viernes. 19.04.2024

'Rebelión de las masas' y externalización democrática

Los movimientos ciudadanos que hoy inundan las calles de Turquía y Brasil, los que iniciaron en 2011 las primaveras árabes y siguieron el 15M en Madrid o el Occupy Wall Street...

No ha habido en la historia ningún gran salto revolucionario sin que, previamente, hubiera una propuesta de bien común que la representara

@ignaciomurob | No se extrañe por la asociación de ideas. Nos adentramos en un nuevo paradigma (o, si quiere, una nueva utopía) que propicia y defiende una externalización que descansa en la transferencia de poder a las multitudes. La palabra que lo señala es crowdsourcing, una contracción entre los términos crowd (multitud) y outsourcing (externalización) y se sustenta en la confianza de que las nuevas redes sociales facilitan la realización libre y voluntaria de tareas en la que pueden participar multitudes desde una convocatoria abierta y flexible.

Es como si, de pronto, la sociedad se diera cuenta de que puede hacer las cosas de otra manera, incluida la democracia. Cualquier tarea cuya solución estaba dibujada dentro de su curso tradicional y cerrado se abre y externaliza a un público indefinido en lugar de a un cuerpo específico. Pero ahí no acaba la cosa: la multitud que lo asume se habilita con gran facilidad, se transforma incluso, en una comunidad con un fin compartido identificado como bien común, para cuya realización se ofrecen a través de la contribución y la colaboración desinteresada.

Se empieza mostrando en las pequeñas cosas pero gana terreno a espacios superiores. La tarea "externalizada" puede consistir en la financiación colectiva de un proyecto (crowdfunding), ese espacio de micropatrocinio en el que hoy respiran tantas iniciativas culturales, sociales o empresariales. O en la defensa de la creación como un proceso colectivo (creative commons) enfrentado a un concepto de propiedad intelectual que es, demasiadas veces, sólo una excusa asociada al monopolio mercantil del conocimiento. Y continúa en nuevos espacios. Toda creación genera un stock de sabiduría colectiva que se puede estructurar y alimentar en forma de wikipedia, simplemente una crowd wisdom en la que la multitud va volcando el saber compartido.

¿Buenismo social? ¿Nueva utopía? Se trata, en cualquier caso, de una reivindicación del procomún, de nuevos espacios para la propiedad colectiva en plena era de la economía del conocimiento, nuevas referencias del ser social en la época del capitalismo excluyente, nuevas formas de convivencia comunitarias situadas en un terreno intermedio entre lo público y lo privado. Propuestas que enlazan con muchos otros momentos históricos. Por un lado, con la idea de los comunes, denominación que se asignaba a sí mismo el pueblo llano, origen de la democracia representada en la cámara de los comunes del Reino Unido. También con los bienes comunales cuya defensa está en el origen de revoluciones sociales como la de los Comuneros de Castilla. Y, por supuesto, con otras muchas utopías sociales incluidas la Comuna de París y el comunismo. No ha habido en la historia ningún gran salto revolucionario sin que, previamente, hubiera una propuesta de bien común que la representara.

Los movimientos ciudadanos que hoy inundan las calles de Turquía y Brasil, los que iniciaron en 2011 las primaveras árabes y siguieron el 15M en Madrid o el Occupy Wall Street. O los de Israel, Chile o Londres son un buen ejemplo de la eclosión de una nueva rebelión de las masas, que ofrecen la sensación de un nuevo poder naciente que desborda los comportamientos tradicionales.

Son multitudes, son masas inaugurando nuevas formas de rebelión. El concepto de masa, que reemplaza al de clase social, surge a finales del siglo XIX como un rechazo conservador a las ideas de igualdad y libertad que, de la mano de la reivindicación del sufragio universal, habían prendido en las clases populares. Era un síntoma de la pérdida de exclusividad de las élites que, de repente, se encontraron expuestas a las lógicas de las mayorías en aspectos que antes creían exclusivos. Algo similar ocurre ahora al reivindicarse el concepto de multitud asociada al bien común… con algunas diferencias.

Si antes, siguiendo la definición de Ortega y Gasset, masa era todo aquel que se sentía cómodo siendo "como todo el mundo", hoy, el individuo en multitud refuerza su identificación personal porque, como señala la teoría de la larga cola, en la cultura digital la diversidad es la norma y "lo minoritario es popular". Pero hay otras diferencias. Si aquellos movimientos estaban enraizados con el capitalismo industrial, estos corresponden al capitalismo excluyente; si antes conectaban con la masificación del trabajo asalariado y el taylorismo que ahormaba y disciplinaba el pensamiento, estos lo hacen con la fragmentación de los procesos productivos y la precarización creciente a que se somete a jóvenes y adultos, fragilidad que les hace soñar demasiado pronto con las (cinco) estrellas o a reclamar democracia real ya.

En cualquier caso, los movimientos de reacción y protesta que vemos en los medios son el "nuevo fantasma que recorre el mundo", el que unifica sus emociones. Comparten la denuncia del secuestro de la soberanía popular por poderes tecnocráticos y élites corruptas asociadas al capitalismo financiero y, con ese único punto de referencia, consiguen movilizar a grandes masas (perdón, multitudes), que toman conciencia (igual que en otros momentos de la historia) de su poder de influencia. Su reto, (el mismo que tuvieron que pasar otros movimientos en otras épocas de cambio) es pasar de la acción reactiva a la propositiva.

Hay que asumir con normalidad que el fraccionamiento de la agenda provoque objetivos diferenciados para los diversos colectivos participantes, con fases de deliberación colectiva que acaben en la disolución más estéril. Pero la semilla está echada. Basta con que uno de ellos encuentre un camino no sectario, que sepa engarzar con la sociedad, contactar con sus representantes y "aprovecharse" de las instituciones, que aprenda a construir nuevos liderazgos pegados a la gente, como en España es el caso de la PAH  de Ada Colau, para que el empoderamiento de las multitudes recupere protagonismo.

¿Utopía? Puede ser. Pero merece la pena seguir construyéndola.

'Rebelión de las masas' y externalización democrática