jueves. 25.04.2024

La noche y las mujeres

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La justificación social y judicial de las prácticas de  las manadas de depredadores sigue incólume después de la sentencia de Pamplona

Una calle solitaria. La noche y una joven caminando por la acera. Arriba tal vez haya luna, la Selene a la que cantan los poetas, con una tenue luz de seda y el camino de plata que desbroza en el mar, en el claro del bosque, en el lecho blando del río. Se dice que a las mujeres las encerraron hace muchos miles de años para que no vieran la naturaleza y sus frutos, la libertad en definitiva. Ellas que desarrollaron la agricultura. Fue entonces cuando algo se rompió para siempre, que sigue roto aún y lo seguirá hasta que las calles sean su hogar, un lugar de paz, de tranquilidad, de diálogo, de confianza, de respeto y de futuro.

Pasear de noche con la luz de las farolas reflejando el rostro tenebrista de la cultura patriarcal, pasear por en medio de la calle escuchando sonidos que cuando eres mujer son símbolos de terror milenario, pasear sabiendo que la tierra todavía se plana para una parte, la más terrible, de la Humanidad, y que siempre serás culpable de cualquier cosa que te pase. Es así. La presunción de inocencia no es un atributo neutro de toda la gente. Tiene su graduación. Puedes encontrarte con el mayor monstruo que exista en cualquier tiempo, con una jauría de desechos humanos, con el filo abigarrado de una ideología indecente transmitiendo tuits, pero siempre estarán amparados por la presunción de inocencia si su víctima es una mujer y si su estrategia para dominar es la violencia sexual.

Ahora pienso en una calle adoquinada, con pocos árboles en los lados, con sombras alargadas diujándose en los muros de los edificios. Ya no circulan los autobuses urbanos, ni los tranvías. Los sonidos de la noche amplificados por el silencio. La cultura también ha transmitido el miedo, un miedo selectivo, una respuesta social al mismo, el artificio que diferencia caminante y sexo, búsqueda y huida, lobo y oveja, depredador y víctima. La leyes han sido hasta ahora incapaces de comprender esto: que hay miedos que han sido transmitidos por canales ideológicos desde hace miles de años. El miedo forma parte de un tipo de cultura de la desigualdad y de la dominación y romper con él, con sus formas de transmisión y con los beneficiarios de su existencia es condición esencial para la igualdad y la libertad.

La justificación social y judicial de las prácticas de  las manadas de depredadores sigue incólume después de la sentencia de Pamplona. Una joven no puede desarrollar estrategias de defensa pasiva ante unos salvajes cuando es rodeada y violada. Tiene que ser mártir, un cadáver desangrado en un portal, una sesión fotográfica en comisaría de un cuerpo torturado e irreconocible, la resistencia numantina ante una jauría que transmite su barbarie por móvil. Una joven española de 18 años tiene que ser la virtud personificada de la mujer cristiana para no caer en la sombra de la sospecha. Así lo dice nuestro Código Penal : si no has llorado, gritado, suplicado y no has sido apaleada la justicia no tendrá piedad contigo, la tendrá con los agresores, con la manada de turno. Es tu sino, es el sino de las mujeres que caminan solas por la noche, que quieren respirar el olor de la madrugada en las calles silenciosas, que quieren sentirse seguras en cualquier circunstancia.

La tarde del 26 de abril la será de multitudes llenando las plazas y calles de España. Cada vez que fracasa el estado de derecho la gente vuelve a salir y a protestar. Llevamos tantos fracasos acumulados, tantas leyes incumplidas, tantas buenas intenciones enterradas por el peso marmóreo de una cultura tan despóticamente patriarcal que solo queda escupir en la cara y en el cuerpo de la tradición. Romper las cadenas y arrasar con las leyes machistas y sus sacerdotes. Seguid hasta enterrarlos en el mar.

La noche y las mujeres