jueves. 25.04.2024

España y el acuerdo UE-Turquía: menos discursos y más medidas efectivas

La situación de los desplazados de Oriente Medio sigue sin resolverse y el Acuerdo que se esta negociando en la Unión Europea, mas allá de violaciones de la legalidad internacional, en el mejor de los casos puede taponar una brecha y sin embargo abrir otras a corto o medio plazo. Se sigue persistiendo en el error de mezclar distintas realidades, refugiados, desplazados y emigrantes económicos, que si bien tienen causas en buena medida comunes (pobreza, guerras, dictaduras, conflictos étnicos y religiosos, etc.), el tratamiento necesario tiene que ser diferenciado.

Por otra parte resultan un tanto superficiales las reacciones de bastantes comentaristas, organizaciones, personalidades y partidos, ante las posibles respuestas a esta dramática situación. Resulta muy cómodo, desde Madrid, desde España, criticar o pontificar cuando la realidad es que nosotros aun no hemos acogido prácticamente a nadie de los desplazados. Y lo que es peor, hoy por hoy no estamos en condiciones reales de acoger de forma digna a las 17.000 personas, a  las que inicialmente se comprometió España. Mientras tanto, la sociedad alemana lleva acogidos en torno a un millón de personas. No quiero ni pensar que sucedería en nuestro país si recibiéramos al 10% de lo que ha hecho Alemania o en menor medida, pero con cifras igualmente elevadas, otros estados del centro y norte de Europa.

Así que deberíamos dejar de un lado la fácil demagogia, porque desgraciadamente acoger a miles de desplazados no tiene nada que ver con poner pancartas de bienvenida en las fachadas de edificios institucionales o  hacer pronunciamientos públicos de solidaridad. Hay que disponer de una red de profesionales de atención, de centros y lugares de acogida, de medios diversos de apoyo, todo ello inserto en programas de actuación que no se improvisan de la noche a la mañana. Y quien diga lo contrario sencillamente esta engañándose. España, a diferencia de otros estados europeos, ha carecido y carece de una política de atención a refugiados digna de ese nombre. Es una de las tantas carencias que tenemos en nuestro modelo de bienestar social. ¿Qué haríamos si en los próximos meses tuviéramos que recibir a esas 17.000 personas del cupo que nos corresponde?

Lo he comentado en otras ocasiones. Nuestras experiencias de atención a refugiados en los años 80 y 90, fueron posibles porque acogimos a unos pocos centenares (de la exYugoeslavia, de Cuba, de Guinea, de algún otros país asiático o africano). El IMSERSO se volcó en esas actuaciones, con la colaboración de algunas ONGs especializadas y nos costó bastante lograr la colaboración sostenida, más allá de ayudas  iniciales, de Ayuntamientos y Gobiernos Autonómicos, aunque hubo algunas notables excepciones.

¿Quiere esto decir, que no hay nada que hacer y que lo mejor es no meterse en este lío? ¡No, en absoluto! Sí se puede y se debe participar en programas europeos de acogida.

Eso sí debemos ser mínimamente serios, preguntarnos y responder ¿Cuántos desplazados estamos dispuestos a acoger? ¿Por cuánto tiempo? ¿Con que tipo de actuaciones? Y lo mas importante ¿Quién y como lo va a pagar? Todo ello sin gobierno, sin presupuestos específicos, sin centros ni programas especializados y con la mayoría de las Comunidades Autónomas inmersas en déficits presupuestarios. 

Hay una segunda cuestión que quizás en España no sea tan urgente, pero que no conviene soslayar y se refiere a los efectos de la presencia de millones de desplazados, la mayoría con perfil de emigrantes económicos, en unas sociedades sometidas a fuertes tensiones por causas diversas: crisis económica, aumento del paro y la desigualdad, incomprensión ante las contradicciones del proceso de construcción de la Unión Europea, cambios profundos en los modelos familiares, envejecimiento de la población…Todo ello esta generando el resurgimiento del nacionalismo, el antieuropeismo, el populismo y lo que es peor la xenofobia, el racismo, la LGTBfobia, etc.

El avance de la extrema derecha, que todavía se esta conteniendo gracias a las peculiaridades de algunos sistemas electorales como los de Gran Bretaña y Francia, no parece ser pasajero ni limitado. Los gobiernos de Polonia y Hungría cada día recuerdan más a las dictaduras en esos mismos países en los años 30 del siglo XX. Y no olvidemos el dato del carácter obrero de la mayoría del voto de la extrema derecha. Como tampoco podemos desvincular el crecimiento de los riesgos de terrorismo yihadista con las malas condiciones de integración de las segundas y terceras generaciones de inmigrantes. 

La respuesta no puede ser el “contentar”, “apaciguar” o “contemporizar” con la extrema derecha, eso se hizo en Europa entre 1925 y 1940 y ya sabemos cómo acabó. La reacción no puede ser una Europa de puertas cerradas. Pero sí ser conscientes que la política de acogida de inmigrantes y desplazados tiene que ir acompañada de actuaciones en profundidad a corto, medio y largo plazo y eso se llama en gran medida fortalecer y desarrollar más el Estado de Bienestar Social y por tanto las políticas fiscales progresivas.

No es posible atender las nuevas demandas de los millones de desplazados con el mismo gasto social y fiscal, porque inevitablemente saldrán perjudicados sectores populares que verán recortados sus derechos, alimentando así la xenofobia. Y desde luego no pensemos que una política de acogida e integración equivale o se limita a prestaciones económicas. Tiene que haber una política educativa, de vivienda y urbanismo, de atención a la salud, etc. que fomente y haga posible la integración de la primera y de las siguientes generaciones.

No es fácil, ni rápido, pero no imposible, si hay voluntad política y consenso social.

Y mientras tanto es indispensable atender las inhumanas condiciones en las que se encuentran decenas de miles de personas en zonas fronterizas. Esa sí es una tarea urgente que debe afrontar la Unión Europea.

Un último apunte. En las negociaciones para el control de los desplazados, se contienen  diversas “contrapartidas” a Turquía. Aunque comparto que en un futuro sería bueno que Turquía formara parte de la Unión Europea, no deberíamos caer en los mismos  errores cometidos con la mayoría de los países del Este, cuya integración se precipitó demasiado y ahora algunos de ellos son una grave rémora para avanzar en la construcción europea. A este respecto recomiendo ver la excelente película turca “MUSTANG”, un buen reflejo de las tensiones regresivas que asolan la sociedad turca y que el actual gobierno esta propiciando.

En definitiva, abordemos el grave conflicto de los desplazados, con rigor, sin chapuzas y desde posiciones de solidaridad consciente y eficaz. En todo caso España debería plantearse con urgencia el diseño y puesta en marcha de una política de acogida a refugiados y desplazados como desde hace muchos años tienen los estados más avanzados y solidarios de Europa.

España y el acuerdo UE-Turquía: menos discursos y más medidas efectivas