jueves. 28.03.2024

El CHE en nuestras vidas

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La vida y muerte de El Che, mas allá de sus aciertos y errores, es uno de los hitos del siglo XX y su influencia en millones de hombres y mujeres que querían cambiar el mundo fue indudable

Nadie nos lo creímos. Ni siquiera cuando los medios de comunicación empezaron a mostrar la terrible foto. Pensábamos que todo era un montaje de la CIA y de los militares bolivianos. Hasta que Fidel Castro no lo reconoció públicamente, mantuvimos la esperanza. “El” no podía morir y menos derrotado en esas condiciones.

Si ya todos éramos antiyankees, aquello fue la gota que derramó el vaso.

Fui a una reunión a la cervecería “El Laurel de Baco”, que aún se mantenía en la Plaza de la Moncloa. Estábamos unos diez o doce de todos los cursos de la Facultad de Derecho. Nos había convocado Yuyo Mazarrasa, (que por cierto tenía un parecido asombroso con el Che) y Fernández de Castro, en representación de los Comités Anti imperialistas. Nos explicaron que la respuesta tenía que ser rápida, masiva y contundente. Se iba a convocar una gran Asamblea en la Facultad de Filosofía y después iríamos caminando hasta Princesa, o hasta donde pudiéramos.

Llenamos de carteles nuestra Facultad convocando el acto. Filosofía estaba a rebosar. Los jeeps de la policía se encontraban estacionados en la rotonda del Paraninfo. El curso académico acababa de empezar y aunque se preveía movido, aun no se habían realizado convocatorias importantes.

Ya no recuerdo quienes hablaron en la Asamblea, aunque supongo que fueron los lideres universitarios del FLP, del PCE, de la FUDE y de los ácratas, porque todos se habían sumado.

Fuimos saliendo al prado que separaba Derecho y Filosofía. Hasta el momento la policía seguía en su sitio. Yuyo Mazarrasa y algunos más sacaron una gran bandera norteamericana y empezaron a quemarla entre los gritos y aplausos de los centenares de estudiantes que estábamos alrededor. Cuando ya casi no quedaban restos de bandera aparecieron los jeeps, bajándose los policías a toda carrera hacia la concentración. Empezaron las carreras y a llover piedras. Durante un buen rato seguimos así, incluso por detrás de Derecho y en la bajada a Económicas. Poco a poco la policía controló la situación, con más efectivos incluyendo caballos y el helicóptero. Nos fuimos dispersando, pero sabíamos muy bien a donde teníamos que ir: a hacer saltos y cortar el tráfico en la calle Princesa y alrededores.

Y allí que nos fuimos, como otras muchas veces, para desesperación de mi madre, que desde la ventana del comedor y el balcón veía las carreras, oía el helicóptero, las sirenas de la policía y los gritos de los estudiantes. Ella siempre temiendo que a su hijo le pasara algo, aunque su hijo siempre le contestaba que él no sabía nada, que había estado en clase y luego tomando una caña en “El quinto toro” o en “Zulia”, hasta que un día le vio correr gritando justo por toda la calle Gaztambide.

El Che, que ya estaba en nuestras vidas, ocupó el lugar de honor. Mas allá de Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo o el otro gran mártir revolucionario reciente, Patricio Lumumba. Todos teníamos el poster en la habitación, al primero que se lo vi fue a mi primo José María Maravall, cuando vivía en el segundo piso de mi casa. El Che estaba presente en todos los actos antifranquistas que hicimos desde entonces. Era el modelo a seguir, por todos, incluidos la gente del PCE a la que considerábamos revisionistas.

Conocíamos con detalle su biografía política; la editorial mexicana “Era” (fundada por exiliados españoles) sacó un enorme libro con sus escritos y discursos, que compré en “Cultart”, nuestra librería preferida y que aun conservo. Todavía eran los tiempos en los que la Revolución Cubana no ofrecía el menor género de dudas para los jóvenes españoles antifranquistas. El aplastamiento del gobierno de la Unidad Popular y el asesinato de Salvador Allende, como reacción volvió a revitalizar la figura y las posiciones de El Che.

Cuando años después empezaron a abrirse las primeras grietas en nuestra visión de la revolución cubana, le achacamos los errores a Fidel y de nuevo El Che encarnó la pureza revolucionaria y liberadora frente a la burocratización impuesta por los soviéticos. Incluso descubrimos las diferencias políticas entre ellos, que al parecer habían influido en la decisión de El Che de salir de Cuba, primero a África Central y después a la Cordillera Andina.

Cuando visité Cuba hace más de 15 años, quedé abrumado por la omnipresencia de El Che, quizás como una forma también de decir “El Che construyó y avaló esto”. No me entusiasmo lo que vi.

En cualquier caso, la vida y muerte de El Che, mas allá de sus aciertos y errores, es uno de los hitos del siglo XX y su influencia en millones de hombres y mujeres que querían cambiar el mundo fue indudable. Y para los jóvenes antifranquistas de mi generación, El Che fue un gran estímulo para luchar por la libertad y el socialismo. Conservamos en mi casa su cuadro, aunque ya no está colgado sino guardado en un armario.

El CHE en nuestras vidas