viernes. 29.03.2024

Lo que cabe esperar de los programas electorales de PP y PSOE en materia económica

Los programas electorales en 2015 no van a poder ser cartas a los Reyes Magos ni un amasijo de propuestas incoherentes...

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En el pasado reciente los programas electorales lo aguantaban todo y no comprometían en casi nada a los partidos que los firmaban. En cualquiera de las elecciones que se celebren en 2015 la situación va a ser bien distinta. Ya no van a poder ser cartas a los Reyes Magos ni un amasijo de propuestas con escasa coherencia y excesiva despreocupación por su viabilidad técnica o política.

Algunos de los frutos más esperanzadores de las mareas de indignación y movilización que han denunciado los recortes y la corrupción son la confianza de la ciudadanía en su capacidad para cambiar con su voto y su presencia activa en el espacio público el actual estado de cosas y la recuperación del pensamiento crítico respecto a los programas electorales y las promesas que contienen. Ahora la gente exige que los contenidos de esos programas sean evaluables y precisos. El voto no supone un apoyo incondicional, es un contrato que obliga al cumplimiento de lo acordado o a una renegociación de su contenido, en cuyo caso, antes de aplicar cualquier cambio, hay que consultar de nuevo a la ciudadanía sin esperar a las próximas elecciones.

El problema del PP y del PSOE es que han compatibilizado la imposición de medidas que han provocado una catástrofe social con una insoportable tolerancia y dejación de funciones ante las prácticas corruptas y delictivas que se originaban en el interior de sus respectivas formaciones, servían como fuente de financiación orgánica y, de paso, llenaban los bolsillos de demasiados de sus miembros. Su capacidad para hacer lo contrario de lo que predicaban y esa tolerancia demostrada con la corrupción han provocado el hartazgo en muchos de sus votantes que sopesan si merece la pena darles de nuevo su voto. Otros, los han abandonado y no piensan, de entrada, volver a votarlos. Por eso es tan importante lo que digan y hagan PP y PSOE en los próximos meses, en el horizonte de un largo ciclo electoral que se extenderá previsiblemente durante todo el año 2015. Y por eso son tan importantes los contenidos de sus respectivos programas electorales, aún por dilucidar, y las formas con las que intentarán solventar la desconfianza de muchos de sus votantes.

El voto no supone un apoyo incondicional, es un contrato que obliga al cumplimiento de lo acordado o a una renegociación de su contenido

A nadie se le escapa que en la actual situación de emergencia económica y social, inestabilidad política y debilidad institucional los programas municipales y autonómicos no pueden agotarse en el limitado ámbito de las correspondientes competencias locales o autonómicas. De hecho, las elecciones de los nuevos concejales y parlamentarios autonómicos se van a encuadrar en un debate más ambicioso respecto a las diferentes estrategias que se proponen para reactivar la economía española y recuperar el dañado proyecto de unidad europea.

El PP tiene pocas posibilidades de elección y eso hace su tarea fácil. Puede ofrecer una continuidad maquillada, a la que intentará hacer pasar por estabilidad, que preste mientras dure el tiempo electoral un poco de atención a las necesidades de la mayoría, lime durante unos meses los aspectos más sangrantes del injusto reparto de costes que ha propiciado desde el Gobierno en los últimos tres años y no confunda de forma tan flagrante como hasta ahora los intereses del poder financiero y los grandes grupos empresariales con los de la mayoría social.

Desea el PP que la limitada rectificación de la estrategia de austeridad iniciada por las autoridades comunitarias siga su marcha y se concrete cuanto antes en una política monetaria más expansiva por parte del BCE y en una mayor inversión comunitaria en infraestructuras, investigación o financiación de las pequeñas y medianas empresas, como propone el Plan Juncker, que permita prolongar y alentar cierto crecimiento de la actividad económica y la inflación.

Esa ligera y parcial rectificación de la estrategia conservadora de salida de la crisis ha empezado a tomar cuerpo, pese a la tenue resistencia de Merkel y la algarabía opositora de los halcones del Bundesbank, y seguirá materializándose en nuevas medidas del BCE y la Comisión Europea porque el fracaso de la estrategia basada en la austeridad es rotundo y afecta a todos los objetivos que pretendía: la economía de la eurozona se encuentra al borde de una tercera recesión, inmersa en un estancamiento prolongado que impide avanzar en la consolidación presupuestaria y del que no se puede salir con las políticas de austeridad; políticamente, Europa ha pasado a jugar un papel secundario, cuando no insignificante, en la cadena de conflictos bélicos regionales que implican riesgos sistémicos y suponen amenazas globales; los principios y valores de cohesión, solidaridad y democracia participativa que inspiraron el proyecto de unidad europea han desaparecido o han sido arrinconados en la práctica; la mayoría de la ciudadanía europea considera que su voz no es tenida en cuenta por las instituciones comunitarias y poco más de un tercio tiene una imagen positiva de la UE; la crisis y la gestión insolidaria que llevan a cabo las autoridades de la UE han promovido el repliegue del nacionalismo democrático inclusivo y, lo auténticamente grave, han destapado la caja de los truenos de los nacionalismos identitarios excluyentes que encuentran la fuente de todos los problemas en lo extranjero y la madre de todas las soluciones en la ensoñación exaltada de las virtudes nacionales. De poco sirven en tan alarmante situación las rectificaciones parciales de las políticas económicas comunitarias o las campañas publicitarias que venden un relato poco creíble que insiste en que lo peor de la crisis ha pasado y en los magníficos resultados que están por venir.

En los últimos días se ha reavivado una nueva versión de la campaña iniciada por el PP a principios de 2014 intentando convencer a los incautos de que la reactivación ya está aquí. Las evidencias de que las mejoras de la competitividad y rentabilidad de las empresas no son un motor suficiente para generar empleos decentes y mejorar la situación de la mayoría social son tan abrumadoras que la nueva campaña del PP va a tener unos resultados muy limitados y, probablemente, generará la aparición de nuevas grietas en la ya escasa credibilidad que le quedan a Rajoy y su Gobierno. No obstante, hay que admitir que la situación económica a principios de 2015 es algo mejor para los objetivos del PP que la de 2014. La concreción de una mayor flexibilidad en las medidas de expansión monetaria e inversión comunitaria por parte de las instituciones europeas se va a ver acompañada por un petróleo barato y una depreciación del euro que aportarán un plus de crecimiento, mejorarán la rentabilidad de algunos sectores y empresas y darán ciertos visos de realidad a la propaganda del PP en su intento de convencer a la opinión pública de que lo peor ya ha pasado y que el esfuerzo realizado ha merecido la pena.

Pero la realidad es tozuda y no la van a poder tapar con una campaña de publicidad que, como mucho, podrá convencer a la parte de sus votantes menos tocada por la crisis y menos delicada a la hora de tragar los sapos de una corrupción que ha lubricado la acción política del PP y la adhesión incondicional de parte de su tropa. Con eso les podría bastar para ser el partido más votado. Y podría ser bastante para mantenerlos en el Gobierno, solos o acompañados, si se hacen presentes algunos factores: primero, el PP consigue tantos votos como el PSOE (hecho bastante probable); segundo, aumenta la heterogeneidad en un Parlamento con una presencia significativa de Podemos (situación aún más probable); y tercero (el factor clave y la verdadera incógnita de esta ecuación), la ciudadanía no acierta a ejercer una presión suficiente sobre los partidos de izquierdas para comprometerlos en una acción común de ruptura con las políticas de austeridad y la corrupción que nos han conducido al punto en el que nos encontramos. Acción común de las fuerzas progresistas y de izquierdas que tendría como condición necesaria, que no suficiente, el desplazamiento del PP de las tareas de Gobierno.

La posición del PSOE en la tarea de definir su programa electoral es algo más holgada que la del PP. Puede desentenderse en mayor medida de las políticas de austeridad que asumió como propias a partir de mayo de 2010, más aún tras haber borrado de la primera fila a Rubalcaba, Zapatero y una parte significativa de la vieja guardia vinculada al último Gobierno socialista. Incluso puede dar signos de audacia política y así lo ha hecho al apoyar la iniciativa de la Izquierda Plural para reformar el artículo 135 de la Constitución que, por iniciativa de Zapatero, se modificó en 24 horas para garantizar el principio de estabilidad presupuestaria e introducir la “prioridad absoluta” del pago de la deuda pública. Pero la actual dirección del PSOE no quiere situarse en el campo de la ruptura con las políticas de austeridad, porque calcula que es bastante probable que lo esencial de la estrategia de austeridad va a seguir vigente en Europa en los próximos años y seguirá contando con el respaldo de una gran coalición europea de fuerzas conservadoras, socialdemócratas y liberales empeñadas en gestionar y mantener el espíritu y buena parte de las políticas de austeridad.

Sánchez y su equipo están tan interesados en desmarcarse del pasado reciente del PSOE como gestor y paladín de las políticas de austeridad como en mostrar a los poderes económicos y las instituciones nacionales y comunitarias su alto grado de responsabilidad política y su mayor capacidad para liderar la gestión de una versión humanizada de las políticas de austeridad que asegure su sostenibilidad económica, política y social. El PSOE se encuentra a la búsqueda de un espacio propio que guarde tantas distancias como pueda del PP, de su propia actuación en los últimos años del Gobierno Zapatero y de las fuerzas progresistas y de izquierdas que apuestan por la crítica consecuente de las políticas de austeridad y por un saneamiento democrático en profundidad del régimen político y sus principales instituciones. El empeño de Sánchez no es una tarea sencilla y conlleva un alto riesgo personal, porque pudiera ser que el espacio que busca no exista o fuera de tan reducidas dimensiones que el camino emprendido acabe en un doloroso batacazo electoral que implique su exclusión de la carrera que permitiría su acceso a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales. Algunos de sus compañeros y compañeras de partido están a la espera.

Hechos estos apuntes sobre lo que cabe esperar del PP y del PSOE de cara a la elaboración de sus respectivos programas económicos, intentaré analizar en un próximo artículo algunas de las bases o líneas estratégicas que sirven de inspiración a las propuestas y medidas económicas que siguen en el último tramo del proceso de definición por parte de IU y Podemos.

Lo que cabe esperar de los programas electorales de PP y PSOE en materia económica