viernes. 29.03.2024

Podemos: autocrítica para cambiar

pablo iglesias

Pablo Iglesias tiene que liderar la refundación de Podemos, y lo primero que tiene que hacer es llamar a Errejón, a Bescansa, a Alegre, a Bustinduy, a Maestre..., abriendo un diálogo sin ninguna condición previa

Las elecciones del 28 de abril mostraron, una vez más, que la sociedad española políticamente es bastante plural, pero ideológicamente esta partida casi por la mitad. Sin tener en cuenta a los partidos estrictamente nacionalistas, las fuerzas de la izquierda superaban tan solo en 110.000 votos a las de la derecha.

Por ello era obvio que, si en las municipales y autonómicas la izquierda quería desplazar a la derecha, al menos en ámbitos estratégicos o muy significativos, deberíamos mantener y aumentar el esfuerzo movilizador de las elecciones generales.

No ha sido así, la participación ha disminuido, lo que se ha traducido en resultados no suficientemente satisfactorios para la izquierda, a pesar de los malos resultados del PP.

Dicho esto, hay que subrayar que, salvo en Madrid, el PSOE ha continuado avanzando, colocándose como primer partido en casi todas las Comunidades Autónomas y en buena parte de los Ayuntamientos, en otras palabras, ellos han hecho los deberes. Sin embargo, la izquierda alternativa, es decir Unidas Podemos, y en general sus antiguos aliados en las diversas Comunidades Autónomas (salvo Compromis en la ciudad de Valencia y Kichi en Cádiz) ha tenido unos pésimos resultados, que inevitablemente han repercutido muy negativamente en las posibilidades de generar gobiernos progresistas en muchos ayuntamientos y en algunas Comunidades Autónomas.

Los resultados del PSOE en Madrid, Autonomía y Ayuntamiento, tienen que ver con el perfil de sus candidatos. Tengo el máximo respeto por Gabilondo, su rigor intelectual, sus rigurosas posiciones políticas y su dedicación intensa a liderar la oposición en la pasada legislatura. Pero quizás era necesario un cabeza de lista socialista con más empuje y carisma, al parecer el PSOE no lo tenía o no lo encontró. En cuanto a Pepu, también mi mayor respeto y simpatía; en los meses que ha sido candidato se lo ha trabajado y mucho, pero no ha sido suficiente como demuestra su desastre electoral. No entendí que Pedro Sánchez lo propusiera y sabiendo lo difícil y decisiva que era la batalla por el Ayuntamiento de Madrid, no hubieran buscado una cabeza de lista con más tirón y experiencia. La prueba en contrario de todo ello ha sido el importante éxito de un candidato idóneo como Borrell.   

Y hablando de Unidas Podemos, a quien voté y para quien pedí el voto abiertamente (y no me arrepiento), la debacle general se veía venir desde hace tiempo, aunque Pablo Iglesias la frenó algo en las últimas semanas en lo que fueron las elecciones al Congreso.

Supongo que, a mucha gente, votante de Unidas Podemos, la incomparecencia de Pablo Iglesias en la triste noche electoral le resultó inaudito. Algo que no ha calmado ni las escuetas llamadas a la “autocritica”, ni el reconocimiento explicito de los malos resultados, máxime cuando ya lo hemos oído decir en varias ocasiones más, sin que haya sucedido nada apreciable.

El concepto “autocritica” da para mucho o para nada, según cómo y para qué se haga.

En un sector de la izquierda (de tradición mas o menos comunista) hemos sido muy proclives a utilizar el concepto de “autocritica”, casi siempre para mal.

En los juicios de Moscú contra la disidencia bolchevique a finales de los años 30 del siglo pasado, la obsesión de Stalin era que los purgados hicieran autocritica. Historia que se repitió p.e. en las nuevas purgas estalinistas contra los disidentes comunistas checoeslovacos en 1948 y en 1968 o las campañas realizadas por los guardias rojos maoístas en la revolución cultural china.

Tengo una anécdota curiosa al respecto. Defendí, como abogado ante el Tribunal de Orden Público, a miembros de una célula del PCE internacional, que además estaban enfrentados. Pues bien, a uno de ellos, un responsable político le daba golpes en la cabeza con una pistola diciéndole, “¡autocritícate!” “¡autocritícate!”, sin que al parecer diera resultado. Todo ello constaba literalmente en las declaraciones del sumario.

Entre el drama estalinista y la tragicomedia de mi defendido, es evidente que hay otra forma de entender la autocrítica.

Si lo primero es analizar con rigor los resultados y profundizar en las causas del desastre, lo segundo y prioritario es tomar medidas concretas para corregir las malas prácticas e intentar enderezar la situación. Es decir, autocriticar para cambiar.

Hay quienes en Podemos están pidiendo ya la cabeza de Pablo Iglesias. No soy sospechoso de pablismo, he sido errejonista convencido hasta el pasado mes de febrero y por eso puedo decir que seria un monumental error que Pablo dejara la Secretaria General. Abriría una crisis sin precedentes, sin satisfacer a los errejonistas y a otros críticos, sería muy mal recibida por los muchos partidarios de Iglesias y lo peor de todo, hoy por hoy no hay alternativa satisfactoria, tras las expulsiones, abandonos, marginaciones, etc. de la mayoría del grupo fundador de Podemos y muchos de sus cuadros más valiosos. Eso sí, se puede y se debe prescindir de forma inmediata de Echenique, que como Secretario de Organización ha causado numerosos rotos internos.

Pablo Iglesias tiene que liderar la renovación/refundación de Podemos. Y lo primero que tiene que hacer es llamar a Errejón, a Carolina Bescansa, a Luis Alegre, a Pablo Bustinduy, a Rita Maestre.…etc. abriendo un diálogo sin ninguna condición previa. No va a ser fácil, pero es imprescindible.

Lo segundo es cambiar drásticamente las formas de funcionamiento de los órganos de dirección de Podemos, que adolecen de muy escaso debate político y un hiperliderazgo de Pablo Iglesias, recuperando la toma de decisiones colectivas.

En tercer lugar, hay que reconocer el estado comatoso, cuando no embroncado, de la inmensa mayoría de los círculos de Podemos y del fracaso de las actuales vías de relación entre las organizaciones de base y los órganos de dirección.

Hay que recuperar la relación sistemática de todos los cargos públicos con las organizaciones de base, con los círculos, con los sindicatos y los movimientos sociales, con las instituciones de participación ciudadana, con las ONGs….

Por último, la dirección de Podemos debe ofrecer un acuerdo de renegociación de las relaciones con todas las organizaciones territoriales que en el pasado se vincularon, de una u otra forma, con Podemos. Tampoco va a ser fácil, pero el desgajamiento territorial ha sido igualmente nefasto para esas organizaciones.

Una vez recompuesta y pacificada mínimamente la organización, sería el momento de redefinir el programa y los objetivos políticos de Podemos, a partir de los cambios que ha experimentado nuestro país en los últimos tiempos, de las nuevas correlaciones de fuerzas políticas, de la experiencia acumulada en la participación en las instituciones políticas y de gestión administrativa y de los grandes retos que tiene que afrontar la sociedad española en los próximos años.  

Si Pablo Iglesias no está dispuesto a asumir ese papel o se demuestra que es incapaz de hacerlo, entonces sí habría llegado el momento de pedirle que deje su responsabilidad.

Sigo pensando que Podemos es imprescindible para una política progresista en España. Pero también creo que ante este grave descalabro no se puede perder el tiempo, ya que no habrá muchas más oportunidades, si no se quiere terminar en la irrelevancia o en la descomposición.

Podemos: autocrítica para cambiar