viernes. 19.04.2024

Elecciones en Grecia: Syriza sigue siendo parte de la solución

syriza2Lo inesperado ha vuelto a suceder. La fatigosa marcha de las negociaciones entre la Troika y Grecia se aceleró a partir de finales del pasado mes de junio con la convocatoria de referéndum por parte del Gobierno de Syriza. Desde entonces, la precipitación de acontecimientos ha puesto en grandes dificultades la capacidad de entender y encajar la parte de la realidad que se alcanza a conocer o vislumbrar. 

Por un lado, la fulminante convocatoria del referéndum del 5 de julio, el tanteo de Tsipras para utilizar la retirada del referéndum como herramienta de negociación y, pese a la ingente presión externa soportada, la amplia mayoría de votantes, algo más del 61%, rechazó el ultimátum de las “instituciones”. Finalmente, el inverosímil regate a ese resultado, con el acuerdo del 12 de julio, aceptando las duras condiciones asociadas al tercer rescate, que ha supuesto se mire como se mire la ruptura del compromiso del Gobierno de Tsipras con los electores que dieron su apoyo a Syriza y su programa electoral. Ruptura argumentada y justificada por la mayoría de Syriza, pero innegable en lo que tiene de incumplimiento de los compromisos con el electorado que le permitió formar Gobierno en coalición con los Griegos Independientes (Anel). Discordia con sus electores que, afortunadamente, no se ha cerrado en falso, porque se convocaron nuevas elecciones generales para el 20 de septiembre en las que la ciudadanía griega decidirá si renueva el apoyo a Syriza sobre nuevas bases o prefiere pasar página y elegir una nueva mayoría parlamentaria.

Desde el otro lado, las presiones de las “instituciones” para que el referéndum no se llevara a cabo, el aluvión de amenazas para torcer la voluntad del pueblo griego y, pese al aplastante resultado del referéndum, la imposición liderada por Alemania (apoyada por todos los demás socios de la eurozona, aunque con desigual grado de convicción) de unos objetivos y condiciones similares a los de los dos rescates anteriores, tan nefastos para Grecia como difíciles de alcanzar y cumplir.

Hay multirreincidencia. Se vuelve a imponer la visión legalista y sancionadora de Alemania en la solución de los problemas económicos. Se rehúye el análisis de las nefastas consecuencias de los dos rescates anteriores y se sigue sin tener en cuenta el complejo entramado de problemas estructurales que sufre la economía griega. Se saca del campo de visión las insuficiencias e incoherencias institucionales que afectan a la eurozona y que terminan sufriendo, sobre todo, los países del sur de la eurozona. Se trata de evitar la política y, como consecuencia, la capacidad de decisión de la ciudadanía. Finalmente, se echa más dinero comunitario a un auténtico agujero negro con la única finalidad de evitar que se amplíen las grietas que afectan a la estrategia conservadora de austeridad, tanto por su inutilidad como por el injusto reparto de costes que propicia.

Con el acuerdo, las dos partes ganan tiempo (en principio, hasta tres años) y se alejan dos pasos del borde del precipicio en el que se habían situado, pero gran parte de los problemas de Grecia y de la eurozona sigue ahí. Así es la política de bajo vuelo y corto alcance que practica e impone el bloque de poder conservador que lleva las riendas en esta Europa insolidaria e injusta.

El 13 de agosto los ministros de la eurozona, (incluido el ministro de finanzas griego) aprobaron un protocolo de acuerdo (Memorandum of Understanding) que no convence a nadie de sus supuestas bondades o de su capacidad para solucionar los problemas que aborda. La precisa cuantificación de las condiciones y los objetivos que contiene el Memorándum pretende encerrar la política económica griega durante los próximos tres años en una camisa de fuerza que impedirá abordar sus debilidades estructurales, bloqueando la única vía que podría promover una reinserción duradera de Grecia en la eurozona. Sin sostener la demanda de los hogares y sin impulsar la inversión y modernización productivas, ¿cómo van a disminuir los desequilibrios de las cuentas públicas? Si todas las medidas de austeridad impuestas apuntan a una contracción de la base fiscal será imposible reducir una deuda pública que ya supone, en su tamaño actual (177,1% del PIB  en 2014), un coste insoportable.  

En Grecia, los que tenían el poder legítimo de decidir decidieron que, pese a todo, el acuerdo alcanzado era la opción menos mala. Y en Syriza, los que no compartían esa decisión  hicieron uso de su capacidad crítica y votaron en consecuencia en el Parlamento y en los órganos del partido. Hasta aquí, nada que objetar. División de opiniones. Percepciones y argumentos muy distintos. El tiempo se encargará de dar y quitar razones y apoyos sociales a unos y otros.

La dimisión del primer ministro Tsipras ofreció la oportunidad de formar una nueva mayoría parlamentaria y gubernamental al resto de fuerzas políticas. Su previsto fracaso obligó a convocar nuevas elecciones generales que devuelven la palabra y el poder de decisión al pueblo griego. ¿Se puede criticar esta decisión? En mi opinión, no solo no es criticable sino que indica envidiables dosis de convicción democrática y responsabilidad política.

Syriza ha llevado a cabo una tarea imprescindible de denuncia y oposición a las políticas de austeridad, pero no ha podido torcer la mano ni convencer al bloque de poder conservador que manda en Europa. Tendrá que esperar a que en el resto de Europa despierten nuevas fuerzas que faciliten una percepción más crítica de la austeridad por parte de la ciudadanía europea y aumente la capacidad de presionar a favor de cambios sustanciales en la estrategia conservadora de salida de la crisis. Mientras tanto, Syriza intentará mantener una resistencia de baja intensidad que le permita respetar la inequívoca posición mayoritaria de la sociedad a favor de mantener a Grecia en la eurozona, evitar un nuevo Gobierno que entre a machetazos con nuevos recortes y atenuar los impactos más negativos de los recortes sobre las clases populares. No es poca cosa.

La división de Syriza

Los conflictos en el seno de Syriza se intensificaron a partir de la aceptación del acuerdo y terminaron cristalizando como diferencias políticas irreconciliables. Parte de los críticos (25 parlamentarios y alrededor de la mitad de los dirigentes que manifestaron públicamente su oposición al acuerdo) se escinden, crean un nuevo partido y pretenden acumular respaldo social y poder institucional para revertir lo acordado y aplicar, en caso de recibir suficientes votos y llegar a gobernar, una propuesta alternativa. Syriza y la nueva formación política, Unidad Popular, exponen sus razones, pero uno de los dos partidos se está equivocando y pagará sus errores el próximo día 20 de septiembre en las urnas. Después, dependerá de su capacidad para reacomodar su actuación y argumentos al veredicto de las urnas y a una situación de crisis aguda con muy difícil salida.

Valorar con rigor las razones esgrimidas por Syriza y por Unidad Popular requiere una información de la situación real de la economía y la sociedad griegas y un conocimiento de las interioridades de Syriza que no resultan fáciles de obtener. Más difícil aún cuando la valoración se hace desde fuera de Syriza y de Grecia. No obstante, la justificación cierta de no poder contar con suficiente información no exime de la tarea de intentar valorar decisiones y situaciones de gran trascendencia, aún con las prevenciones y provisionalidad que el caso exige.    

Los argumentos de Syriza para aceptar la imposición de las “instituciones” me parecen tan razonables y fundamentados como improvisada y precipitada su actuación en los días anteriores y posteriores al referéndum. Respecto a Unidad Popular, no comparto su análisis o visión del momento político ni buena parte de sus propuestas básicas: un frente anti-austeridad contra todos los que aceptan el Memorándum; una inviable anulación a corto plazo de la deuda soberana de Grecia; una imposible salida negociada del euro.

De la escasa amplitud de ese frente y del simplismo con el que abordan la tarea de construirlo da una idea el que coloquen a Syriza (o a su equipo dirigente) en la otra orilla, junto a los derechistas de Nueva Democracia, los liberales de To Potami y los socialdemócratas del Pasoc.

La anulación de la deuda es inviable porque, en el momento actual, todos los socios de la eurozona y la mayor parte de la ciudadanía europea la rechazan, aunque aceptarían otras fórmulas negociadas y condicionadas de aligeramiento y mutualización de su deuda.

La salida del euro no puede ser ordenada o pactada porque, aparte de lo que le rondara por la cabeza al ministro de finanzas alemán Schäuble cuando planteó por escrito la posibilidad del Grexit en la reunión del Eurogrupo del 11-12 de julio, ninguno de los socios de la eurozona le daría de nuevo esa baza política a Syriza (mucho menos a Unidad Popular y a los comunistas del PKK que comparten ese mismo objetivo) y, factor esencial, porque la mayoría de la sociedad griega teme más aventurarse fuera de la eurozona que a un mal acuerdo. Varias encuestas siguen indicando que una mayoría muy amplia de la ciudadanía griega (alrededor del 70%) sigue estando a favor de permanecer en la eurozona.

Las elecciones del 20 de septiembre

Concentremos la atención en lo que se juega en las próximas elecciones generales. Su resultado puede proporcionar a Syriza la legitimidad que precisa para compaginar la aplicación, en lo que sea imprescindible, del Memorándum asociado al tercer rescate con el mantenimiento, en lo que sea posible, de una resistencia de bajo perfil a las políticas de austeridad desde una posición menos vulnerable. Este escenario sería, a mi entender, el mejor de los posibles, pero exige una victoria electoral de Syriza que, en estos momentos, no parece fácil ni una condición suficiente.

Los últimos sondeos, realizados a menos de 15 días de la celebración de las elecciones, otorgan a Syriza un insuficiente porcentaje de votos de alrededor del 25% y un porcentaje similar a la derecha representada por Nueva Democracia. Hasta otras seis fuerzas políticas que cubren todo el espectro político tienen muchas posibilidades de obtener representación parlamentaria (superando el umbral mínimo nacional del 3%). Nada está decidido. La campaña electoral va a ser decisiva para inclinar la balanza a favor de Syriza o del frente que defendió el sí en el referéndum. Dependerá mucho de qué partido (Syriza o Nueva Democracia) ocupe la primera posición, ya que el sistema electoral griego, en aras de la gobernabilidad, otorga una prima de 50 escaños (de un total de 300) al partido más votado.

Para obtener la mayoría absoluta (151 escaños) podría bastar con un tercio de los votos válidos, si los partidos que no superen el listón del 3% obtienen un número significativo de votos, o un 40%, si el número de votos que apoyan candidaturas que no alcanzan ese umbral del 3% es muy pequeño. Según todos los sondeos, ni Syriza ni Nueva Democracia lograrán la mayoría absoluta. Sirva de ejemplo lo ocurrido en las últimas elecciones parlamentarias de enero de 2015: Syriza fue el partido más votado, con un 36,34% del total de votos válidos obtuvo gracias a esa prima de 50 escaños 149 parlamentarios (49,7% del total); le habría bastado con obtener un 0,7% más de votos válidos para obtener la mayoría absoluta en el Parlamento.  

Todo indica que será necesario conformar una nueva coalición gubernamental. El problema para Syriza es que la renovación de la coalición con Anel está en el aire, ya que sus actuales socios en el Gobierno podrían no alcanzar ese 3% imprescindible para entrar en el Parlamento.

Cabe imaginar también otros escenarios con alguna posibilidad de materializarse, algunos que son meras ilusiones y sueños (o pesadillas) y muchos otros inviables. Ciñamos la imaginación a los dos, aparte del de la continuidad de Syriza al frente del Gobierno, mencionado antes, que cuentan con algún grado de verosimilitud.

Primer escenario, una reedición de la muy desprestigiada gran coalición entre Nueva Democracia y Pasoc, acompañados esta vez por To Potami (las tres fuerzas partidarias de las políticas de austeridad impuestas), que dada la debilidad de sus componentes tendría enormes dificultades para gestionar la aplicación del tercer rescate.

Segundo escenario, un mapa electoral muy fragmentado que imposibilite una mayoría gubernamental mínimamente homogénea y termine forzando un gobierno de tecnócratas o una coalición entre Syriza y partidos del viejo sistema que Tsipras ha descartado rotundamente (incluyendo a To Potami junto a Nueva Democracia y el Pasoc), pero que por muy inconcebible que parezca hoy no puede descartarse del todo hasta que las urnas muestren que existe otra salida. Cabe adelantar que por mucho que esa gran coalición entre Syriza y algunas de las fuerzas que propugnaron el sí en el referéndum del 5 de julio pueda ser bien vista por los mercados y las instituciones europeas, la mayoría parlamentaria así constituida no podría garantizar las necesarias tareas de despejar incertidumbres, garantizar una mínima estabilidad y gestionar con sensatez el inevitable conflicto político y social en ciernes.

Y para que no falte ningún ingrediente en escenarios tan inestables, la previsible continuidad en el Parlamento de los fascistas de Amanecer Dorado dispuestos a pescar en las aguas revueltas por el paro, el empobrecimiento, las tensiones políticas y la ausencia de soluciones.

Por mucha imaginación que se le eche, un frente de izquierdas entre los comunistas del PKK y la izquierda radical de Unidad Popular (al que Syriza no querría incorporarse ni sería admitido) es un escenario irrealizable. Se puede imaginar, pero antes que un ejercicio de previsión hay que calificarlo de ensoñación. En ningún caso, la alianza entre el PKK y Unidad Popular puede llegar a representar políticamente a una parte significativa de esa extremadamente diversa mayoría social que ha manifestado su oposición a las políticas de austeridad. La denuncia contundente del Memorándum y de Syriza no es cemento suficiente para sostener el heterogéneo conglomerado que constituye Unidad Popular. Mucho menos, para facilitar un acuerdo sostenible con un  PKK tan sectario como encerrado en sus dogmas que, previsiblemente, reclamaría la dirección y el protagonismo en una alianza opositora con Unidad Popular que, de llegar a fraguar, tendría los días contados.

Altos déficits de realismo y responsabilidad  

Los escindidos de Unidad Popular cuentan con un mayor espacio para el radicalismo, el conflicto político y el rechazo radical a las políticas de austeridad, pero debilitar a Syriza no lleva a otra parte que a menguar las posibilidades de acumular fuerzas, dentro y fuera de Grecia, que puedan ofrecer alternativas viables al actual estado de cosas. Atacar a Syriza, en lugar de acompañarlo en el calvario que le espera, sin renunciar a una crítica constructiva que intente reforzar la voluntad de resistencia de la sociedad griega, es atacar de forma gratuita las posibilidades de erosionar y sustituir al nuevo programa de austeridad impuesto.

Unidad Popular impulsa la denuncia sobre la traición o capitulación de Tsipras y la mayoría de Syriza que le puede ayudar a mantener durante estos días de campaña electoral la ilusión (o la desmedida, por improbable, ambición) de seguir siendo la tercera fuerza electoral. La ciudadanía griega también valorará su actuación y pondrá a cada partido en su sitio. Incluso en el caso de que la campaña de denuncia contra Syriza le proporcione algún rédito electoral, Unidad Popular deberá reflexionar sobre si el viaje emprendido ha merecido la pena.

La crisis griega sigue viva y a la espera de soluciones. En los próximos meses comprobaremos los límites y las posibilidades que ofrece el ineficaz y peligroso acuerdo plasmado en el Memorándum. ¿Es tan solo, como parece, una suma de cuidados paliativos que no permitirán alcanzar los objetivos cuantitativos acordados? ¿Es, antes que un programa económico, una condena política a trabajos forzados que, muy probablemente, agravará aún más la situación de la economía y la mayoría social griegas? ¿O, como sostiene Syriza, hay margen para una aplicación cuidadosa de las medidas acordadas que permita mantener la crítica a las políticas de austeridad y aminorar su impacto sobre los sectores más vulnerables?

En cualquiera de los casos, la tensión entre Grecia y sus acreedores, entre las fuerzas políticas griegas y entre la ciudadanía griega está asegurada. El horizonte sigue cargado de incertidumbres. Sin Syriza dirigiendo el Gobierno de Grecia, las cosas se pueden agravar y complicar extraordinariamente. Para mal de Grecia y de Europa.

Elecciones en Grecia: Syriza sigue siendo parte de la solución