martes. 16.04.2024

Masacre en Barcelona: perseguir a los terroristas, combatir las causas

El problema de la violencia islamista es que esta mucho más cerca de una guerra “líquida” o “difusa” que de un activismo terrorista clásico

Los asesinos terroristas son asesinos terroristas, sin atenuantes ni justificaciones de ningún tipo. Poco tendría que añadir ante la masacre de Barcelona y Cambrils a los diversos post que he escrito en mi muro de Facebook, quizás lo más terrible es que el presunto conductor es un chico de 17 años. Por eso me voy a limitar a reproducir casi textualmente a lo que escribí en noviembre del 2015.

“Para desgracia de las sociedades democráticas, la lucha contra el terrorismo islamista es un camino largo y complejo, que no se resuelve ni con nuevas intervenciones militares a sumar a las ya realizadas, ni con cierre de fronteras y menos aun atizando la xenofobia.  

El problema de la violencia islamista es que esta mucho más cerca de una guerra “líquida” o “difusa” que de un activismo terrorista clásico (de raíces ultranacionalistas o de extremismo político) y sobre todo que sus integrantes están distribuidos y camuflados por todo el mundo, gozan de amplios y variados apoyos, unos mas explícitos que otros, no tienen un ámbito territorial definido y responden a causas muy profundas y de largo recorrido.

Para empezar, no podemos olvidar las hondas raíces que la violencia tiene en la lectura y aplicación más fanática del islam, en la carencia de una evolución democrática del mismo, que no ha tenido, o al menos no han prevalecido o no les han dejado, los procesos de modernización que tuvo la civilización europea con la Ilustración del siglo XVIII, las revoluciones burguesas en el XIX o los cambios socioeconómicos propiciados por el comunismo y la   socialdemocracia en el siglo XX. Esas transformaciones han ido incidiendo en las raíces católicas y protestantes occidentales, que al igual que el islam también arrastra una historia de oscurantismo, fanatismo y violencia, de forma que hoy el extremismo político y las prácticas violentas con fundamentos religiosos que se auto reclamen del cristianismo sean afortunadamente muy minoritarios en nuestras sociedades.

Esa carencia, salvo excepciones, de democratización del islam, es solo una parte del problema, aunque en absoluto menor. Pero a ello se suman una larga acumulación de decisiones militares, políticas y económicas de los estados de Occidente, empezando por la arbitraria desmembración del imperio otomano después de la primera guerra mundial, creando estados artificiales, sosteniendo dictaduras que facilitaban la presencia y explotación de los recursos petrolíferos por parte de poderosas multinacionales y a la vez reprimían los movimientos de liberación de carácter progresista.  A ello se añadió el apoyo incondicional a la creación del Estado de Israel y la absoluta permisividad con su política agresiva, en especial a partir de la Guerra de los Seis Días y la anexión violenta de territorios palestinos.

En paralelo se han sucedido todo tipo de actuaciones para barrer los intentos de modernización política protagonizados desde los años 50 del siglo XX por gobiernos de corte nacionalista, moderadamente neutralistas (en los años de guerra fría), con objetivos de progreso social  y de tintes laicos. Occidente y muy en especial Estados Unidos, Francia e Inglaterra desestabilizaron o contribuyeron a derrocar gobiernos modernizadores y laicos en Egipto, Irán, Siria, Irak, Afganistán, Libia, Líbano, Argelia o Indonesia, que, aunque no fueran un modelo de democracia, sí estaban a años luz del oscurantismo feudal de las dictaduras árabes “aliadas” de Occidente, facilitadoras del negocio del petróleo.

Son más de 60 años generando caos político, miseria económica, humillación social, ausencia de futuro. Un perfecto caldo de cultivo para el terrorismo.

No se trata, de ninguna forma, de exculpar o “comprender” las dinámicas del terrorismo islamista, pero sí de conocer donde hunden sus raíces, porque esa será la única forma de a medio plazo ir reduciendo su extensión y su fuerza de atracción.

Democracia política, progreso económico, cohesión social, fin de las practicas neocoloniales y de las intervenciones militares y reconocimiento del Estado Palestino con la vuelta a las fronteras de 1967, son las vías para ir poco a poco superando los odios acumulados, la falta de perspectivas de progreso y dignidad. Por supuesto en ese camino sería absolutamente imprescindible que el islam conociera procesos de profunda renovación similares a lo que vivió el catolicismo con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II.

No hay otra vía realista y esta llevara su tiempo, esperemos que pocas décadas.

Todo lo cual no es incompatible, todo lo contario, con una eficaz persecución policial, con extremar las medidas de seguridad, con un eficiente trabajo de investigación y una contundente aplicación de la ley.

Las perspectivas no son halagüeñas, porque la manipulación del terrible dolor causado por el terrorismo o en el mejor de los casos los argumentos simplistas, generan reacciones xenófobas, cierre de fronteras y de mentalidades, gobiernos más a la derecha, rechazo de la inmigración y desconfianza hacia las minorías étnicas o religiosas ya presentes en nuestros países.”

Hasta aqui lo escrito hace casi dos años.  

En todo caso, toda la solidaridad y apoyo a las víctimas de los atentados y a sus familias y a la ciudadanía de Barcelona, ciudad abierta y acogedora como pocas y a Cambrils. 

Masacre en Barcelona: perseguir a los terroristas, combatir las causas