viernes. 29.03.2024

Reflexiones sobre el asesinato de Isabel Carrasco a manos (presuntamente) de militantes del Partido Popular

El asesinato de Carrasco, a manos presuntamente de militantes del PP, ha encendido y sobresaltado la vida social...

El asesinato de Isabel Carrasco, conocida popularmente como “la política de los treces sueldos”, a manos presuntamente de militantes del Partido Popular, ha encendido y sobresaltado la vida social y, a nivel particular, me ha inducido a unas reflexiones, algunas de las cuales me agradaría compartir.

En primer lugar destacaría que todos, absolutamente todos sin distinción de ideología, debemos condenar el asesinato. Pero, en lo que a mí respecta, no puedo olvidar que a esas mismas horas más de doscientos desdichados se ahogaban frente a las costas de Lampedusa en una nueva tragedia derivada de un orden socioeconómico que porta en sus entrañas el dolor, la muerte y la desigualdad.

Muertos de primera y muertos de segunda

Lamentablemente, la noticia ha pasado casi desapercibida lo que constata, desgraciadamente, la cruel división entre muertos de primera y muertos de segunda en función del inicuo “tanto tienes tanto vales”.

Por no hablar de quienes deciden acabar con su vida a causa de estafas bancarias, condiciones indignas de trabajo o similares asesinatos, porque moralmente son asesinatos, perpetrados no mediante balas sino a través del sepulcro blanqueado de leyes que solo buscan favorecer a los poderosos en detrimento de los más desfavorecidos. Considero esta forma de matar mucho más indigna que el crimen, también indigno y sin justificación, de Isabel Carrasco.

En este sentido, los partidos han decidido suspender sus actos de campaña. La medida me parece adecuada. Pero me permito echar en falta la misma resolución cuando alguien se suicida antes de su desahucio, por ejemplo. Reflexionemos sobre este punto. Por cierto, en su comunicado el PP alude, curiosamente, al “fallecimiento” de Isabel Carrasco. A esas horas ya se conocía la identidad y militancia de las presuntas asesinas…

La caverna, como siempre

Quizá una de las aristas más pestilentes en toda esta tragedia haya venido de la boca sucia de la caverna, como siempre…

Así, en las redes se ha desenmascarado a quienes, antes de conocerse la presunta autoría por militantes del PP, ya lanzaban sus anatemas contra los escraches asociándolos de modo ruin y cobarde al horrible asesinato de Isabel Carrasco. Cuesta trabajo encontrar un ejercicio mayor de maldad y manipulación. Pero no sorprende. Desgraciadamente no sorprende.

Por otra parte, cierta prensa ya jadeaba en su frenesí por acusar a la “extrema izquierda”. Carecían de pruebas y, además, vemos que era mentira. Pero han dejado bien claras sus intenciones.

En este sentido, debemos agradecer a un valiente policía jubilado la detención de las presuntas asesinas, pues de lo contrario tal vez se habría desatado una feroz caza de brujas contra grupos y personas vinculados a la llamada “izquierda radical” bajo el pretexto de descubrir al autor del crimen. La excusa habría servido para incautarse de ordenadores, documentos y toda la información posible sobre estos movimientos, a mi juicio sin otro objeto que mantenerlos bajo control para silenciar cualquier protesta no domesticada. Lo normal en cualquier dictadura, y España no iba a ser una excepción.

¿Un pretexto para controlar las redes y amedrentar internautas?

El poder político controla la casi totalidad de los medios, pero no las redes. En mi opinión, tanto la llamada “operación araña” como las medidas que se barruntan  persiguen controlar las redes sociales o, en su defecto, amedrentar a los usuarios. Nada nuevo, ya Orwell en su novela 1984 hablaba del “crimental”, es decir, introducir en los ciudadanos el miedo a estar cometiendo delitos.

Y, desde luego, en las redes se profieren comentarios inflamados de mal gusto y odio. Pero si las llamadas autoridades de verdad quieren perseguir comentarios podridos de odio, xenofobia, racismo, maldad y “apología del delito” no duden en visitar las webs de extrema derecha o foros policiales. No parece, sin embargo, que la persecución vaya por esos derroteros. Curioso, muy curioso. Y altamente significativo.

También, al socaire de este hecho, tan luctuoso como condenable, se ha hablado de “limpiar las redes de indeseables”, “apología del delito”, etc. Y me parece muy bien pero, insisto, hurguen en foros policiales y de extrema derecha porque, en lenguaje castizo, ahí “se van a poner las botas”. Por no aludir a los “simpaticos” muchachotes de nuevas generaciones del PP, que exhiben orgullosos la bandera con el aguilucho, simbología del régimen más genocida y sanguinario que ha azotado España. Mucho me temo que las intenciones se dirigen contra otros objetivos.

Se ha aludido a la “apología del delito”, que está muy mal, no digo que no, pero que “solo será delictiva como forma de provocación y si por su naturaleza y circunstancias constituye una incitación directa a cometer un delito” (artículo 18. 1, párrafo 2 del vigente Código penal). Y no digo que la apología del delito sea algo bonito, claro que no, pero prohibir todo lo grotesco, obsceno y feo, convertiría este país en una suerte de macroprisión. Si es eso lo que pretenden, convendría que lo manifestaran pronto, alto y claro.

Es cierto, para qué negarlo, que en las redes pulula mucho indeseable, esos trolls que amparados en el anonimato insultan y amenazan, pero esos delitos (a veces meras faltas) son perseguibles solo a instancia de parte. Por favor, permitan que seamos nosotros quienes decidamos si denunciamos o no a quien nos insulta o amenaza. No “desembarquen” en las redes para “protegernos”. Algunos preferimos perdonar a quien nos insulta, algo, además, muy cristiano. Y de cualquier modo, es una decisión particular, jamás de  un gobierno.

Particularmente, me han insultado mucho por mis artículos y nunca he perdido mi tiempo denunciando. Y no digo que perseguir indeseables esté mal, pero ¿dónde están los límites? Porque, por poner un ejemplo, todos los domingos, cualquier árbitro de fútbol podría, con exactamente el mismo derecho, solicitar la identificación y castigo de quien le insulta. En este sentido, y si me perdonan la petulancia, les adjunto un artículo que en clave de humor tuve el placer de escribir sobre este tema, reduciendo al absurdo el ansia persecutoria de este gobierno.

Reflexionando sobre lo anterior, solo puede deducir que la actual derecha quiere meter las narices en las redes so pretexto de insultos y amenazas (que no parece perseguir en webs policiales, Nuevas generaciones del PP, ni de extrema derecha). La excusa les permitiría legislar para ultimar su fin auténtico: controlar al disidente y amedrentar a quien protesta fuera del redil domesticado, estrangular la protesta que altere los grandes y depravados intereses de unos pocos. En suma, degenarar la libertad hasta convertir España en un gigantesto Gran Hermano. El De George Orwell, obviamente, no el de la televisión (aunque no tengo muy claro cual sería peor).

La desesperación es muy mala consejera

Dejo para el final la reflexión más dura pero, lamentablemente, la que ha ocupado gran parte de comentarios en medios y redes: la legitimidad o ilegitimidad de tomar la justicia por la mano.

Por mi parte considero que lo ideal es actuar pacíficamente y condeno la violencia venga de quien venga y vista como vista el que la ejerza. Tras todo acto de violencia se encierra un fracaso. De índole diversa, pero fracaso a fin de cuentas.

En este sentido, en las redes se aludía a quienes habiéndolo perdido todo arremeten contra su verdugo, ya sea político, banquero, empresario, etc. Algunos pueden escandalizarse pero, desgraciadamente, lo anterior forma parte de la naturaleza humana y tomar la justicia por la mano no pocas veces nace de una desesperación inducida por terceros.

Conviene recordar que el hombre se formó tras un prolongado proceso de evolución (con permiso de Adán, Eva, la virgen del Rocío, santa Teresa, ángeles, querubines y todo el censo celestial) y que el cerebro se conformó en varias fases. Una de ellas, la parte llamada por los científicos “reptiliana”, conduce los actos que consideramos execrables. Literalmente, parte de nuestro cerebro, nos guste o no, es similar al de los reptiles. Y cuando el ser humano se ve acorralado, sin salida, desesperado, tiende a actuar conforme a esa parte cerebral, como los animales.

Es cierto que la represión ejerce un influjo poderosamente disuasorio. Incluso en personas que han sido injustamente tratados y que rumian su indignación abismados en la soledad y las lágrimas. Pero resulta irresponsable pensar que todos actuarán así. Ver morir a tu ser más querido por falta de asistencia médica, a tus hijos marearse de hambre, a tu cónyuge suicidarse… Arrastrar a millones de personas al dolor, la pobreza y la sed de justicia, en suma, a la desesperación, no parece una actitud responsable. Sobre todo cuando se perpetra para favorecer a golfos y delincuentes de cuello blanco.

Los aplausos y jaleos leídos en redes y escuchados en bares y plazas (¿también se perseguirá a quien se le caliente la boca en el bar?) al albur del asesinato de Isabel Carrasco, evidencian el sentimiento insano, pero humano, de venganza y, desgraciadamente, de sed de sangre. El actual orden socioeconómico está generando legiones de desesperados que todo lo han perdido. Y a quien todo lo ha perdido hasta la cárcel se le representa como una alternativa deseable.

Miles de internautas parecían desear que el asesinato de Isabel Carrasco fuera el primero de una larga serie de venganzas. Espeluznante. He compartido con todos ustedes los motivos (que no la justificación) de lo anterior. A otros les corresponde aportar la solución. Pero en mi modesta opinión aquella camina en sentido contrario al pretendido por las llamadas autoridades. D.E.P la víctima y mis condolencias a sus familiares y seres queridos.

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