viernes. 19.04.2024

Malos argumentarios, pésimo debate

La derecha va a repetir hasta la saciedad que lo peor de la crisis ha pasado y que la reactivación ya está aquí y ha venido para quedarse...

El reciente debate sobre el estado de la nación nos ha proporcionado un avance de lo que serán los principales argumentos económicos del PP y del PSOE en la campaña de las elecciones europeas de mayo de 2014.

A partir de ahora, la derecha va a repetir hasta la saciedad que lo peor de la crisis ha pasado y que la reactivación ya está aquí y ha venido para quedarse. Muchas gracias a todos los españoles por los sacrificios realizados y por estar a la altura de las dificultades que generaron los socialistas en su anterior mandato. Ya no estamos al borde del abismo en el que nos dejó Zapatero, España avanza y los españoles empezarán a recoger muy pronto los frutos. Así de tonto.

Y la fuerza mayoritaria de las izquierdas va a replicar que las cosas siguen estando muy mal, si no peor que cuando gobernaba el PSOE. Ahí están, para quien quiera verlas, las cifras del paro, la deuda pública, la escasez de crédito, los desahucios, el aumento de la desigualdad, la precariedad laboral y los trabajadores pobres, el injusto maltrato que reciben los ciudadanos frente a la delicadeza con la que se trata a los bancos y las grandes empresas, el recorte de derechos y libertades, la corrupción… En conclusión, hay que cambiar de Gobierno. Los socialistas están preparados para volver a gobernar y, para lograrlo, reconocen los errores cometidos, hacen la correspondiente autocrítica y piden disculpas: no volverá a suceder. Así de simple.

Rajoy y Rubalcaba solo parecen haber convencido a sus incondicionales. Así lo constata el estudio nº 3016 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que ofrece la opinión de una amplia muestra. De un total de 1.602 personas encuestadas, una cuarta parte no tenía ningún tipo de información sobre el debate del estado de la nación y una amplia mayoría del 71,5% manifestaba que en esos debates no se tratan los temas que realmente preocupan a los españoles.

Entre las 1.087 personas encuestadas que habían obtenido algún tipo de información sobre el desarrollo del debate a través de cualquier medio de comunicación, una mayoría del 58,2% mostraba su poco o nulo interés por lo ocurrido. Tan solo el 26,1% valoraba muy bien o bastante bien las intervenciones de Rajoy y algo menos, el 22,6%, las de Rubalcaba. La mayoría de las respuestas valoraba muy mal o bastante mal (57,4% en el caso de Rajoy y 54,7% en el de Rubalcaba) las intervenciones de ambos políticos.

Los datos del CIS evidencian una vez más el divorcio entre la ciudadanía y unos líderes que, entre mensajes publicitarios y reproches, apenas dejaron un hueco para exponer los malos esbozos o caricaturas en las que convirtieron los análisis, diagnósticos de la realidad y políticas que, supongo, defienden sus respectivos partidos.

Divorcio, también claro, entre lo que ocurrió en el Parlamento y lo que va a seguir haciendo un Gobierno ensimismado y blindado frente a las críticas, que actúa sin contar con la opinión de la mayoría de la sociedad y aprueba leyes injustas y ajustes y recortes que siembran el malestar y van a condicionar en gran parte la suerte de grupos sociales muy minoritarios y la desgracia o el temor a lo que está por venir que sufre la mayoría de sus conciudadanos.

¿Tiene razón Rajoy al reeditar su versión particular de unos nuevos brotes verdes? ¿O es Rubalcaba el que acierta al precisar que siendo muy mala la situación real en la que vive la mayoría de los españoles podría ir a peor si no se sustituye pronto al Gobierno de la derecha?

Centrar el debate en esos interrogantes o en las dudas que suscitan las previsiones económicas de Rajoy o Rubalcaba me parece bastante inútil. Por un lado, porque nadie dispone ni puede disponer de la información o los datos suficientes para contestar con cierto rigor a esas preguntas o, lo que es lo mismo, para respaldar cualquiera de esas predicciones; por otro lado, porque lo importante y lo que es propio de la acción política no es adivinar lo que va a suceder en los próximos meses o años, sino realizar propuestas para intervenir en la realidad y convencer a la ciudadanía de la utilidad de las medidas que se proponen para lograr que esos brotes verdes existan realmente y, si se trata de un partido de izquierdas, asegurarse de que sirvan para beneficiar a la mayoría. 

Ambos líderes esquivaron el análisis de los fundamentos económicos que resulta imprescindible para sustentar cualquier previsión. Uno y otro limitaron sus intervenciones a describir los datos de la realidad que mejor cuadraban con su particular interpretación de la coyuntura económica y a extraer de esa sesgada y parcial descripción el futuro que vaticinan. Ambos carecen de estrategias de salida de la crisis o no dieron ninguna muestra de tener algo parecido a una estrategia o proyecto de futuro. Ninguno de los dos dijo nada sobre la necesaria sustitución del modelo de crecimiento de la economía española que la crisis ha desbaratado ni sobre la forma de llevar a cabo las imprescindibles tareas de reindustrialización y modernización de las estructuras y especializaciones productivas encargadas de sostener ese nuevo modelo de crecimiento. Lo poco que dijeron sobre Europa era tan superfluo que nadie sería capaz de recordarlo.

Ante la terrible situación de unos líderes que carecen de estrategias para resolver los graves problemas que agobian a millones de personas, no sería razonable reforzar el prestigio que ha alcanzado la equidistancia política o aventar la enésima versión de ese burdo e interesado planteamiento de que la derecha y la izquierda son iguales. Pero hay que tratar de contribuir a poner las cosas en su sitio. Y promover el análisis crítico de la ciudadanía con unos representantes políticos que tienen la capacidad de decidir cuestiones esenciales que van a tener gran influencia sobre la vida actual y futura de la inmensa mayoría, pero no saben qué hacer para resolver los problemas y devolver a la mayoría la seguridad y el bienestar perdidos. Y, más aún, se trata de reivindicar el papel esencial de una ciudadanía activa en la defensa de sus derechos y de una mayoría social consciente de los intereses que están en juego y capaz de defenderlos frente a las poderosas elites que a capa y espada pugnan por mejorar y ampliar sus prebendas y privilegios. 

Las acusaciones mutuas y ese “y tú más” a los que ya nos tienen acostumbrados son la cortina de humo que esconde la falta de análisis de los problemas, la fragilidad y las incoherencias que caracterizan a las pocas medidas que ofrecen como soluciones y la ausencia de toda reflexión sobre los límites y las posibilidades que tiene un Estado como el español, socio de la Unión Europea e integrante de la eurozona, para intentar resolver los problemas y aplicar las políticas específicas que requiere la economía española. Ni todos los problemas económicos son achacables a la UE o al euro, ni todos los problemas que sufre la economía española se pueden resolver con políticas económicas nacionales acertadas    

Las intervenciones de Rajoy y Rubalcaba parecen el lógico resultado de unos pobres y esquemáticos argumentarios partidistas que pretenden contentar a sus respectivos electorados y que son producto de una visión a corto plazo que permite escamotear los muy graves problemas que debe resolver la economía española. La agenda de las preocupaciones de ambos líderes parece completamente ocupada por la tarea de atar en corto a sus respectivos electorados y por la incógnita de cómo van a condicionar las próximas elecciones europeas el posterior calendario electoral doméstico.

Si no modifican sus argumentos, la campaña electoral al Parlamento Europeo va a estar repleta de pésimos debates y de una repetición interminable de lo ocurrido hace pocos días en el último debate sobre el estado de la nación: una representación de escasa calidad, actores mejorables, plomizo desarrollo e insustancial resultado. No haría mal el PSOE en reflexionar sobre lo ocurrido y valorar por qué sus mensajes tienen tan escaso impacto y tan fría acogida entre una mayoría social progresista y de izquierdas que necesita y exige que las cosas cambien. 

Malos argumentarios, pésimo debate