viernes. 29.03.2024

Gana Merkel y la izquierda consigue más escaños que la derecha

Las urnas han despejado el panorama político alemán de estimaciones, conjeturas e incertidumbres. Los datos ofrecidos por la jornada electoral...

Las urnas han despejado el panorama político alemán de estimaciones, conjeturas e incertidumbres. Los datos ofrecidos por la jornada electoral del pasado 22 de septiembre se pueden resumir (ver Cuadro) en varios apuntes:

Primero. No estaba justificado el temor a un aumento de la abstención. Parecía que la indiferencia ciudadana por lo que se jugaba en las urnas se incrementaría como consecuencia de la escasa diferenciación entre los programas electorales de los dos grandes partidos, la confianza de la población que ha sabido ganarse la canciller Merkel y la muy buena opinión que manifestaba la mayoría de la ciudadanía acerca de su situación económica personal y la calidad del funcionamiento de la democracia en su país. La participación electoral aumentó hasta el 71,5%, casi un punto por encima del 70,8% alcanzado en las anteriores elecciones federales de 2009 o, lo que es lo mismo, en torno a medio millón de electores que se sumaron a los algo más de 43 millones de votantes en 2009.

Segundo. Merkel ganó por un margen de votos algo más amplio del previsto. Las encuestas anunciaban un apoyo a la CDU/CSU de alrededor del 40% y finalmente sus votos han alcanzado el 41,5% del total. Tras dos mandatos consecutivos, lejos de sufrir un mínimo desgaste, Merkel y la CDU/CSU cosechan mayor apoyo electoral en número de votos (aumentan en 3,5 millones de votos), en porcentaje de votos (más 7,9 puntos) y en número de parlamentarios (72 escaños más). La mayoría que obtiene es muy amplia, pero no se puede decir que haya arrasado. Está cerca de la mayoría absoluta (311 escaños, a falta de 5 para alcanzar los 316 asientos necesarios), pero lo relevante es que no alcanzan esa mayoría absoluta y que necesitan al menos un socio (el SDP o Los Verdes) para dar estabilidad a su futuro Gobierno. Merkel tiene en sus manos todas las cartas para conformar la coalición que más le interese.


En millones de votos. Datos definitivos de las elecciones federales de 2009 y 2013, según fuentes oficiales.


Tercero. Los liberales del FDP, socios de Merkel en la coalición gubernamental que finaliza su mandato con estas elecciones, se quedaron en el 4,8%, muy cerca del 5% pero sin alcanzarlo. Pierden casi 10 puntos porcentuales (de los 6,3 millones de votos obtenido en 2009 pasan a menos de 2,1 millones); como consecuencia dejan de tener representación parlamentaria en el Bundestag por primera vez desde la fundación de la República Federal de Alemania en 1949. El principal beneficiado del desastre electoral de los liberales ha sido sobre todos los demás la CDU/CSU, seguida a gran distancia por el SDP y el nuevo partido Alternativa para Alemania (AfD), ocupando los últimos puestos entre los afortunados La izquierda y Los Verdes (según las últimas estimaciones publicadas por el Consorcio de instituciones públicas de radiodifusión de la República Federal de Alemania, ARD)

Cuarto. El SDP gana 2,7 puntos y suma el 25,7% del total de votos. Es el único partido con representación parlamentaria, junto a la CDU/CSU, que mejora los resultados de 2009; ganancia más bien escasa (aunque sus votos aumentan en un millón y cuarto y el número de escaños, en 46), pues supone su segundo peor resultado desde 1949. La dirección del SDP debe digerir ese agridulce avance y medita hasta el próximo viernes la contestación que dará a Merkel sobre las condiciones para comenzar las negociaciones y participar de nuevo en otra gran coalición. 

Quinto. Las otras dos fuerzas progresistas que obtienen representación parlamentaria, La Izquierda y Los Verdes, pierden en total  5,6 puntos porcentuales (algo más la primera que los segundos), cerca de 2,8 millones de votos (a partes iguales) y 17 escaños (La Izquierda pierde 12 parlamentarios y Los Verdes, 5). La dirección de La Izquierda se lame la herida producida por la pérdida de votos destacando que se ha convertido en la tercera fuerza política de Alemania, tras la desaparición del FDP y la reducción a menos de dos décimas de su ventaja sobre Los Verdes. La dirección de Los Verdes resalta que puede convertirse en la pata que le falta a Merkel para formar su coalición gubernamental. La derrota sin paliativos de ambas formaciones incrementará sus divisiones internas y, tarde o temprano, llegará la inevitable reflexión sobre sus causas.  

Y sexto. Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland, AfD ) -un partido fundado hace apenas cinco meses que defiende la voladura controlada y ordenada de la eurozona en beneficio del interés nacional de Alemania- logró un fuerte ascenso electoral que lo ha dejado a las puertas del Parlamento, tras alcanzar el 4,76% (algo más de 2 millones de votos). Los sondeos más favorables (los de Allensbach/FAZ de 20 de septiembre y los de Trend Research/Radio Hamburg de 17 de septiembre) le daban un resultado electoral del 4,5% de los votos, pero la mayoría le otorgaban como mucho el 4%. La emergencia de AfD simboliza la insolidaridad que es capaz de generar el diagnóstico y el relato de la crisis que difunde la derecha europea y la búsqueda que han emprendido en la sociedad alemana sectores ilustrados y acomodados (que no fascistas o xenófobos) de una salida para Alemania y el resto de países del norte de la eurozona que permita soltar el lastre que representan las economías del sur. Problema más complejo aún porque AfD ha sido capaz de recoger sus votos en todo el espectro político, desde la CDU/CSU hasta La Izquierda, aunque como parece natural sus caladeros más importantes han sido los partidos de derechas, el FDP y la CDU/CSU, aunque no hayan sido desdeñables los votos procedentes, por este orden, de Los Verdes, el SDP y La Izquierda (estimaciones elaboradas tras las elecciones por infratest dimap y publicadas recientemente por ARD-DeutschlandTREND)  

A veces lo inesperado acontece y lo que parece inevitable no sucede. No ha sido así en las recientes elecciones federales alemanas. Lo previsible (el triunfo de Merkel), ha sucedido; y lo evitable (el tercer mandato de Merkel), no se va a evitar aunque hay fuerza política suficiente para impedirlo. La suma de parlamentarios del SDP y Los Verdes (suman 255 escaños) con el apoyo externo de los 64 parlamentarios de La Izquierda alcanzarían una mayoría absoluta de 319 frente a los 311 de la derecha conservadora.

Esa mayoría absoluta progresista y de izquierdas podría acabar con la estrategia de austeridad y devaluación interna para los países del sur de la eurozona que ha impuesto el bloque de poder conservador hegemónico que lidera Merkel e iniciar un nuevo rumbo en la construcción de la unidad europea basado en la solidaridad y la cooperación de todos los Estados miembros y en un reparto más equilibrado y justo de los beneficios y los costes que supone participar en la UE y compartir el euro. ¿Por qué, entonces, no se plantea explorar esa posibilidad de negociar entre las tres fuerzas progresistas y de izquierdas con representación parlamentaria un programa y un proyecto alternativos a los de la derecha conservadora?

En primer lugar, por los propios resultados electorales; más allá del reparto de escaños entre los cuatro partidos con representación parlamentaria. La CDU/CSU suma casi tantos votos como el conjunto de las opciones progresistas y de izquierdas (18,16 millones de votos frente a 18,24 que obtienen conjuntamente el SDP, Los Verdes y La Izquierda). El espacio electoral de la derecha no solo está conformado por los votos de la CDU/CSU, también por los más de 2 millones de votos conseguidos por el FDP y por gran parte de los 2 millones que respaldan a AfD. El espacio electoral de la izquierda, por el contrario, ha perdido en términos netos más de un millón y medio de votos.

En segundo lugar, porque tanto el SDP como Los Verdes se han cansado de repetir durante la campaña electoral que no pactarían, en ningún caso y bajo ninguna condición, con La Izquierda. Dar un paso en dirección contraria a lo dicho, más aún con la debilidad añadida por los resultados obtenidos por los tres partidos, exacerbaría las tensiones y divisiones internas que arrastran todos ellos y supondría un factor más de desconfianza y desprestigio hacia los partidos políticos y, más concretamente, hacia las izquierdas.

Y en tercer lugar (habría algunos motivos más, pero no se trata de cargarse de razones; sino de señalar los principales obstáculos que impiden un amplio acuerdo progresista), porque las encuestas de opinión revelan que la coalición entre las tres fuerzas progresistas cuenta con un apoyo minoritario en la sociedad alemana y ni siquiera consigue un respaldo mayoritario entre los votantes del SDP o de Los Verdes. La última encuesta ARD-DeutschlandTREND de 23 de septiembre sobre la coalición gubernamental que prefieren los electores alemanes muestra que el 64% de las personas entrevistadas considera conveniente o muy conveniente una gran coalición entre la CDU/CSU y el SDP (frente a un 34% que la considera poco o nada conveniente). Las otras dos coaliciones posibles despiertan más recelos que apoyos. La de la CDU/CSU con Los Verdes es apoyada por un 34% frente al 65% que la rechaza y la tricolor entre el SDP, Los Verdes y La Izquierda consigue aún menos apoyos, pues es respaldada por un 25% frente a un 73% que la rechaza o la considera poco conveniente.

En tales condiciones, la coalición gubernamental progresista no es factible. Ni siquiera la posibilidad de un Gobierno de coalición entre el SDP y Los Verdes que contara con el apoyo externo de los parlamentarios de La Izquierda. Opción que habría sido la única con mínimas posibilidades de ser explorada para intentar conformar un ejecutivo progresista. Con los resultados obtenidos, las posibilidades de inestabilidad institucional de un Gobierno con esos componentes serían demasiadas y los riesgos a asumir por los promotores de tal opción y por las propias fuerzas políticas participantes en ese experimento excesivos.

Pero que haya muchas razones para explicar por qué las opciones progresistas no pueden ponerse de acuerdo para frenar o acabar con la estrategia conservadora de salida de la crisis, no exime de responsabilidad a las direcciones de los tres partidos implicados. Porque las dificultades no sólo provienen de los malos resultados electorales obtenidos, los problemas más importantes surgen mucho antes, del tipo de campaña electoral y los compromisos adquiridos en ella y del trabajo de oposición realizado a lo largo de la última legislatura. No se puede conformar una alternativa frente a la derecha y a las políticas de austeridad si no se confrontan, en las instituciones y en las calles, su diagnóstico de la crisis y las políticas que aplican. Y en lugar de esa confrontación y distancia crítica, tanto Los Verdes como el SDP se han limitado en demasiadas ocasiones a callar o a dar su apoyo a las iniciativas parlamentarias de Merkel. Tampoco se puede conformar una alternativa a la estrategia de salida de la crisis que propugna la derecha conservadora, cuando la principal preocupación es denunciar y poner en el punto de mira a otras fuerzas progresistas con la intención, supongo, de debilitarlas y ganar espacio social y electoral a su costa.       

No obstante, todavía quedaría alguna remota posibilidad de salvar los muebles siempre que el SDP y Los Verdes no se prestaran a dejarse enredar en una coalición con la CDU/CSU presidida por Merkel en la que estarían obligados a jugar un papel subalterno respecto a las políticas y la estrategia de salida de la crisis diseñadas por la derecha conservadora. Esa posibilidad consistiría, simplemente, en ejercer su papel como oposición parlamentaria con rigor y con el objetivo de trabar las políticas de austeridad y aprobar, gracias a su mayoría parlamentaria, iniciativas legislativas y medidas que defiendan los intereses de la mayoría y promuevan una Europa en la que los principios de cohesión económica, social y territorial predominen y se asienten en una financiación y unas instituciones adecuadas. Dudo mucho que tal posibilidad llegue siquiera a ser considerada por la direcciones del SDP o Los Verdes.        

Tras las elecciones alemanas, no han escaseado las opiniones entre las gentes de izquierdas de nuestro país que consideran que el reforzamiento del liderazgo de Merkel va a suponer manga ancha para endurecer las políticas de austeridad imperantes. No comparto tal opinión.

En la eurozona, el fracaso de las políticas de austeridad en todos los objetivos que sirvieron para intentar justificarlas es de tal calibre que el bloque de poder conservador que las diseñó y las impuso está tanteando desde hace meses, a la espera de los resultados electorales en Alemania y de la gestión que puedan hacer de esos resultados la CDU/CSU, el SDP y Los Verdes, cómo modificar los perfiles y contenidos más destructivos de los recortes. A mi entender, lo más probable es que Merkel y su próximo Gobierno (más aún si finalmente entran el SDP o Los Verdes) rebajen la austeridad extrema impuesta a los países del sur de la eurozona y promuevan una nueva fase que sin suponer una ruptura con la estrategia conservadora de salida de la crisis permita seguir ensayando nuevas fórmulas de relajación en las políticas de austeridad que hagan compatibles pequeñas dosis de crecimiento con la consecución de menores desequilibrios macroeconómicos, supongan un respiro para las economías del sur de la eurozona y abran una válvula de escape a la indignación y el conflicto social que se han incubado.

No se trata de esperar que esa mayor precaución en la intensidad de la austeridad exigida a las economías del sur de la eurozona vaya a dar solución a los graves problemas existentes. Tampoco cabe imaginar que el bloque de poder hegemónico en la UE adquiera de pronto la capacidad y la voluntad de superar las deficiencias institucionales de la eurozona y las debilidades productivas pendientes de resolver en las economías del sur de la eurozona. No va a cambiar la línea dominante de favorecer a los acreedores y a las (grandes) empresas: reducción de los costes laborales; desregulación del mercado laboral para permitir una más rápida y barata adaptación a la coyuntura de cada economía nacional o sector productivo y una mejora de su competitividad vía precios; aligeramiento de las cargas fiscales y sociales que soportan las empresas y las rentas del capital; mercantilización de los bienes públicos que puedan contar con una demanda solvente; etcétera.

Para lograr un cambio sustancial de estrategia y promover medidas progresistas de generación de empleos decentes, defensa de los bienes públicos y una protección social suficiente para todas las personas hace falta mucho trabajo y fuerzas sociales y políticas renovadas que aún están por construir y articular dispuestas a llevarlo a cabo sin esperar a la próxima convocatoria electoral.

Gana Merkel y la izquierda consigue más escaños que la derecha