruto de la cobardía y /o una corrosiva manipulación, el común de los ciudadanos ve con muy malos ojos el uso de acciones violentas  por parte de los trabajadores. Ese “pacifismo” (por llamarlo de algún modo) puede parecer ridículo y borreguil. Pero se encuentra extendido, y quienes se juegan el tipo enfrentándose a la policía no van a recibir reconocimiento de la mayoría social. Tal vez cosechen repudio. Sin contar que, en caso de detención, quedan desactivados para otras formas de lucha mucho más eficaces.

No constituye razón alegar que, desde hediondas delegaciones de Gobierno, se impulsa la violencia, calumnia y represión contra quienes protestan. Para estos repulsivos  defensores de los intereses del capital, el terror y el amedrentamiento constituyen un gran instrumento, pero no para la gente honrada y trabajadora.

El largo y tortuoso camino a seguir

Lo que necesitan quienes anhelan mejorar su suerte y liberarse de la esclavitud económica, es llevar al cerebro de los suyos las nuevas ideas que van brotando en las plazas y plataformas sociales.

Y el mejor modo es construir una sólida organización, cada vez más numerosa, que actúe de manera sistemática en el terreno político, económico y social. Solo de este modo podrán recuperarse los derechos perdidos y cambiar un modelo social podrido pero aún en pie. Y, se crea o no, la toma de conciencia y organización es lo que más teme el poder.

¿Puede alcanzarse lo anterior arrojando  cócteles molotov a bípedos uniformados, quemando cajeros, cortando calles y carreteras o hiriendo a terceros? No. Por muy grande que sea la tentación, no. Y la tentación puede llegar a ser descomunal.

El modo de pensar de la mayoría de los trabajadores, los prejuicios que les dominan o el aborregamiento que los adocena, no sufrirán cambio alguno ni se corregirán mediante el empleo de la violencia, sino con una propaganda tenaz, imaginativa, constante, paciente, entre las víctimas de las recetas neoliberales.

Por lo demás, no es posible construir un tejido social vivo y sólido quitando de en medio a algunos indeseables, ni usando el “parabellum” o la pólvora. Esto, repito, solo provoca rechazo entre la mayoría de las víctimas del actual sistema, pues el ángulo de visión del ciudadano medio es corto, demasiado corto.

A mayor abundamiento, una buena organización solo puede formarse difundiendo el espíritu de unión entre la masa saqueada y humillada. Arrancando la venda de la manipulación que ciega tantos entendimientos. Concienciando que la ciudadanía dispersa o apiñada en pequeños grupos, siempre será vencida por los poderes económicos y sus actuales servidores, los políticos reaccionarios.

La violencia, pretexto para el capital y el poder político

Ante los hechos violentos, el poder tomará pie de ellos no ya para incrementar la que ejerce de ordinario, que es muchísima, sino para hacer tabla rasa de cualquier derecho y de toda libertad. Algo fácil de comprobar ante la manipulación de cualquier conato de violencia que perpetran los medios de la carcunda.

Por otra parte, la historia documenta que cuando la propaganda del uso sistemático de la violencia gana algún terreno y prende en algunos, se producen los siguientes hechos: uno, que  gente maleante toma puesto entre los que predican aquélla y se valen de la misma para beneficiarse ellos; y otro, que las víctimas del capitalismo la emplean contra otras víctimas que no comparten sus criterios.

Por otra parte, hace falta estar ciegos, totalmente ciegos, para no ver que en el terreno de la violencia sistemática todas las ventajas están de parte del poder. Él dicta las leyes y aplica multas arbitrarias e ilegales. Criminaliza, detiene y calumnia a quien comienza a amenazar sus privilegios. Dispone de la policía y la Guardia Civil para amedrentar y lesionar gravemente a los ciudadanos, de los tribunales,  del dinero para comprar  directores y tertulianos de los medios de comunicación… En estas condiciones es una locura que la gente de bien, víctima del actual orden económico y político, planteen el desafío en el terreno de la fuerza bruta.

Ha de plantearse, pues, la estrategia en el terreno de la organización sistemática, tenaz e inteligente, que vaya inoculando el “virus” de la concienciación y el descontento a través del  cual todo lo demás vendrá por añadidura, pues no hay régimen ni sistema que se sostenga cuando la mayoría absoluta y cualificada de la población ha abierto los ojos.

Tal vez llegados a ese punto, la violencia o tan solo la simple amenaza, obligue a los poderes económicos a soltar la soga que oprime tantas vidas honradas e inocentes.

Mientras tanto, hemos de cuidarnos mucho de no cometer extravíos. Esto solo brindaría al poder pretextos para restringir aún más los derechos y libertades que, a fin de cuentas, es el estrecho terreno de juego donde debemos desenvolvernos.

Por lo demás, solo cabe recordar la ineludible prevención de “vigilar al vigilante” dado que nada novedoso resultaría que, ante el aumento de la organización y protestas, el propio  poder orquestara y provocara disturbios, atentados y montajes policiales.

Nota: el presente artículo está inspirado, y en parte extractado, de “El empleo de la violencia” (Pablo Iglesias, El Socialista, Madrid, 19 de octubre de 1922)

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