viernes. 29.03.2024

Madrid: armisticio o esperpento

ayuso

“Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada"

Ramón María del Valle Inclán.


Después de la firma del armisticio vino la ruptura, luego fue la reconciliación y ahora llega el enredo. El de un gobierno incapaz primero de reconocer el fracaso de su estrategia, entre el negacionismo y la inmunidad de rebaño, y luego de acordar una posición común de mínimos. Finalmente, como el capitán Arana, ha provocado la aprobación de una acción coordinada del ministerio para todos, de la que luego se ha desmarcado anunciando un recurso ante los tribunales. En el trasfondo, la mano de Casado y la sombra de la extrema derecha.

Todo empieza con un discurso de la presidenta Ayuso en la Cámara autonómica, como era de esperar una proclama neoliberal de nuevas rebajas de impuestos y un balance triunfalista en la gestión.

Nada nuevo en las derechas de Madrid, pero en que no puede ocultar que se encuentra desbordada por el descontrol de los brotes y la transmisión comunitaria y dividida internamente. Por eso, in extremis, el gobierno de Madrid pide ayuda al gobierno central, al que hasta hace bien poco había descalificado, cuando no insultado, acusándole de pasar de un ejercicio autoritario con el estado de alarma a lavarse las manos desde la desescalada y en la nueva normalidad. Una ayuda que inesperadamente el gobierno compromete en la sede de Sol, en un acto desmesurado y solemne, tan profuso en banderas como confuso en el discurso de la presidenta Ayuso. Todo un símbolo de la pompa y el artificio, pero sobre todo del esperpento que vendría después.

Lo que aún hoy no dice ni justifica la Comunidad, es cómo ha llegado a este nivel de descontrol de la pandemia. Sobre todo porque la explicación arranca de su actitud de deslegitimación y rebeldía frente al estado de alarma, de una posterior desescalada, gestionada como una verdadera desbandada, y ya en una nueva normalidad desguarnecida, sin haber cumplido ninguno de los compromisos de fortalecimiento de la atención primaria y la salud pública, ni tampoco de rastreadores para el seguimiento de los contactos ni de recursos sociales y habitacionales para su aislamiento. Compromisos flagrantemente incumplidos que forman parte del decreto de nueva normalidad y el plan de respuesta temprana aprobado por amplio consenso desde el mes de junio.

El mensaje del acuerdo denominado como Plan Madrid es en realidad un anuncio de armisticio en la confrontación entre ambos gobiernos ante la emergencia y la disposición a la colaboración con el objetivo de doblegar la segunda ola de la pandemia. La Comunidad depone los cañones y el gobierno central compromete la mantequilla.

Sin embargo, al margen del acuerdo, la Comunidad, por boca de su consejero, define unilateralmente unos indicadores que limitan la intervención en las zonas básicas de salud y estigmatiza a los barrios del sur, sin ninguna razón ni sentido epidemiológico, asimismo hace públicas sus limitadas medidas que además dejan a buena parte de las zonas con transmisión comunitaria fuera de las restricciones. Otro disparate.

Todo ello, al tiempo que emplaza al gobierno sobre el contenido de la ayuda a recibir, sin aceptar ninguna recomendación. En definitiva, mantiene su estrategia fracasada de inmunidad de rebaño y selección clasista de umbrales y de zonas. Entre tanto, nada se había hecho desde la Comunidad para afrontar los determinantes sociales de la pandemia. Ni en las empresas, ni en el transporte público ni en los barrios más deprimidos. Demasiado para un gobierno tan adicto al dogma neoliberal. Y con eso, llegó la contestación social del sur y la ruptura en la mesa coordinación.

Ante el desacuerdo, el gobierno central hace públicas las recomendaciones como mecanismo de denuncia y de presión con la amenaza implícita de tomar el control. La Comunidad responde denunciando lo que considera una imposición del gobierno central, y de nuevo se divide en torno al mantenimiento de los puentes de diálogo.

A continuación, es de nuevo la Presidenta quien hace la oferta de aceptar el cuadro de mandos de mínimos del ministerio, siempre que éstos se generalicen para todas las CCAA, en la convicción que no serían aceptadas. Pero de nuevo se equivoca en sus previsiones.

Vuelve la negociación, y contra todo pronóstico que apunta a la continuidad del forcejeo en torno a los indicadores y las zonas de confinamiento, el gobierno de Sánchez recoge el guante y acepta sus condiciones para la generalización de las medidas, por cierto que con gran enfado de las CCAA que, en su mayoría, cumplen con indicadores bastante más rigurosos.

Es entonces cuando se dan cuenta que el preacuerdo comunicado por el vicepresidente Aguado afecta casi en exclusiva a las ciudades de Madrid, en que, de acuerdo con la dirección de Casado, la presidenta Ayuso se echa atrás.

De nuevo, como último recurso, y para justificar la ruptura, incorpora por boca de su consejero de sanidad nuevas condiciones, la fundamental, después de imponer la generalización, es que no afecte a todos los distritos de Madrid, como que además se relaje el límite mínimo de 500 por cien mil en la incidencia acumulada, así como nuevos indicadores, cuando antes los barajados les parecían demasiados.

Finalmente, el PP y Madrid votan en contra de lo que se negoció y en que, según ellos, al parecer tan solo quedaban unos flecos.
Lo último es que la comunidad de Madrid, primero se declara en rebeldía frente al confinamiento de Madrid, que convierte en un gigante, y luego se echa atrás acatando el acuerdo mayoritario y anunciando un nuevo recurso, como el presentado frente a una supuesta arbitrariedad de la lenta desescalada para Madrid. En aquellas materias sujetas a acciones coordinadas, de acuerdo con la ley de cohesión, la decisión de órganos similares como las conferencias sectoriales son por mayoría y de obligado cumplimiento. La ley de cohesión y la ley del régimen jurídico obligan a todos sin excepción.

La verdad es que, una vez más, como en la estigmatización del estado de alarma, el PP sobreactúa: la vuelta a la fase uno de la desescalada no es un gigante sino un molino, con restricciones a la movilidad, los horarios y el número de personas en las reuniones, equivalente a la fase uno de la desescalada.

En resumen, Madrid ante el descontrol no pasa, como el el duelo, de la negación, a la ira, luego a la negociación, la depresión y al final a la aceptación. Muy al contrario, traslada el caos del negacionismo y de la fracasada inmunidad de rebaño de las derechas gobernantes y sus votantes más aguerridos a la política, más en la negación que en la aceptación, más en la ira de los pudientes que en miedo y la depresión de los barrios. La ira de los ricos frente a la covid19 corre paralela al miedo, la ansiedad y la depresión de la gran mayoría.

La situación de la pandemia en Madrid sigue descontrolada. Las medidas aprobadas suponen un punto de inflexión para tomar el control. El retraso en adoptarlas, la resistencia de la Comunidad y el mensaje confuso a los madrileños hace prever un largo proceso de meses de lucha para doblegar la curva pandémica y la continuidad de la estrategia conservadora de responsabilizar al gobierno central de sus consecuencias económicas y sociales.

El gobierno de Madrid está dividido y si alguna vez la tuvo, ya no tiene palabra. Tan pronto negocia y acuerda como rechaza y recurre las 'actuaciones coordinadas' del consejo interterritorial. En el horizonte, una larga crisis de la coalición de gobierno. En la sombra, la extrema derecha y su moción de censura.

Porque, en definitiva, no se trata solo de mantener la cabeza de puente de la oposición conservadora a la gestión de la pandemia desde la Comunidad de Madrid, sino fundamentalmente seguir representando las posturas radicales de inmunidad de rebaño y negacionismo. Porque en ello se juega el futuro de la derecha madrileña. Y no solo.

Todo termina con la aprobación en lectura única de la única ley en periodo de pandemia: la nueva ley del suelo de la Comunidad de Madrid.

"La tragedia nuestra no es tragedia".

Madrid: armisticio o esperpento