viernes. 29.03.2024

La situación catalana

vallkeas
Cartel anunciador de la batalla naval de Vallekas 2017.

Cataluña, España, Europa y el mundo son territorios resultados de mezclas de muchas culturas, no existe el hecho diferencial, ni el del Rh ni ningún otro

Ante una confrontación que no lleva más que a la pérdida de la solidaridad y del humanismo.

No soy de allá ni de ningún lugar. No me considero nacionalista de parte alguna. Como mucho podría alegar que he participado en la batalla naval de Vallekas y que he defendido la exigencia de que ese barrio madrileño tenga puerto de mar.

A partir de ahí, reitero mi filiación de que soy de otra parte, de una parte equidistante de cualquier parte. No tengo patria ni reino, mi hogar está donde tenga a mi compañera, a mi gata y a mi sombrero (que no uso).

Vivo fuera de España desde principios de 2012, no como consecuencia de la crisis que nos quisieron ocultar, sino como resultado de seguir a mi socia de vida. Ella vivió diez años en España y tocaba devolver ese tiempo en años en su tierra. Y no me arrepiento, todo lo contrario.

No me he sentido excluido en ningún momento, formo parte de una sociedad, la colombiana, compleja y complicada pero jamás me han señalado por ser de otro lugar. Tengo trabajo, tengo amigas y amigos y tengo oportunidades para poder hacer lo que me gusta y perspectivas de seguir creciendo como persona y como profesional. Nada de eso se lo debo a nacionalismos de índole alguna, españolistas o de cualquier otra comunidad autónoma. Acá me pueden tildar de “gallego”, que es lo usual para quienes venimos de esa “madre patria” que ha sido más bien madrastra; de “vasco”, porque al decir que me llaman Iñaki piensan que soy euskaldún; de “catalán”, porque el equipo de fútbol con mayor tirón en estos años por estos lares es ese que hace gala de esteladas por sentirse marginado y no reflexiona sobre la exclusión que ejerce sobre los que no visten de “azulgrana”, o “andaluz” porque mi familia ha vivido y vive y hemos veraneado en tierras de don Blas Infante. Ninguno de esos calificativos me insulta ni me hace ser más o menos ciudadano del mundo.

En tiempos como los que corren, invadidos por poderes globalizantes y globalizadores que buscan la homogeneización de todo y todos (as), defender la identidad y las diferencias es pertinente y necesario, pero no tiene mucho sentido hacerlo dividiendo en lugar de sumando. Un estado federal, con equidad e igualdad para con y entre todas las posibles federaciones, amerita aunar esfuerzos y no crear divisiones que puedan ser utilizadas por los poderes centralistas, tan conservadores y corruptos como los que han gobernado la nación catalana desde la muerte del otro dictador, para obtener beneficios particulares y segregar a quienes no comulguen con sus ideales rojos y gualdas.

Creo que hay temas mucho más importantes por los que pelear hoy en el mundo, también en un territorio ibérico cuya población ha visto como se le recortan derechos y libertades y cuyos políticos, de casi todos los colores, no han hecho nada por evitarlo.

Desde la aprobación de la Constitución de 1978, los gobiernos que han tenido en sus manos el rumbo de ese lugar llamado España han contado, sobre todo para la aprobación de leyes para nada sociales, con el respaldo de nacionalistas vascos y catalanes. Estos han apoyado sin ambages todo lo que se les presentaba. ¿A cambio de qué? De plata, todo por la pasta sin importar colores, banderas o idiomas.

No nos deberíamos dejar engañar por quienes nos han venido mintiendo los últimos cuarenta años. La transición inconclusa no nos ha llevado a un mejor lugar, la monarquía sigue estando en el mismo sitio, las derechas no van a cambiar. Es la ciudadanía quien debe reclamar y luchar, sin colores que nublen la luz, por sus derechos cívicos. Y es la izquierda plural y social la que debe encabezar el verdadero cambio. ¿Se acuerdan de aquel “¡por el cambio!”? Treinta y cinco años después no ha llegado, los tiempos cambian y nosotros con ellos pero en lo esencial la situación sigue siendo más o menos la misma. Hagamos el cambio entre todas y todos y para todos y todas, sin nacionalismos arcaicos.

Aboguemos por el diálogo, aunque sea difícil hacerlo con quienes no escuchan. Es legítimo defender independencias y otredades, pero no lo es tanto hacerlo sin poner sobre el tablero todas las realidades y contando con todas las personas que conforman los barrios, municipios, provincias y comunidades. Cataluña, España, Europa y el mundo son territorios resultados de mezclas de muchas culturas, no existe el hecho diferencial, ni el del Rh ni ningún otro. Que no se nos olvide el humanismo mestizo, como decía precisamente Blas Infante “mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano”.

Que no nos distraigan ni provoquen enfrentamientos sociales innecesarios para que después todo siga igual. Ganando los de siempre y perdiendo los de toda la vida. Por el derecho a ser de otra parte, o de ninguna. ¡Visca Catalunya!, ¡Gora Euskadi!, ¡Galiza ceive!, pero también ¡Vallekas por la kara! y ¡Vallekas puerto de mar!

La situación catalana