viernes. 29.03.2024

¡Larga vida al Gobierno de la mayoría social!

sanchez iglesias congreso

Ya tenemos un Gobierno de coalición progresista. Sabemos que es progresista por lo que dice, por su programa y las primeras medidas aprobadas, por la gran mayoría de sus componentes y por la actitud hostil de la derecha más cerril para impedir la investidura y, después, para armar todas sus terminales en los diferentes poderes del Estado y activar la oposición de las elites (económicas, religiosas, culturales…) que tienen un poder efectivo autónomo y están dispuestos a ejercerlo en defensa de sus privilegiadas posiciones. Hasta aquí, todo en orden. Nada que pueda resultar extraño. 

Hace falta tiempo y acierto para que el PSOE y UP se acomoden a la nueva situación y para que la maquinaria gubernamental mejore su funcionamiento. El tiempo tienen que dárselo sus votantes y la ciudadanía progresista y de izquierdas que sin haber votado a ninguno de los dos partidos ha permitido la investidura de Sánchez y esta inédita coalición progresista. El acierto es tarea del equipo gubernamental, que debe demostrar con su acción política que puede gobernar con el apoyo de la mayoría social (no sólo de los votantes de los dos partidos coaligados, que son minoría), para lo que es imprescindible construir amplios consensos políticos y sociales, más allá de los espacios sociales identificados con la izquierda, sobre las reformas y los cambios concretos que se pretendan llevar a cabo.

Es imprescindible construir amplios consensos políticos y sociales, más allá de los espacios sociales identificados con la izquierda

Este Gobierno no es el de la mayoría social porque sea progresista o de izquierdas. La secuencia lógica que debe prevalecer al abordar el análisis de su carácter es la inversa: es el Gobierno de las fuerzas progresistas y de izquierdas porque aspira a ser el Gobierno de la mayoría social y el del cambio posible en beneficio de la mayoría.

Tres breves comentarios sobre las dificultades para su continuidad y los errores que esta coalición gubernamental progresista no está autorizada a cometer si quiere perdurar, cumplir su misión y responder a las expectativas abiertas:  

Primero. Este Gobierno cuenta con un apoyo minoritario, tanto en el Congreso como en la sociedad. Y, por supuesto, no cuenta ni va a contar con la complacencia de amplios sectores del poder judicial, que están ahí por sus conexiones con el PP, parte del aparato estatal o los poderes fácticos que perciben el cambio posible como un inadmisible ataque a sus privilegios. Hay que ser plenamente conscientes de las debilidades y la fragilidad del nuevo Gobierno, que nacen de la suma de errores del PSOE y UP tras las elecciones del 28A, no de la suma de sus fortalezas (en las últimas elecciones del 10N perdieron entre ambos partidos 1,35 millones de votos y 10 escaños). Han sido la suma de sus debilidades y el rápido movimiento de Sánchez, abriéndose al acuerdo con Iglesias, los que han propiciado la coalición y la investidura. Los escasos márgenes de actuación del Gobierno que preside Sánchez no provienen tanto de Europa, de los vientos del oeste, autoritarios y neosoberanistas, que alienta Trump o de un sistema capitalista que tan a menudo se utiliza como espantajo, como de sus magros apoyos parlamentarios y sociales. No se pueden pedir peras a un olmo: este Gobierno no va a poder llevar a cabo los grandes cambios estructurales que es necesario hacer, pero es muy importante que lleve a cabo los pequeños cambios posibles que le permitan aprender a cooperar y a ensanchar los límites del cambio posible, al tiempo que mejora la vida de los sectores sociales afectados por la precariedad, la pobreza, la desigualdad y la violencia de género o el cambio climático. Lo importante es mantener abierta, más allá de esta legislatura, la agenda del cambio y demostrar que se puede gobernar para la mayoría social y comenzar a dar pasos que refuercen la convivencia y la democracia, ofrezcan más oportunidades y protección a los que carecen de ellas, inicien un camino que reduzca las desigualdades sociales y amplíen y refuercen derechos y libertades. El diálogo, las cesiones y los acuerdos son los mejores modos y las únicas vías transitables que permitirán acomodar el cambio posible a las pretensiones y ritmos que marquen la ciudadanía y sus representantes políticos.

Segundo. La disputa es un elemento central e insoslayable de la política. No sólo respecto a enemigos y adversarios, también entre socios y amigos más o menos forzados, como es el caso del PSOE y UP. Para dar cuenta de ese carácter sustancial de la disputa en la acción política se acuden a diversos tópicos, como el de la competencia virtuosa o el de unidad y lucha entre los que más se mencionan. Creo que como todos los tópicos reflejan parte de la realidad, pero no contribuyen a fijar la atención en lo esencial, en lo que distingue la excepcional coyuntura política que atravesamos: la necesidad de una leal cooperación a largo plazo entre ambos socios gubernamentales. Cooperación que no excluye la disputa, dado que tienen intereses y necesidades particulares, además de una historia y fuerzas motrices muy diferentes. Esa imprescindible cooperación debe implicar una clara visión compartida de que no hay posibilidades de cambio si pretenden conseguir más votos o apoyos sociales a costa o en contra de sus socios de Gobierno. Sólo se podrá avanzar en el cambio posible y ensanchar lo que es posible cambiar con el reforzamiento de los dos componentes de la coalición gubernamental y de la mayoría social frente a unas derechas doctrinarias que intentan, cuestionando la legitimidad del Gobierno Sánchez y aumentando el ruido y la inestabilidad, reforzar los privilegios y el poder de las elites y las clases dominantes. El avance del cambio y las fuerzas progresistas no pasa exclusivamente por el reforzamiento de los dos socios de Gobierno, sino también por la ampliación y el fortalecimiento del heterogéneo conjunto de fuerzas progresistas y democráticas existentes, incluidas las opciones nacionalistas e independentistas que no pretendan imponer de forma unilateral, ilegal o antidemocrática sus pretensiones y que son una potente y decisiva realidad que hay que ganar para el cambio.

Las críticas de las derechas persiguen atacar preventivamente la acción gubernamental, desgastar sus apoyos sociales y promover el enfrentamiento entre sus componentes

Tercero. Las críticas a la gestión de este Gobierno progresista son y seguirán siendo inevitables mientras gobierne. Los actuales eructos de los líderes de las tres derechas irán poco a poco dando paso, si quieren tener posibilidades de ganar de nuevo unas elecciones generales, a críticas más inteligentes y efectivas. Las críticas de las derechas persiguen atacar preventivamente la acción gubernamental, desgastar sus apoyos sociales y promover el enfrentamiento entre sus componentes, no sólo entre los dos partidos coaligados, sino también entre las distintas sensibilidades y orientaciones políticas que coexisten en el seno de ambas formaciones; por mucho que la voluntad de perdurar en el Gobierno y el hostigamiento de las derechas sean potentes factores a favor de la unidad progresista. Habrá críticas, también, desde la ciudadanía y los movimientos y organizaciones que vertebran la sociedad, porque defiendan prioridades diferentes o no compartan las iniciativas gubernamentales o los ritmos con los que el Gobierno pretenda llevarlas a cabo, sea por excesivamente lentos o por considerarlos demasiado rápidos. Nada peor para el buen desarrollo de la gestión gubernamental que despreciar la crítica, rehuirla o tratar de escudarse en la propaganda, el plasma o los relatos que intentan evitar la necesidad de dar explicaciones y ofrecer argumentos. No sólo de trata de aceptar deportivamente las críticas de los amigos, se trata de aceptar todas las críticas y, más importante aún, de considerarlas un componente imprescindible de la mejora de la gestión y del afinamiento de la acción política y de los argumentos en los que se sustenta. Lo que disgrega y deteriora no son tanto las críticas como su desconsideración por los destinatarios o los intentos de eludirlas. Las críticas son la expresión y el resultado natural de la diversidad de intereses y posiciones existentes en las sociedades abiertas y de su buen funcionamiento. Y son, también, el mecanismo idóneo para depurar y mejorar la acción política, incluida la gubernamental. Si esto es cierto en todos los ámbitos de la acción que cabe esperar de este Gobierno progresista, es especialmente válido en el diálogo, las cesiones y acuerdos que serán necesarios para desinflamar el conflicto con Catalunya y en Catalunya y para buscar una salida democrática que aúne la voluntad de la mayoría social y de las fuerzas políticas progresistas y de izquierdas en Catalunya y en el conjunto del Estado español. Menos miedo, por tanto, a las críticas. Y más miedo a los errores evitables, los protagonismos excesivos, los codazos sin sentido entre ministerios o la falta de firmeza en defensa de la democracia y los derechos humanos, sociales y laborales y en la lucha contra los privilegios, la desigualdad, la precariedad laboral, la pobreza y la exclusión.

¡Larga vida al Gobierno de la mayoría social y a su intención de gobernar en beneficio de la mayoría social!

¡Larga vida al Gobierno de la mayoría social!