viernes. 29.03.2024

Máster en hacer el ridículo

casado

Se atribuye a Napoleón la reflexión que fijaba en un solo paso la distancia entre lo sublime y lo ridículo. Ha quedado evidenciado, si no por la ciencia sí por las hemerotecas, que, en política, hacer lo segundo es uno de los efectos secundarios del virus. De la sublimidad hablamos cuando haya motivos. Por si faltaran fehacientes ensayos clínicos, ya se encarga Pablo Casado de disipar cualquier bondadosa duda. Una de las cualidades que más ensalzan sus palmeros es que el líder del PP gasta un pico de oro como exhibe cuando sube a la tribuna del Congreso sin papeles. Lo que olvidan es las veces que los pierde.

Si lo haces en la radio, lo malo es que te escuchan más de lo deseable. Carlos Alsina, voz en ese momento de la ciudadanía confusa, le preguntaba que si quería que volviera el mando único o que el Gobierno Central no se inmiscuya. “De todo eso nos quejamos y nos seguimos quejando”, espetaba Casado “¿Se queja de que se entrometa y se desentienda?”, replicaba el estupefacto periodista. “De todo eso hay que quejarse”. Un quiebro que, por enjundia intelectual, recordó aquel “no a todo” que soltara en la Asamblea de Madrid la ex diputada socialista vinculada a ese turbio y deleznable episodio político conocido como tamayazo.

Cierto es que Casado, lo que es decirlo lo dijo sin trabucarse o sea que no es cuestión de poner en entredicho su fluidez dialéctica. Hasta ahí podíamos llegar. Otra cosa es la coherencia de discurso, la nitidez en las propuestas o el sentido de estado y no me refiero al “has estado sembrado” con el que, a buen seguro, le recibieron sus fans con sueldo de asesores tras esa cumbre del bochorno. Claro que llovía sobre mojado. Quienes tenemos ya una edad, no hace falta concretar, pero digamos que más que la deseada, todavía recordamos aquel ‘Reina por un día’. Era un popular programa que nos entretenía desde esas radios plagadas en el dial con el nombre de ciudades que nunca llegaríamos a conocer.

Pues el líder de la oposición, que en oponerse a lo que sea lo borda y luego si eso ya se documenta, se embarcó en fechas recientes, con motivo de la clausura de la Escuela del PP de Aragón (es lo que tiene su experiencia en másteres), en una especie de ‘Presidente del Gobierno por un día’. Impoluto, con el nudo de la corbata colocado a cartabón, las banderas planchadas de España y de la UE y una foto con el Rey con dedicatoria incluida, lanzó un mensaje a la nación.

En él, vino a clamar contras las presuntas ofensas al Rey, a pedir el cese de algún ministro como el de Consumo y a sacar a colación alguna referencia sobre la situación en Venezuela. Asuntos todos que, en plena pandemia, suponen clamores sociales de primer orden. De hecho, poco antes había hablado con una buena amiga que tiene a su hija en casa por un positivo en su escuela infantil. Me transmitía su desesperación e impotencia. “No sé qué hacer”. Me parece que preguntarle a Casado no le va a servir de mucho.

Máster en hacer el ridículo