jueves. 28.03.2024

El pequeño mundo de la poesía

Recuerdo que hace años le hice a mi madre una pregunta embarazosa sobre uno de esos cambios hormonales que se producen durante la pubertad. Ella, para no responderme, me espetó un “mira que eres ignorante”
Luis Cernuda

No culpo a mi madre de la respuesta, era hija de su época, de su educación machista y de sus expectativas de realización muy cercenadas por la dictadura, ni tampoco del artículo que acabo de comenzar a escribir.

En realidad, solo he recordado esta anécdota tres o cuatro veces durante los últimos cuarenta años y lo que voy a escribir, en lo que pueda contener, si la contiene, de frustración no creo que sea fruto de aquella experiencia.

Cuando mandé los originales al concurso, pensé que, tal como estaba organizada la presentación, era imposible que nadie supiera el nombre de cualquiera de los participantes hasta que no se abriera el sobre con los datos personales

Todo esto viene a colación porque una buena amiga me respondió casi con idénticas palabras cuando le comenté que había albergado esperanzas de ganar un premio de poesía que había fallado ese mismo día, en concreto el XXII Premio de Poesía Internacional Generación del 27.

“Tus expectativas demuestran lo ignorante que eres sobre este mundo”- me contestó muy seria (posiblemente no era el momento ni el lugar para una risotada, las buenas amigas saben contenerse siempre que es necesario).

Luego, para romper el silencio, añadió que buscara en Internet información sobre todos los miembros del tribunal y el ganador del premio. Acepté su reto. Soy bastante testarudo, también lo fui para resolver el enigma que encerraba la pregunta que le hice a mi madre y a la que ella respondió tildándome de ignorante, en un tiempo en el que buscar respuestas sobre ciertos temas eran tarea ardua por motivos sociológicos e inexistencia de la Nube.

Cuando mandé los originales al concurso, pensé que, tal como estaba organizada la presentación, era imposible que nadie supiera el nombre de cualquiera de los participantes hasta que no se abriera el sobre con los datos personales. Mejor que ninguno de los pocos premios en los que había participado. El envío por correo me costó mis buenos euros, siempre menos que a la “nutrida representación” extranjera que participó en el certamen si hacemos caso al fallo del tribunal. En total participaron 210 obras. Hasta que mi buena amiga no hizo referencia a mi longeva ignorancia, me consolé pensando que en realidad mi poemario no debía ser lo suficientemente bueno. Seguro que entre tanto poeta extranjero y nacional, seguramente lo mejor de cada país, mi obra sería superficial y carente de calidad. Incluso ahora sigo pensando que entre los más de dos centenares de obras habrá muchas mejores que la mía.

La propuesta de mi amiga era que buscara relaciones entre el ganador del concurso y los componentes del tribunal. Me dijo que solo bastaba que escribiera en Google el nombre y apellidos de cada uno de los miembros del mismo y el nombre y apellidos del galardonado. La idea era saber si habían ganado los mismos premios, si habían participado en recitales conjuntos de poesía, en mesas redondas o en cualquier acto cultural. Es decir, si se conocían personalmente. “Una de las cosas que me ha enseñado la vida- me dijo mi amiga- es que los mejores tienden a juntarse y a reconocerse como tales”. Además- añadió- “el mundo de la poesía es muy pequeño y la gente suele conocerse en los diversos ámbitos geográficos”.

Dicho y hecho, inicié la navegación en la Nube. Comencé con la Presidenta del Tribunal. Y rápidamente llegó como una exhalación una fotografía publicada en  El País el 23 de mayo de 2017 en la que aparecían entre otros, el ganador del XXII Premio Internacional Generación del 27 y la presidenta del tribunal del mismo. La presidenta ganó el Premio Internacional Loewe a la Creación Joven 1995, entre otros premios. En la segunda jornada de Cultura16, celebrada en el Museo del Prado, se charló sobre “la poesía y su papel y utilidad en la sociedad del Siglo XXI”, participando en la misma otra miembra (sic) del tribunal y el ganador del concurso. El 21 de septiembre de 2018, dos premios Loewe (otro miembro del tribunal y el ganador del concurso) realizaron una lectura conjunta de sus poemas en el Hay Festival de Segovia. En 2013, en el Ciclo “Palabras en la noche”, organizado por el Centro Cultural Generación del 27, dirigido por otros de los miembros del tribunal, el ganador del premio repasó “su original universo poético”. Por último, el último de los miembros del tribunal, editor del ganador de la XXII edición y de los premios Generación del 27 en la editorial Visor, es un admirador (“es de los mejores”) del autor.

Llegado a este punto, tuve que reconocerle a mi buena amiga que sí, que el mundo de la poesía era muy pequeño pero que, no obstante, el hecho de que todos los miembros del tribunal se conocieran entre ellos y conocieran personalmente al ganador del certamen no era motivo para dudar del la limpieza del mismo. Le recordé que el sobre con los datos personales del ganador tenía varias cerraduras. Ella me respondió que mi ignorancia estaba llegando a lo supino y recordó aquella reflexión de Cernuda que decía que “En España escribir no es llorar, es morir”. Tuve que darle la razón.

Finalmente me apuntilló preguntándome si no sabía que “cuando al responsable de la editorial o a un miembro del jurado le llega la noticia de que alguien se ha presentado al premio, tiene derecho a pedir que su libro se añada  a la deliberación. Esa es la costumbre establecida en la inmensa mayoría de los concursos literarios y eso es lo que ocurrió en el Premio Ciudad de Burgos” de 2012.

“Con el dinero que te gastaste en fotocopias, encuadernación y en el envío por correo, podríamos habernos tomado cinco quintos de cerveza cada uno”- me dijo mi amiga-. “tienes razón-contesté- intentaré enmendarme en el futuro. Solo participaré en concursos que permitan el envío por correo electrónico. Pago yo esta ronda”.

El pequeño mundo de la poesía