viernes. 29.03.2024

¿Quién hace efectivo un lanzamiento hipotecario climático?

En los últimos 12 meses, la temperatura media global se sitúa un grado por encima de la cifra registrada a finales del siglo XIX, en pleno apogeo de la industrialización.

A medida que el tiempo transcurre, las evidencias empíricas que se van acumulando sobre el origen, las causas y los efectos del cambio climático, conducen inexorablemente en una misma dirección: la de una catástrofe global de dimensiones inabarcables, que va haciéndose realidad para nosotros hoy en forma de cómodos plazos pagaderos, porque serán las generaciones futuras quienes tengan que hacerse cargo del principal de esta hipoteca y de sus intereses.

“En los últimos 12 meses, la temperatura media global se sitúa un grado por encima de la cifra registrada a finales del siglo XIX, en pleno apogeo de la industrialización”. Un nuevo registro hecho público por la NASA constata que la temperatura media global batió en el mes de febrero de este año un nuevo récord en meses similares desde 1880, fecha en la que comenzaron a recopilar datos al respecto.

Así el gasto ambiental sigue desbocado en manos de gobernantes que no reparan en dilapidar recursos naturales a modo de préstamos de usura, confiados en su mayoría en que su despilfarro de hoy disfruta de un generoso período de carencia que no comenzará a ser amortizado hasta mucho tiempo después de haberse ido ellos, y por parte de unos herederos que no podrán hacerse cargo de su legado a título de inventario. Es la irresponsabilidad de quienes entienden que la solidaridad comienza y termina en uno mismo.

Cierto es que la preocupación social en relación con el cambio climático sigue siendo hoy más abstracta que concreta, fundamentalmente porque los gemidos de los pueblos que sufren en primera persona sus efectos, son murmullos al lado de la voz tronante de las grandes corporaciones que tanto más ingresan cuanto más contaminan, y porque mientras los primeros sólo disponen de la política para hacerse oír, las segundas le dictan a la política lo que conviene decir y lo que es mejor callar.

Pero como en estos menesteres la estética es un valor que cotiza en las urnas, hace ya un tiempo que no hay discurso que no incluya la mención al compromiso político de la lucha contra el cambio climático, ni programa electoral o de gobierno que no lo recoja en sus páginas. Cuestión distinta es lo que sucede cuando de las proclamas de los folletos se pasa al articulado del BOE, o cuando de lo que se trata no es tanto de hacer emplazamientos inconcretos como de resolver asuntos locales. A partir de aquí nos encontramos con lugares comunes: “¿por qué tenemos que empezar nosotros?”, “si exigimos demasiado no podremos competir en precios”, “la sostenibilidad ambiental es inviable sin sostenibilidad económica”, “está bien defender el medio ambiente, pero lo primero es el empleo”…

Y así siguen tomándose decisiones de alcance local que contradicen una y otra vez el discurso global. Papeleras a las cuales se les prorrogan concesiones con derecho a contaminar durante décadas, fabricantes de automóviles que deciden sobre los niveles de emisiones que hay que exigir a los vehículos, maquillajes de cifras para aparentar cumplir lo que en realidad se incumple… Todo ello con el único objetivo de retrasar o diferir decisiones inevitables pero incómodas. Lo grave del caso es que al principal de la deuda ecológica que tenemos contraída, y a los intereses que ineludiblemente ha de afrontar la humanidad, con cada aplazamiento se van sumando los de demora, con el riesgo de que puede llegar un momento en que la deuda haya crecido tanto que no pueda ser pagada; ¿se ejecutará entonces el lanzamiento por impago?

¿Quién hace efectivo un lanzamiento hipotecario climático?