sábado. 20.04.2024

Grecia da un paso atrás que facilita la fumata blanca

El Eurogrupo ha acordado una extensión de cuatro meses del programa de asistencia financiera a Grecia. 

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El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, y el ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis.

Grecia defiende su derecho a llevar a cabo ese proceso de reformas permaneciendo dentro de la eurozona y de la UE

Ha costado mucho. A ratos parecía imposible. Finalmente, a la tercera reunión ha ido la vencida, el Eurogrupo ha acordado una extensión de cuatro meses del programa de asistencia financiera a Grecia. Se desatasca el diálogo y Grecia gana un tiempo precioso para perfilar las bases de un nuevo acuerdo que permita sanear y modernizar su economía, asentar las bases de un crecimiento sostenible y atender todos sus compromisos y obligaciones, tanto los que mantiene con sus socios como los que ha contraído con la mayoría social griega.

No está bien visto en la izquierda ceder. Ni un palmo de terreno. Ni siquiera cuando la situación hace imposible mantener la misma posición y la realidad impone la necesidad de dar un paso atrás, sin capitular, salir corriendo o pasarse al otro bando. Negociación y concesiones van unidas. Y es buena cosa que así sea y así lo entiendan los participantes que intentan aproximar posturas, especialmente cuando la crispación y sus partidarios amenazan trocar el diálogo por desencuentro y ruptura.

En las conversaciones llevadas a cabo la semana pasada entre Grecia y el Eurogrupo, Alemania ha querido dejar bien patente que tiene la sartén por el mango y que, si el Gobierno de Syriza no atiende sus razones, no dudará en atizarle con ella en la cabeza para aumentar los niveles de comprensión de tan incómodo socio. Pese a ello, Grecia no ha perdido la compostura ni parece haber tenido dudas sobre la necesidad de mantener abierta la vía del diálogo y la perspectiva de la negociación. Grecia no se ha cansado de repetir lo que el primer ministro Tsipras volvió a manifestar por escrito a la agencia Reuters poco antes de iniciarse la reunión del Eurogrupo que concluyó en acuerdo: “Grecia ha hecho todo lo posible para lograr una solución mutuamente beneficiosa, fundada en el principio de un doble respeto: a las reglas de la UE y a los resultados electorales de los Estados miembros”

Léanse con atención porque las palabras de Tsipras merecen ser leídas atentamente. El primer ministro griego no solo reclama respeto por los resultados electorales que han permitido el acceso de Syriza al Gobierno griego, también manifiesta su respeto por los resultados y compromisos electorales de todos los Estados miembros. Lo que está en juego no es solo la situación de la deuda griega, de su pequeña y frágil economía o de una sociedad harta del maltrato que ha sufrido por parte de la troika, sino el porvenir de Europa como proyecto compartido, democrático y respetuoso con los intereses y necesidades que manifiestan todos sus socios, incluidos los de la pequeña, periférica e insumisa Grecia.

Tras dos semanas de soportar una enorme presión, el Gobierno griego se sintió obligado a “solicitar la extensión del actual acuerdo de ayuda financiera (Master Financial Assistance Facility Agreement) por un periodo de seis meses” y admitir la participación, las propuestas y la supervisión de las instituciones (las mismas Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional que hasta hace unos días denominábamos troika). En definitiva, Grecia aceptó pedir la extensión del rescate actual con el compromiso de respetar y cumplir buena parte de las condiciones asociadas a ese rescate. Hay palabras que hieren y no es cuestión menor que Grecia se siga resistiendo a utilizar las palabras rescate, austeridad y troika, porque simbolizan imposiciones de medidas tan injustas como ineficaces que la mayoría social griega no está dispuesta a que se repitan o mantengan.

Ha sido un paso atrás, ¿por qué negarlo? Lo han intentado y no han podido. La concesión que se han visto obligados a hacer no les ha hecho capitular ni apartarse de sus objetivos ni de los compromisos adquiridos con sus electores y con la mayoría social griega. Y piensan seguir resistiendo las presiones que van a continuar.  Nada que objetar. Nada que reprochar a Varoufakis o Tsipras, que han llevado el peso de  las conversaciones y han logrado desbaratar las maniobras que pretendían desacreditar al recién estrenado Gobierno griego y hacerlo responsable del fracaso del diálogo. Nadie mejor que las actuales autoridades griegas están al tanto de la situación de sus arcas públicas, de cómo la fuga de capitales y ahorros bancarios ha afectado a un ya muy frágil sistema bancario o de la urgencia en relajar la tensión, respirar y recomponer apoyos, alianzas (internas y externas) y propuestas de actuación.

Es hora de hacer balance de la situación. Afortunadamente, para Grecia y para Europa, el acuerdo ha sido posible y se abre un nuevo periodo que va a seguir marcado por una tensa y problemática negociación que, si las cosas van todo lo bien que pueden ir, mientras la derecha conservadora siga manteniendo la mayoría electoral y su hegemonía en las instituciones europeas, va a durar otros cuatro meses y se prolongará, probablemente, durante años. Porque así lo requiere la extrema fragilidad de una economía, unas instituciones políticas y administrativas, un país, Grecia, cuyos problemas y desequilibrios no empiezan en 2010 con los rescates, ni siquiera con su sorprendente y cuestionable inclusión entre los países del euro en 2001, ni se van a acabar por obra y gracia de la nueva financiación que acaban de otorgarle sus socios europeos. Incluso si tal financiación fuera mucho más abundante y los costes financieros aún más bajos que los que se han acordado.

La injusta e ineficaz austeridad impuesta ha devastado la economía, el viejo régimen de partidos políticos y la sociedad griega, pero ni la austeridad está en el origen o es la causa determinante de los graves problemas que afectan a Grecia ni su relajación puede resolverlos. Atenuar y dosificar la dosis de austeridad es imprescindible, pero no basta para romper los grilletes, desequilibrios e insuficiencias que atenazan a la economía griega. El Gobierno de Tsipras y la mayoría social griega aspiran a algo más que menguar la austeridad, pretenden romper con la estrategia de salida de la crisis impuesta por las fuerzas europeas conservadoras que lidera y representa Merkel. Y quieren impulsar una propuesta alternativa, popular y progresista de salida de la crisis al tiempo que llevan a cabo el rescate social de urgencia que necesita y reclama la ciudadanía griega. Su objetivo es iniciar “un proceso de reformas más amplio y más profundo orientado a mejorar de forma duradera las perspectivas de crecimiento y empleo, asegurar la gestión de la deuda y la estabilidad financiera, aumentar la equidad social y mitigar el importante coste social de la actual crisis”, como puede leerse en la carta enviada el pasado 18 de febrero por Varoufakis, ministro griego de Finanzas, al presidente del Eurogrupo, para facilitar el acuerdo que acaba de lograrse.

Grecia defiende su derecho a llevar a cabo ese proceso de reformas permaneciendo dentro de la eurozona y de la UE, aunque para ello esté obligada a jugar una compleja y muy difícil doble partida, la primera y más importante en la propia Grecia, la segunda, decisiva y aún más difícil, en el tablero europeo, disputando la hegemonía a la derecha conservadora que ahora impone reglas y medidas. Y para ello hacen falta tanto tino y tanta audacia como los que han demostrado hasta el momento Tsipras, Varoufakis y compañía. Nos han abierto la puerta a un futuro menos sombrío, ahora hay que convencer a la mayoría de la sociedad española y a la mayoría de la ciudadanía europea que merece la pena acompañar a Grecia en la tarea de derrotar la estrategia de austeridad de la derecha europea e iniciar una vía alternativa para salir de la crisis.   

Las instituciones europeas han tratado y, en el mejor de los casos, van a seguir tratando como un problema de liquidez una situación de insolvencia que ni siquiera una quita sustancial de la deuda podría arreglar. Creo que las nuevas autoridades griegas son conscientes de esa situación, saben que la financiación proveniente de sus socios europeos es imprescindible, pero también saben que las reformas estructurales que están por realizar (y que poco tienen que ver con las que demanda la troika) van a depender por ahora y durante bastante tiempo de sus propias fuerzas. También del acierto con el que gestionen las relaciones con sus socios europeos y sean capaces de preservar dosis suficientes de soberanía para establecer objetivos y prioridades y llevar a cabo una gestión independiente (independencia relativa y condicionada por su pertenencia al mercado único y al euro) que les permita cumplir su programa electoral y mantener y acrecentar el apoyo de la mayoría social griega.

Grecia busca la complicidad de sus socios comunitarios y de la ciudadanía europea para dejar atrás vocablos espantosos, vinculados al austericidio sufrido, y conseguir que las negociaciones y los comunicados comunitarios se pueblen de palabras hermosas como solidaridad, beneficios mutuos, cohesión, democracia real o proyecto común de unidad europea que encarnen en medidas y políticas concretas que mejoren la vida de la gente.

Mientras tanto, los detalles de este reciente acuerdo se conocerán en los próximos días. Grecia va a poder disponer de forma inmediata de alrededor de 7.000 millones de euros y gana cierta flexibilidad para presentar antes del próximo 24 de febrero una lista de reformas vinculadas a los compromisos adquiridos en el segundo rescate que está a punto de expirar. Flexibilidad condicionada a que esas reformas preserven el equilibrio de las finanzas públicas.

Si todo marcha como está previsto, esa lista de reformas deberá ser confirmada por el Eurogrupo el 24 de febrero y la extensión en cuatro meses del plan de ayuda a Grecia deberá ser aprobada por los parlamentos de Alemania, Estonia, Holanda y Finlandia antes del 28 de febrero. Después se abriría una negociación en detalle con objeto de afinar y cuantificar esas reformas. A partir de junio sería necesario negociar y aprobar un tercer plan de ayuda y su aplicación sería también sometida al control y la supervisión de las instituciones.

Un largo y proceloso movimiento de negociaciones y acuerdos, dentro de un conflicto de estrategias, envuelto en una descomunal crisis. Ojalá el Gobierno de Grecia siga acertando en la tarea y ojalá las fuerzas de izquierdas del Estado español acierten a sumar lo más pronto posible otro Gobierno progresista a su esfuerzo.    

Grecia da un paso atrás que facilita la fumata blanca