miércoles. 24.04.2024

Grecia gana tiempo sin someterse

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La firmeza de Grecia, rechazando la sumisión y la austeridad extrema se ha demostrado posible y fructífera

Tras el fracaso cosechado por el Eurogrupo y el desencuentro escenificado en su reunión del pasado miércoles, 11 de febrero, Europa parece dispuesta a enfriar el conflicto con el Gobierno griego y ha abierto, coincidiendo con la reunión del Consejo Europeo del 12 de febrero, una puerta al diálogo.

No se trata todavía de una rectificación formal. Merkel y sus aliados no desean que su disputa con Grecia se desmadre y eligen un nuevo terreno, el de una comparación técnica entre las propuestas de ambas partes, para mantener la presión sobre las incomodas e insumisas autoridades griegas. Tratarán ahora de desgastar el apoyo que brinda la población griega a su Gobierno y centrar el debate en la debilidad técnica y la inviabilidad de sus propuestas. Y para ello es imprescindible que la discusión comience. No podían encastillarse en la exigencia de condiciones que no son aceptables, como ya han comprobado, ni por las nuevas autoridades ni por la ciudadanía griega.

Alemania ha tenido que sacrificar el peón que suponía  la exigencia al Gobierno griego para que aceptara y solicitara la extensión del actual plan de rescate, antes de comenzar a hablar de cualquier nueva financiación o préstamo. El único objetivo de semejante exigencia era humillar al Gobierno griego y obligar al primer ministro Tsipras a aceptar unas condiciones y un control de la troika que la ciudadanía griega detesta.

Grecia ha tenido que aceptar que el diálogo previo a la apertura de negociaciones se haga también con los componentes de la troika (BCE, Comisión Europea y FMI) sin nombrar el fatídico nombre asociado a la pérdida de soberanía y al empobrecimiento sufrido por la mayoría de la población griega. Así, Grecia y el Eurogrupo "han acordado pedir a las instituciones que comiencen las conversaciones con las autoridades griegas para empezar a trabajar en el análisis técnico de los puntos en común entre el programa actual y los planes del Gobierno griego", según informó el jueves por la tarde la portavoz de Dijsselbloem.

Se abre así una oportunidad para que las autoridades griegas expliquen y desarrollen unas propuestas que intentan compaginar el pago de la deuda pública con el plan de rescate humanitario que ya ha comenzado a aplicar y con las imprescindibles reformas modernizadoras de la economía y las administraciones públicas que permitan desatascar la actividad económica y avanzar al tiempo en todos esos frentes.

El diálogo comienza sin necesidad de hablar de la troika ni mencionar la vigencia de las condiciones impuestas por el plan de rescate aún en vigor. Y ha desaparecido también la exigencia de prolongar el plan rescate que expira el 28 de febrero. Los contenidos de las conversaciones técnicas iniciales se centrarán en propuestas orientadas a solucionar problemas sin generar costes o desequilibrios sociales y económicos aún mayores. Ya se volverá a tropezar otra vez con las diferencias políticas, que de momento quedan aparcadas, pero en el Eurogrupo del lunes, 16 de febrero, se comenzará a hablar de medidas concretas, de las propuestas adelantadas por el Gobierno griego y de las opiniones o contrapropuestas del resto de los socios de la eurozona.

También se ha producido otra noticia que apunta en la misma dirección de dar una oportunidad al acuerdo. En paralelo a la reciente reunión del Consejo Europeo, el BCE daba a conocer su decisión de subir el techo de financiación de urgencia a los bancos griegos hasta los 65.000 millones de euros y extender en una semana, hasta el próximo 18 de febrero, la provisión urgente de liquidez. Un movimiento pequeño, pero con un gran significado que apunta a favorecer las conversaciones entre las partes. Nadie quiere aparecer ahora del lado de la intransigencia. Nadie, excepto Rajoy, que parece tener pánico a un acuerdo que alentaría en España la ruptura con las medidas de austeridad.  

Las posibilidades de negociación se refuerzan. Y el Gobierno griego puede mostrar que su posición de no ceder a presiones y chantajes ha permitido impulsar el diálogo. Todavía no cabe ni soñar con una victoria de Grecia en este conflicto, pero sí con una rectificación significativa del próximo programa de ayuda a Grecia respecto a los programas de rescate anteriores. La firmeza de Grecia, rechazando la sumisión, la austeridad extrema como base de la política económica y el empobrecimiento masivo de la población, se ha demostrado posible y fructífera. Todo un ejemplo de dignidad y eficacia para otros gobernantes que pasaron por el aro sin conseguir nada positivo.    

Grecia ha ganado más tiempo. Alemania no ha conseguido la sumisión que pretendía del nuevo Gobierno griego y que deseaba inmediata. La pelota del diálogo va a seguir rodando unos días más, después de que el primer ministro Tsipras reafirmara sus compromisos electorales. Ya es un importante logro. Los interlocutores tendrán que hacer a corto plazo gestos de complicidad y aperturas en sus posiciones para que el diálogo se fortalezca, cobre sentido y abra el camino a una compleja negociación política que será difícil concluir en los próximos días y que, probablemente, durará semanas o meses.

No cabe descartar nada, ni siquiera la salida de Grecia de la eurozona y la UE, pero el escenario más probable es, sigue siendo, la consecución de un acuerdo aceptable para todas las partes, que pueda ser defendido sin producir sonrojo propio o vergüenza ajena tanto por las autoridades alemanas como por las griegas. Y esa condición de éxito compartido es posible.  

Habrá concesiones. Son inevitables en toda negociación. Y más aún en un proceso en el que los protagonistas tienen fuerzas tan desiguales y se juegan intereses de tan diferente calibre. Grecia arriesga buena parte de su futuro inmediato y el bienestar de varias generaciones. Alemania apenas compromete un puñado de ideas y discutibles principios económicos que hoy pueden parecer importantes a sus partidarios, pero mañana se pueden arrojar al cubo de la basura o servir para decorar algún rincón obscuro del acervo cultural de la derecha.

A los que juegan alegremente con la hipótesis de la salida de Grecia de la eurozona, Varoufakis, el ministro de Finanzas griego, les ha explicado lo que puede estar en cuestión: “El euro es frágil. Es como un castillo de naipes, si retiras la carta griega las otras también van a caer”. No está mal como aviso a irresponsables, pero la afirmación de Varoufakis no es demasiado acertada. Por el fondo, el euro no es tan frágil como nos lo quieren presentar; y por la forma de presentar el papel que desempeña la carta griega en la tarea de sustituir en Europa la estrategia de salida de la crisis basada en la austeridad y la devaluación salarial por una propuesta alternativa de carácter progresista.

Por muy periférica y frágil que sea la economía griega o por mucha responsabilidad que se puedan achacar a anteriores gobiernos griegos y a las elites económicas y políticas griegas en el desastre ocasionado, las instituciones europeas no pueden menospreciar a un socio ni la voluntad de una mayoría social expresada con claridad y democráticamente. Arriesgan demasiado.  

Por muy cómoda que haya resultado hasta ahora la imposición de programas draconianos de austeridad a los países del sur de la eurozona, no conviene a los intereses de los poderes hegemónicos europeos que se note tanto su añoranza por anteriores Gobiernos griegos que, tras arruinar a la mayoría social y llenarse los bolsillos, han contribuido a empeorarlo todo.   

Tsipras ha reafirmado sus compromisos electorales, los ha puesto en marcha y ha  ampliado en el Parlamento el apoyo logrado en las urnas. No es poca cosa. Y ha conseguido arrancar un principio de diálogo y aguantar la presión sin que su Gobierno ni la ciudadanía griega se hayan doblado o roto.

En próximas reuniones, los socios europeos volverán a intentar precisar las propuestas aceptables para ambas partes y los límites que definirán la negociación técnica entre el nuevo Gobierno griego y las instituciones comunitarias. Hay que seguir atentos un proceso que determinará si es posible y hasta donde llega la rectificación de los programas austericidas que tanto daño han hecho a Grecia, al resto de países del sur de la eurozona, a la mayoría de sus gentes y al proyecto de unidad europea.

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