viernes. 19.04.2024

La oportunidad de un nuevo modelo productivo

GASPAR LLAMAZARES Y MIGUEL SOUTO | Next GenerationEU es una gran oportunidad para las jóvenes generaciones, que han sido sacudidas con especial virulencia por las dos últimas crisis y avanzan sin la espectativa de mejorar en relación con las anteriores. En muchos casos sin haber conocido otra relación laboral que la de la precariedad. NG es una gran oportunidad para definir un nuevo modelo de relaciones laborales para el que una reforma laboral que garantice el equilibrio en la negociación colectiva y la causalidad de los contratos es un paso imprescindible. También otro modelo económico para las próximas décadas, lo que afecta en sobremanera a nuestro país que, lastrado por su dependencia de la construcción (anterior crisis) y anclado en el modelo de sol y playa (crisis actual), se desliza por una pendiente de contratos precarios y empleos de baja cualificación y, como consecuencia, a un modelo social de medioestar que desde la crisis financiera de 2008 se precipita hacia el malestar. NG, por tanto, es una oportunidad para abordar un cambio en el modelo productivo y limitar nuestra dependencia excesiva de determinados sectores en detrimento de la industria, la investigación, la innovación tecnológica, el modelo social y el medio ambiente.

Cómo concuerda la posición española con esas afirmaciones anteriores? Entre los cientos de proyectos y propuestas que se van a discutir, muchos de ellos enviados por las autonomías y las empresas, no le será sencillo al Gobierno decidir los más importantes, pero es esencial que sepamos emplear bien los fondos europeos para que no se acaben convirtiendo en un cajón de sastre en el que quepan todos los remiendos; porque no se trata de poner parches, sino de afrontar flancos estructurales.

En el reciente debate 'purrusalda' del parlamento, el gobierno y sobre todo una  oposición obsesionada por la pérdida del poder y sin más proyecto y alternativas que la escalada de insultos y descalificaciones, han perdido la oportunidad de poner en común la arquitectura de la elaboración, la decisión y el control parlamentario de los proyectos. Por supuesto, a partir del reconocimiento de la legitimidad del gobierno para dirigir el proceso y decidir los proyectos, y sin subterfugios como la reiterada ocurrencia de una agencia neutral por parte del líder de la oposición. Un procedimiento del que deben participar el parlamento, las administraciones y en particular las CCAA y los agentes sociales.

La UE va a analizar a fondo los proyectos que se le envíen (hasta el 30 de abril) para financiar y esperemos que lo haga con esa perspectiva y que no vuelva a caer en la tentación neoliberal de dictar la desregulación y de la privatización de lo publico como pronostican nuestras derechas económica y política.

No sobra recordar aquí que la base empresarial española, ávida de subvenciones, pero poco dada a las inversiones, es particularmente débil en innovación. Lo cierto es que en esto llueve sobre mojado, porque tampoco hay que olvidar que no hay una política proactiva desde las comunidades autónomas para conseguir esos objetivos del tejido empresarial: de los fondos de cohesión 2014-2020 no se ha gastado ni el 40%, aunque esto sea corregido al alza en los próximos años como ocurrió  en el periodo anterior. Además, muchos de ellos eran cofinanciados y eso aumentaba las dificultades para el cumplimiento del pacto de estabilidad y los objetivos de déficit. La preocupación es pues más de tiempo y de agilidad de gestión, ya que los recursos parecen garantizados.

En todo caso, la respuesta de la UE a la pandemia deja en muy mal lugar las amenazas de la troika durante la crisis financiera de 2008, cuando todo se resolvía a golpe de austericidio. El propio Banco Central Europeo, que ahora ha actuado con decisión, no dio señales de vida prácticamente hasta 2012 (desde el comienzo de la crisis en 2008). Es ahora, comparando ambas respuestas, cuando caemos en la cuenta de la magnitud de las acusaciones que se hicieron a los países del sur, de "vivir por encima de nuestras posibilidades". Eran tres voces sucediéndose (la Comisión, el Fondo Monetario Internacional y el propio Banco Central), manejadas por el mismo ventrílocuo, con una parte de acusación y otra de amenaza, y con un margen para la imposición de un castigo.

En efecto, esto sucedía en aquellos meses en los que la deuda crecía y despertábamos cada día con la subida de la prima de riesgo, mientras los especuladores de las políticas neoliberales se ponían las botas en la respuesta a la crisis que ellos mismo habían contribuido a provocar. Al final, las dos crisis han dejado a la vista el descrédito del capitalismo salvaje, y en esta última hemos visto cómo ha servido fundamentalmente para dejar al Estado sin recursos ni capacidad para hacer frente a la pandemia.

Insistimos: mientras pasamos la segunda ola de la pandemia e intentamos prevenir la tercera, la programación de la UE para la salida de la crisis ha sido totalmente diferente a la que organizó la troika en la crisis financiera de 2008. Aunque también ahora hayamos tenido que sufrir a la Internacional parafascista de Víktor Orbán (Hungría) y Jaroslaw Kaczynski (Polonia), verdaderos troyanos de la antieuropa, que mientras se beneficiaban de las millonarias ayudas comunitarias, intentaron aprovechar la regla de la unanimidad del Consejo para bloquear los presupuestos y, de paso, impedir la proyección al mundo de unos objetivos compartidos y unos valores comunes. Por ahora no han conseguido gran cosa: que se retrase la aplicación ejecutiva del reglamento hasta que se pronuncie el tribunal de la UE. Y no olvidemos que el reglamento sigue haciendo referencia a la condicionalidad de las ayudas vinculada al cumplimiento del Estado de Derecho. Es un buen aviso, para navegantes en el futuro.

Entre las historias que más rechazo nos han provocado siempre están aquellas de los jugadores de ventaja, en las que el jugador trilero, después de sumarse al reparto, y de aceptar los beneficios derivados de la pertenencia a un grupo, se arroga el derecho a disentir en las cuestiones irrenunciables (en este caso: principios democráticos, derechos humanos...), y chantajea para condicionar en su beneficio las decisiones del grupo.

En todo caso, aceptada esa "rectificación" o ratificación de la UE, es posible intentar la tarea de descifrar el presupuesto que ambos quisieron bloquear que, en realidad es la mayor intervención presupuestaria en la historia de la Unión Europea: un billón del marco financiero y 750.000 millones del fondo de recuperación, para 2021-2027. Y por primera vez, ese fondo se va a financiar con un endeudamiento colectivo de todos los países de la Unión.

Todo esto no empece que tengamos que tener en cuenta que durante las últimas décadas, y fundamentalmente desde la crisis financiera de 2008, hayan aumentado las desigualdades,  disminuido significativamente las oportunidades de trabajo fundamentalmente para los trabajadores no especializados, y que eso haya dado alas a los políticos populistas. Por nuestra parte, lejos de querer aceptar una situación que nos condenaba a ser un país de veraneo para los países del norte, durante estos últimos años hemos clamado contra la ausencia de terapias en las que se apueste por la cualificación profesional y la innovación. Las reseñas proliferan en nuestros artículos que, en este sentido, pueden ser leídos como partes de una declaración de intenciones en marcha. Pues bien, ahora se pueden empezar a corregir esas tendencias.

La conclusión es que, más allá de la importancia de la aprobación de los fondos de la UE, lo que está en juego es un replanteamiento general del modelo productivo por parte del país. No se trata de negar el turismo (parafraseando a un maestro de columnistas, ojalá que los británicos sigan pasando sus vacaciones en nuestro país por mucho tiempo), sino de abrir una nueva ventana a un turismo sostenible y una puerta grande a una economía y un modelo productivo más volcados hacia la I+D. Europa tiene un problema con la inteligencia artificial, pero España lo tiene con la innovación en general.

Gaspar Llamazares y Miguel Souto Bayarri

La oportunidad de un nuevo modelo productivo