viernes. 26.04.2024

Sánchez, el normalizador

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Pedro Sánchez junto a los periodistas Ana Blanco y Sergio Martín, momentos antes de la entrevista en RTVE. (Foto: Fernando Calvo. La Moncloa)

El presidente Sánchez aprovechó la entrevista en RTVE para establecer los términos políticos y económicos de la normalización como punto de inflexión y orientación de su media legislatura

La del lunes por la noche al presidente del Gobierno fue una entrevista demasiado amable e institucional en un medio como RTVE, inmersos en movilizaciones contra la manipulación y en favor del pluralismo y la independencia informativa. A todo ello, Pedro Sánchez mostró su confianza en la aprobación del concurso para proveer la dirección del ente por parte del Congreso, aunque dejó en la recámara la posibilidad de aprobarlo por decreto.

Parecía que asistiríamos a un reparto de buena y malo entre la pareja de periodistas Ana Blanco y Sergio Martín, pero los dos se comportaron más como relatores de temas a responder que de forma inquisitiva. Marca de la casa o necesidad de una cadena pública intervenida y a la espera. El resultado, una entrevista corta y a la carta para definir antes del verano la agenda del Gobierno de cara a la mitad que resta de la legislatura. Fue casi una rueda de prensa con preguntas amables.

Sánchez se presentó sobre todo como normalizador, pragmático y tranquilo. Un punto de inflexión en forma y fondo frente a la prórroga irritada y convulsa de Mariano Rajoy con los casos de corrupción, la reacción autoritaria frente al independentismo y el continuismo de los recortes que provocó en fechas recientes las movilizaciones de feministas y de pensionistas. Su principal anuncio, que corrige en parte la justificación y posterior intervención en la moción de censura, es que agotará la legislatura. Rompió así con la estrategia sui generis propuesta por Ciudadanos de la “censura instrumental” para aprovechar el resorte constitucional que pone en manos del presidente la disolución de las cámaras y la convocatoria electoral. Tiene dos años de gestos y gestión por delante, si bien con una mayoría parlamentaria y presupuestaria de muy difícil de articulación.

Llama la atención tanto lo dicho como su silencio. Silencio clamoroso sobre un partido, hasta ayer en alza, Ciudadanos, a quien ni siquiera nombró a lo largo de toda la entrevista. Sí lo hizo con Podemos, a quien ve como aliado preferente, sobre todo en materia social, un abrazo obligado y al mismo tiempo arriesgado para Podemos. Y, sin embargo, al PP lo trata con deferencia, negando que sea un partido corrupto, calificándolo de central para la democracia y deseando lo mejor a su “nueva presidenta”. Un mensaje envenenado dedicado a Ciudadanos.

El presidente Sánchez aprovechó la entrevista, sobre todo, para establecer los términos políticos y económicos de la normalización como punto de inflexión y orientación de su media legislatura:
en las formas, se trataría de cumplir con el Congreso, las comunidades autónomas (CCAA) y los municipios, con una referencia especial a las CCAA históricas, incluyendo a Andalucía. Es decir, que fía la legislación a la iniciativa y la negociación parlamentaria, no tanto a la de su gobierno. También lanzó el mensaje de normalidad de la política económica, dentro de los cánones de la ortodoxia europea neoliberal, con la unión bancaria como objetivo a corto plazo o los retoques a la reforma laboral, la garantía del sistema público de pensiones manteniendo las actuales cuotas, y la política migratoria en el marco de la política comunitaria de asilo, refugio y de fronteras, así como de la colaboración con los países de origen y de tránsito.

En el terreno ideológico, Sánchez se situó en el marco reformista, pero sin alarmar en exceso: un reformismo blando lleno de gestos políticos de cambio, aunque menos gestiones. El marco general son los derechos humanos y el hecho inaugural de acogida humanitaria del Aquarius, pero también de cambio en la política migratoria dura de las concertinas y las devoluciones en caliente del PP.

En materia social, la prioridad será la garantía de las pensiones dentro del Pacto de Toledo y los retoques, que no derogación, de la reforma laboral, o la recuperación de la universalidad sanitaria, aunque sin definir los plazos de la derogación del copago a pensionistas. Avanzó que retoma la Ley de Memoria Histórica con la exhumación de Franco y la reorientación democrática, si esto es aún posible, del Valle de los Caídos.

El presidente destacó la composición mayoritariamente femenina del Gobierno para anunciar compromisos frente a la brecha salarial y la violencia de género. Llamó la atención, sin embargo, una cierta frialdad ante la noticia de nuevos crímenes machistas.

La justicia es igual para todos. Fue su única respuesta en relación al mayor caso de corrupción en el entorno de la jefatura del Estado, eludiendo con ello la evidencia de la contaminación institucional y las falta de medidas contundentes y de fondo de regeneración democrática, para las que la exigencia de responsabilidad al anterior ministro de Cultura es importante. Brillaron por su ausencia las medidas preventivas, así como el necesario apoyo a la justicia.

En relación a la crisis catalana, Sánchez dio algunas claves del cambio de ciclo, desde la tensión punitiva hacia el diálogo, anunciando una próxima reunión con el president Torra y el acercamiento de los políticos independentistas presos a Cataluña una vez culmine la instrucción en marcha. No cayó con acierto en la comparación envenenada con la situación de los presos de ETA, que anunció abordará de forma individualizada y manteniendo el consenso.

En resumen, se trataba de normalizar, estabilizar y reformar las aristas más duras del legado conservador. Los cambios dependerán de la dinámica social y parlamentaria a su izquierda.

Sánchez, el normalizador