viernes. 26.04.2024

¿Por qué negar la evidencia?

Los humanos no cambiamos fácilmente de opinión. Bueno, algunos se salen de la regla y lo hacen con demasiada frecuencia, y los tachamos, no sin razón, de frívolos, cuando menos...

Los humanos no cambiamos fácilmente de opinión. Bueno, algunos se salen de la regla y lo hacen con demasiada frecuencia, y los tachamos, no sin razón, de frívolos, cuando menos. Pero si éstos resaltan, no lo hacen en menor grado los que, de forma empedernida, siguen cuestionando teorías bien establecidas y contrastadas, como la de la evolución. Lo peor de todo son las alternativas que perfilan, en este caso en concreto, con la formulación del diseño inteligente, consistente en una versión contemporánea del creacionismo que pretende encontrar una respetabilidad intelectual que el creacionismo clásico no fue capaz de concitar. Pero una pseudociencia con ribetes tan dogmáticos como ésta, tiene algunos adeptos que la conciben como la corriente religiosa que mantiene que la creación y evolución del Universo, la propia vida y con ella las personas, son consecuencia de acciones racionales ejecutadas por agentes inteligentes. No es más, que una creencia en el único creador de las religiones monoteístas. Al cabo, ni es diseño ni inteligente. Esta persistencia revela la dificultad de cambiar de opinión, como ocurre con el cambio de afición a un club de futbol o lo todavía menos explicable: dejar de ser de derechas, ¿es razonable esto?

Los barómetros del CIS, vienen atestiguando, mes a mes, que el Gobierno del PP y su Presidente tienen una credibilidad en caída libre. La esperanza en la mejoría del país, ha desaparecido, casi por completo de las cabezas de los españoles. Pero es que la valoración que hacen los españoles de Mariano Rajoy y sus Ministros es estrepitosamente baja. El Principal Partido de la oposición no conoce tiempos brillantes, ni mucho menos, pero todavía tiene el consuelo, si es que vale, de que los ecos de los desencantos por sus últimos momentos, todavía persisten. Es posible que decaiga la falta de confianza y que el PSOE vuelva a emerger como alternativa. Pero es que el PP lo tiene duro, duro, duro. No sólo son las aspectos de la desafortunada gestión ni su fundamentalismo económico, sino el que la visión retrospectiva que se cierne sobre él, trae a la escena determinadas prácticas del pasado conocido que avalan los divorcios actuales. Las explicaciones, intervenciones públicas de los portavoces del PP, son desoladoras. Continuos intentos de explicar, lo que ha quedado inexplicado, pero que en el nuevo intento, da pábulo a una mayor preocupación. Credibilidad casi nula para lo que el Gobierno emprende ¿por qué no tiene nada que rectificar? ¿Por qué desprecia como ignorantes e incompetentes a todos los demás grupos políticos?

Por lo que se sabe de la percepción humana, la mayor parte de la energía cerebral no se consume, precisamente, interpretando fielmente lo que se percibe. La Neurociencia, no avala que esto se deba al miedo a al instinto de supervivencia, sino que más bien, tiene que ver con los mecanismos cerebrales, es decir, esto es como que la mayor parte de la energía cerebral se emplea para concebir una realidad a medida y según el propio deseo. Y aquí, es importante, lo que la neurología nos dice, al señalar que lo primero que hace el cerebro es distinguir entre “ellos” y “nosotros”. Todo ello es constatable sin más que observar en derredor nuestro, en Europa y aquí, con motivo de la inmigración, la forma de distinguir las nacionalidades, qué decir de cómo tratamos las ideologías o el sexo o las religiones, o las propias generaciones. La cuestión clave es ¿podemos controlar el cerebro y evitar las repuestas irracionales hacia los demás?

Qué duda cabe que el fundamentalismo del actual gobierno del PP nos preocupa cuando reflexionamos sobre el futuro que se está diseñando, como consecuencia de las medidas que toma en el momento presente. No parece tener ningún sentido que como gobierno obre contra sus gobernados, por más sentimiento visceral que alberguen. Los animales en grupo, no se comportan con otros grupos sino en función de intereses fundamentales, como es la comida o el territorio, pero no otras consideraciones. Las personas actuamos movidas por símbolos, cuya raíz, en la mayoría de ocasiones, es de carácter cultural. Debiera suceder que, al igual que en el deporte, la tetosterona que se genera en el organismo no es la misma si se gana o si se pierde. Esto pone de manifiesto que el cerebro hace sentir al cuerpo lo que percibe en el exterior. Pero pese a ello, el PP no parece tener, ni siquiera, esta conexión hormonal que facilite su percepción de las circunstancias que está desencadenando su actuación.

Los expertos nos advierten que muy por encima de los desastres debidos a cuestiones económicas, han sido los derivados de las irracionales lealtades a tradiciones de cualquier género o condición, desde la raza al sexo, pasando por la violencia o el odio. Y es profundo el tema, por cuanto incluso en las personas que se creen libres de prejuicios, se puede científicamente evidenciar que tienen sesgos y que siguen separando entre “ellos” y “nosotros” como relata Punset. Pero la Cultura, si bien es la ley no escrita que nos filtra la percepción, no lo es menos que tiene estructura dinámica. Lo peor de esta crisis y la forma de encararla, que el PP ha puesto como solución única de naturaleza fiduciaria, es que puede estar modificando no sólo mentalmente, sino biológicamente, con tal de mantenerla durante un tiempo (esto nunca se ha medido ni cuantificado, pero no por ello deja de ser intuitivo cualitativamente). Una vez que los patrones culturales alteren conceptos como discriminación, violencia, falta de transparencia, dogmatismo, etc, el impacto será de mucho mayor alcance que el actual económico. Lejos de estar ocupados en como propiciar modelos de convivencia más razonables que los heredados, podemos estar yendo en sentido contrario. Y aquí, también la Ciencia tiene algo que decir y es que una sola iniciativa negativa de una persona hacia otra, solamente se ve compensada por hasta cinco iniciativas benefactoras. Es decir, por la huella que dejan las actuaciones improcedentes es mucha la carga con la que las generaciones actuales tendrán que abordar un futuro, no solo incierto económicamente, sino con una convivencia social en litigio. No estaría mal que los gobiernos del PP tomarán alguna nota de alguna de las cosas que dicen o sugieren los insensatos que no son correligionarios suyos. ¡Hasta estéticamente, es interesante!

¿Por qué negar la evidencia?