miércoles. 24.04.2024

Nosotros, los empleados públicos

En época de crisis, los empleados públicos se convierten en el blanco de todas las iras y víctimas de insufribles recortes...

En época de crisis, los empleados públicos se convierten en el blanco de todas las iras y víctimas de insufribles recortes. En tiempo de bonanza, por el contrario, nadie se acuerda de ellos, salvo para convertirlos en objeto de escarnio “por ganar tan poco habiendo estudiado tanto, por haberse esforzado para ganar lo que yo me levanto en una semana en negro”. 
 
Pocos quieren admitir que los empleados públicos han adquirido su condición tras acreditar  unos requisitos objetivos y competir en igualdad de condiciones con cincuenta, cien, mil o más aspirantes a la misma plaza. 
 
Por lo general, un trabajo de remuneración escasa, muchas veces alejado de su residencia y con la prohibición (en virtud de una arcaica ley de incompatibilidades) del desempeño de otras actividades profesionales públicas o privadas. 
 
Y pese a este esfuerzo tan considerable (y rara vez reconocido) se les moteja de “privilegiados” e insidiosamente se les dispara con frases del tipo: “se sacan una oposición y a echarse a dormir”, “no dan ni golpe porque tienen el trabajo fijo”, etc.    
 
Conviene destacar que estos dardos proceden, en gran parte, de  ex opositores que fracasaron en su empeño o de empresarios que se mantienen gracias a las subvenciones, contratas públicas y privatización de servicios de la comunidad cuando no de políticos profesionales con una dilatada trayectoria de nombramientos a dedo. 
 
De especial relevancia es el ejemplo del inefable Beteta, siniestro personajillo que arremete contra los funcionarios con el latiguillo del "cafelito y el periódico" mientras él acumula treinta años de nombramientos a dedo, a veces simultáneando más de uno. Y sin haber aprobado oposición alguna.
 
Sin olvidar al presidente de la CEOE, incansable defensor de la esclavitud laboral, único sistema por el que el incompetente y paleto empresariado español es capaz de obtener beneficios.
 
Pero, guste o no, los empleados públicos, y muy especialmente los funcionarios de carrera, encarnan el último dique de trabajadores con derechos frente al tsunami esclavista  que tanto gusta a la canalla neoliberal.
 
Por ello, desde aquí mi reconocimiento al colectivo de los empleados públicos, hombres y mujeres que obtuvieron su plaza limpiamente y que, a diario, prestan servicios imprescindibles a la ciudadanía en medio de una sociedad cada vez más adormecida y acobardada.

Nosotros, los empleados públicos